“Mi esposa sale todas las noches a la calle pintada como coche; vistiendo blusa con el escote hasta el ombligo, falda apretada, boa de plumas, medias de malla, bolso de chaquira y zapatos de tacón aguja. Se ofrece a los hombres por dinero y.”. Todo eso dijo aquel hombre en el teléfono. «Perdone usted -respondió el que contestó-. Su problema debe tratarlo con un abogado o un siquiatra. Yo soy agente de bolsa». «Precisamente -replicó el otro-. Quiero que me diga cómo invertir el dinero que está ganando mi señora”. El director de Meteorología llamó al encargado de los pronósticos del tiempo. Le preguntó: “¿Qué le está sucediendo últimamente, Güero Chano? Antes no fallaba en sus predicciones. Sabía cuándo iba a cambiar el clima; cuándo iba a llover; cuándo iba a estar húmedo el tiempo. Ahora, en cambio, se equivoca siempre. ¿Qué le pasa?». «Señor -explicó muy apenado el otro-. Es que mi esposa me dio no sé qué, y se me quitaron las reumas». Doña Panoplia de Altopedo iba a ofrecer esa noche una cena de gala, para cuyo efecto contrató a un mesero. Le dijo «He observado que los de su clase van al baño y luego toman con los dedos los terroncillos de azúcar del café. Use usted estas pincitas». Terminada la cena, cuando los invitados pasaron a la biblioteca para tomar el café, doña Panoplia llamó aparte al mesero y le preguntó: “¿Está usted usando las pincitas?”. “Por supuesto, madame -respondió el hombre-. Y eso que batallo mucho para sacudírmela con ellas”. Celebro la promulgación de la ley por la cual los ciudadanos mexicanos hijos de padres extranjeros podrán desempeñar cargos que antes les estaban vedados por causa de la nacionalidad de sus progenitores. Esa exclusión era claramente discriminatoria y hacía de muchos mexicanos ciudadanos de segunda clase. Lo que no celebro es que la dicha ley sea llamada popularmente con el nombre de aquél para cuyo beneficio personal se aprobó: Ley Taibo. Una vez más el Presidente López impuso su omnímoda voluntad -me canso ganso- y terminó, contra todos los vientos y todas las mareas, favoreciendo a su allegado, que ahora dirige de hecho y de derecho el Fondo de Cultura Económica. No sé si mi opinión peque de drástica, pero aquí y en todas partes usar el poder político para favorecer personalmente a un amigo se llama corrupción. Claro, en este caso la corrupción es honesta por venir de quien viene, pero eso no le quita su tufo de tráfico de influencias. Esperemos a ver qué hace el señor Taibo al frente del FCE. Ojalá haga lo mismo que hizo AMLO con la residencia de Los Pinos: quitarla a los pocos para darla a los muchos. En fin, ya podrá decir el escritor aquello de “haiga sido como haiga sido”. No batallará para decirlo, tomando en cuenta su estilo de expresión. Don Cucurulo, senescente caballero, cortejaba con elegante discreción a Himena Camafría, madura señorita soltera. Un día le dijo: “He observado, amiga mía, que no le gusta a usted hablar de su años juveniles ¿Le pasó algo en su juventud?». «No me pasó absolutamente nada -respondió, hosca, la señorita Himenia-. Por eso no me gusta hablar de ella”. La esposa de don Carmelino pasó a mejor vida. En el funeral el viudo lloraba desconsoladamente, tanto que sus gemidos conmovieron profundamente al padre Arsilio. El buen sacerdote se acercó al doliente y le dijo: “No llores, hijo mío. Quizá no sea éste el mejor momento para decírtelo, pero has de saber que en mi parroquia hay numerosas mujeres, viudas o solteras, que podrían ser una buena esposa para ti. Pasado algún tiempo te presentaré algunas». Don Carmelino se limpió las lágrimas y le preguntó: “¿Y no tiene algo para hoy en la noche?». FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Me habría gustado conocer a don Miguel de Mañara.

Hay quienes dicen que en él se inspiró Tirso para escribir «El burlador de Sevilla». Muchos opinan que está en la raíz del personaje de don Juan Tenorio.

Fue sevillano claro. Sólo en la ciudad del Guadalquivir se dan estos hombres de tronío que al final de la vida, tras de gozar la mesa, el vino y la mujer, se arrepienten de sus pecados, quizá porque ya no pueden cometer otros. Haga usted de cuenta don Guido el de Machado.

Lo que es cierto es que don Miguel de Mañara dejó todos sus bienes a una casa que se llamaría de Caridad, pero que la gente dijo de Mañara, destinada a dar asilo y alimento a los pobres. Pidió como única compensación que a su muerte se le sepultara ahí, y él mismo escribió el epitafio de su tumba: «Aquí yacen los huesos y cenizas del peor hombre que ha habido en el mundo”.

Me habría gustado conocer a don Miguel de Mañara. Supo vivir y supo morir. Raras sabidurías son las dos.

¡Hasta mañana!...

Mañanitas

Por AFA.

“. Libera la CNTE las vías de ferrocarril.”.

Al saber la novedad

de inmediato el Presidente

le dio gracias a la CNTE

por su obra de caridad.