“¿De quién son estas pompas?». Esa vulgar pregunta le hacía una y otra vez en la noche de bodas el recién casado a su ruborosa novia. Ella no contestaba, y el vehemente galán repetía la pregunta: “¿De quién son estas pompas?». El ocupante de la habitación vecina le dijo a su mujer: «Ojalá quien las perdió las reclame pronto, para poder dormir”. No fue una ceremonia. Fue un acto desangelado, deslustrado y desorganizado. La señora Sheinbaum pensó que la ocasión a la cual fue convocada por la voz de su amo sería una solemnidad formal, un protocolo serio, tanto que llevaba preparado un discurso para decirlo desde un podio o tribuna a un público atento y comedido. Se equivocó. Aquello fue un acto sin ton ni son llevado a cabo ¡en un restorán!, hágame usted el refabrón cavor, y además en la puerta, y sin más público que un pequeño grupo de adictos a AMLO y los representantes de los medios de comunicación. Así, las palabras tan cuidadosamente preparadas por la dama se perdieron casi todas en aquel ruidoso maremágnum. El presidente López le entregó a su corcholata lo que llamó “el bastón de mando”, un palo con listones en cuya parte superior se veía lo que aspiraba a ser una cabeza de águila y que parecía más bien la de una urraca o cuervo. Al término del caótico encuentro cada quien ganó pa’ su lado, como dicen, y ni siquiera hubo cena, según fundada queja del refinado y culto caballero Fernández Noroña. Tengo un querido amigo cuyo nombre no pongo porque quedaría junto al del señor antes citado. Sabe mucho de política, y tiene una teoría sobre esa estrafalaria entrega del bastón. Dice que la salud de AMLO se ha deteriorado últimamente, según se advierte por lo demacrado de sus facciones y el cansancio que muestra. El presidente está convencido de que su 4T es una transformación histórica comparable a las que hicieron Hidalgo, Juárez y Madero. Teme que si algo le sucediera a él esa grandiosa aportación suya a la historia de México quedaría trunca, por eso no espera a terminar su gestión, y por medio de ese simbólico acto, el de la entrega del bastón de mando, designa una sucesora a fin de que si él llega a faltar no se enfrenten entre sí sus partidarios disputándose el liderazgo del movimiento, pues habrá ya una heredera nombrada por él mismo urbi et orbi, vale decir frente a todos, heredera que se ha comprometido a llevar adelante el legado obradorista. «Para el amor y para la muerte no hay caja fuerte», decía un refrán antiguo. En eso de amar y de morir no hay certidumbre. El reloj de una capilla en una aldea española que visité de joven mostraba en su carátula esta inscripción latina: Ultima forsan. La última, quizá. O sea, la hora que estás viendo es posiblemente la última que vivirás. “Nadie tiene la vida comprada”, afirma una sentencia popular. Tomando en cuenta lo frágil de la vida humana todos debemos tener arreglados nuestros asuntos. El presidente López arregló ya su principal asunto, la Cuarta Transformación, que considera su mayor aporte a la vida nacional. Pone la 4T en manos de la persona en quien más confía para que la continúe, Claudia Sheinbaum. De ahí lo del bastón de mando, que muchos han visto como cosa risible, teatral y estrafalaria, pero a la cual mi sabio amigo le halla significación. Teoría es ésa, claro, pura elucubración, pero a lo mejor en este caso sucede lo de la viejecita que al confesarse le decía al sacerdote: “Acúsome, padre, de que levanto falsos que luego salen ciertos”. Por mi parte le deseo a López Obrador muchos años más de vida, y que yo los vea. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Paso por “el río de piedras” que decían mis hijos cuando eran pequeñitos. Es el arroyo del Potrero, que nunca lleva agua, excepto cuando llueve fuerte “allá arriba”, o sea en las tierras altas, y la corriente baja por su cauce.

A veces el caudal es caudaloso. En el último ciclón el torrente desbordado se llevó la mitad de la huerta llamada “La carrera”. Ahora la gente le dice “El trotecito”.

Recojo una pequeña piedra. No tiene nada de particular. Su color es azul gris, o gris azulado, igual. Su forma es ninguna forma. Aun así la miro con respeto. Es mayor que yo. Es millones de años mayor que yo. Estuvo en cataclismos cósmicos que ni siquiera puedo imaginar, en erupciones volcánicas ingentes. Quizá se halló en el fondo de un mar ya desaparecido. No sé qué sacudimientos de la tierra la trajeron aquí. En cualquier lugar del mundo pudo haber estado, pero llegó al mismo lugar en que estoy yo.

La pondré sobre mi mesa de trabajo. No la usaré como pisapapeles. Eso sería faltar al respeto que se debe a una anciana. Seguramente la verá alguno de mis nietos y me preguntará:

-¿Qué es esa piedra, abuelo?

Le responderé:

-Es la eternidad.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. En el restorán ‘El Mayor’ entregó AMLO el bastón de mando a Claudia Sheinbaum.”.

Por más que fue en “El Mayor”

la entrega de ese bastón,

la desorganización

la volvió asunto menor.