Reclamos de un lector

Un lector me reclamó porque en las entregas recientes de esta Rotonda Pública sólo se han publicado contenidos políticos relacionados principalmente con la pugna entre los aspirantes a la gubernatura del estado, básicamente entre Roberto Albores Gleason, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y Eduardo Ramírez Aguilar, del Verde Ecologista de México (PVEM).

Yo argumenté: “Lo que sucede es que ese es uno de los temas más importantes en el estado desde hace varios días, pues en buena medida tiene que ver con el futuro de Chiapas y de sus habitantes, por lo que de algún modo a todos nos debería de interesar, aunque desde luego, ya sabemos que todos los políticos son lo mismo”.

Mi respuesta pareció no convencer al lector, quien expuso sus razones: “Hay muchos temas de los cuales un columnista puede hablar como el despiadado aumento del precio de los combustibles. Por ejemplo, el litro de gasolina está prácticamente a 17 pesos y nadie dice algo. Este es un nuevo gasolinazo y nadie en el gobierno ha dicho explícitamente que se trate del enésimo aumento en este sexenio y mis paisanos, pues no tienen memoria”.

-Pero, pensándolo bien -agregó luego de una breve reflexión-, eso tampoco parece que sea un problema porque las gasolinerías están siempre llenas y todos los que tienen carro no han dejado de ponerle combustible; nadie ha visto a alguien dejar su vehículo y caminar para no gastar en gasolina. Además cada vez hay más carros. Es como si nada pasara, pues, tampoco se dan cuenta de que en Estados Unidos o en los países de Centroamérica, que no tienen petróleo, por ejemplo, el litro cuesta menos.

Sin apartarse del tema, el hombre remarcó enseguida: “El colmo es que el precio del gas subió muchísimo en los últimos meses y ¿alguien dice algo?; la mayoría de consumidores lo compra sin protestar como si fuera normal que suba tanto en tan poco tiempo, y sobre todo después de que el gobierno aseguró que con la reforma energética no se incrementaría sino que bajaría”.

-Le pongo otro ejemplo -dijo el lector mientras sacaba dos notas de la bolsa de su camisa a modo de prueba contundente-: “A finales de julio del año pasado el tanque de 20 kilogramos costaba 327 pesos y en estos días ese mismo tanque vale 380 pesos, es decir, un aumento de 53 pesos en seis meses. El de 30 kilogramos valía en julio, 484 pesos y ahora, 569. ¡Es un robo! ¿Y cuánto ha subido el salario mínimo en ese lapso? Unos cuantos pesos nada más.

Con voz pausada, pero firme, continuó: “De los incrementos en el precio de la energía eléctrica ya ni le digo. El recibo bimestral me llegó a mí en octubre, por 80 pesos y ahora en enero por 145, es decir, 65 pesos más, consumiendo la misma cantidad de luz. Lo que más molesta es que Chiapas es uno de los principales productores de la energía hidroeléctrica”.

Ya un tanto irritado, como si el autor de la columna fuera el culpable, el lector casi en modo fuga porque muchas veces se habla de temas políticos, manoteó y agitó el ejemplar que llevaba en la diestra: “¿Y alguien se queja? Pues, no, la mayoría de gente apenas habla del tema en pláticas con amigos, familiares y conocidos en la calle, pero no va más allá. Algunos dicen que ahora van a votar otro partido, nada más. Existe una resignación increíble a aceptar casi todos estos agravios, aunque la crisis esté matando a medio mundo. Eso sí, son pocos los que no se quejan de la crisis”.

Sin dejar de acompañar sus palabras con ademanes de todo tipo, el lector abundó: “Muchas personas están esperando que vengan las elecciones del 1 de julio porque piensan que ganará el candidato de su simpatía para la presidencia de la República y para gobernador del estado, y que les resolverá sus problemas económicos, que habrá empleos y en general un mejor nivel de vida, pues eso es lo que les dicen en su propaganda. Yo sé que es pura propaganda barata, porque ya tengo 74 años y he vivido muchas elecciones; cuando llegan al poder no sólo no cumplen sino que empeoran la crisis y la gente tiene que esperar otros seis años para ilusionarse, pensando que el próximo candidato, que los volverá a engañar, sí le solucionará sus cada más numerosos y grandes problemas económicos cuando sea presidente. Estamos padeciendo la peor crisis desde que tengo memoria”.

“Nunca dicen, por ejemplo”, subrayó, “que todo el dinero que gastan en las precampañas -ahora hasta eso se han inventado- y las campañas lo van a reponer con su respectiva ganancia del mil por ciento o más, cuando ya estén en el poder. ¿De dónde cree usted que sale todo ese dinero? No se necesita ser adivino: del mismo pueblo, de los impuestos que pagamos todos”.

Sin darse cuenta, mi interlocutor había llegado de algún modo al tema actual: los agrios pleitos por las candidaturas, las elecciones y en el fondo, las esperanzas de muchas personas de que con las votaciones haya un cambio en el país.

-Al final de cuentas- le argumenté de nuevo- todo tiene que ver con la política y por eso se habla de esos temas que están en la boca de la mayoría de las personas.

-Bueno, eso es cierto -concedió-, pero es que uno quisiera leer siempre buenas noticias; amanecerse un día con un encabezado que diga: ‘Bajan 50 por ciento el gas, la gasolina, los productos de la canasta básica’, por ejemplo. Pero eso tal vez nunca sucederá, más que en sueños.

Cada vez más irritado, el lector se despidió: “Mejor ya me voy porque entre más hablo de estas cosas, más coraje me da, y lo peor es que parece que me voy a morir y nunca voy a ver que las cosas mejoren. ¡Pobres de mis nietos! Yo, como quiera, estoy jubilado y ya voy de salida, pero ellos apenas empiezan a vivir. Que dios se apiade de ellos. FIN