La OEA nuevo objetivo AMLO

Cuando la ONU pateó a LEA

Hace dos años se realizó la cumbre de la CELAC en la Ciudad de México. Para quienes no están acostumbrados a las siglas ni las reconocen se trata de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños de la que forman parte la mayor parte de las naciones del continente salvo las potencias del norte. Durante el evento los planteamientos dieron lugar a que, por supuesto, se airara la propuesta del gobierno mexicano a favor de la desaparición de la Organización de Estados Americanos (OEA) por cuanto a que no pocos consideran a este organismo una extensión del poder norteamericano, financiado además por USA en su mayor parte –las cuotas de los demás miembros son casi simbólicas o nulas-, manteniendo con ello la hegemonía de la mayor potencia de todos los tiempos.

De allí el apremio de Andrés Manuel a quien siempre le ha gustado jugar doble, con dos caras para decirlo coloquialmente. Así, por ejemplo, mientras extendía la mano derecha para solicitar vacunas -¿qué pasó con la llamada Patria?- y apoyos al vecino del norte con la izquierda envió cientos de miles de las mismas hacia Cuba y Honduras –de donde es oriunda y fue embajadora la esposa de Marcelo Ebrard, Rosalinda Bueso, colocada en el puesto por Manuel Zelaya, el sombrerudo, de quien se decía que era más que un amigo-.

El punto en las sombras es la desatada campaña de AMLO –en su fuero interno no deja de ser un candidato-, en busca de un aterrizaje internacional al fin de su periodo y mientras más rápido tenga esta salida, mejor sobre todo cuando se evidencia la posibilidad de que sea procesado al fin de su mandato si buena parte de los mexicanos dejan su ancestral cobardía a un lado a sabiendas de que con ello se extienden todos nuestros males, y parecen existir más que indicios sobre la precariedad de su salud no solo por sus cardiopatías –ya sufrió dos infartos severos- sino por problemas neuronales y el deterioro de su columna vertebral.

En cualquiera otra nación Andrés estaría ya de baja porque la conducción del país por un hombre enfermo sobre todo de soberbia se traduce en innumerables fallas, no solo en el habla pausada e incongruente, en sus decisiones ejecutivas que no se pueden cumplir ni con el derroche millonario destinado a programas ociosos, como el celebrado tren maya, y que no podrán terminarse por las querellas existentes que los mantienen paralizados. Pero la obcecación no permite siquiera un debate sobre la necedad del mandante-mandatario perdido por la utopía y su angustia por pasar a la historia con la ilusión puesta en la posibilidad de que la escriban sus aduladores y no los verdaderos testigos de la realidad. Ya no puede hablarse de vencedores haciendo gala de su influencia.

Para dolor de Andrés su historia, en buena medida, ya está a la vista; y no es la de quienes se consideran triunfadores dentro de la 4T, repudiada por millones de mexicanos –incluso aquellos famélicos intelectuales que no quieren acercarse a la revocación de mandato porque insisten en que la ley obliga a la permanencia del llamado presidente por seis años sin detenerse en la nueva figura jurídica-, sino la de cuantos somos y seremos los cronistas de este presente enfermo por el coronavirus que no termina y, peor aún, con el virus de la corona aunque esté ya muy abollada y sin el referente de Isabel II sepultada hace un año.

Con CELAC o sin esta, AMLO debe saber que el tiempo se le agota y lo mismo puede decirse de su salud. Contra ello ni la soberbia ni el mesianismo pueden contrarrestar el destino inexorable.

La Anécdota

En plena autocracia priista –menos agresiva que la morenista cabe decir-, Luis Echeverría decidió lanzar su candidatura para la secretaría general de la ONU, la organización mundial en la que tienen mayor peso, siempre, las grandes potencias –mismas que tienen asiento seguro y permanente en el Consejo de Seguridad de la comunidad internacional aunque se deja participar a otros países perentoriamente-, y sus aliados sirven como parte de las comparsas dignas de carnestolendas.

Echeverría dispuso de los fondos públicos para hacer su campaña que, por cierto, lo llevaron a perder estrepitosamente: no obtuvo un solo voto, ni en el de la delegación mexicana bajo la administración de su sucesor, José López Portillo, si bien nunca devolvió al erario lo gastado por su egolatría supina.

Ahora, luego de la muerte de Echeverría a los cien años, tal sirve de armadura al célebre mesías de Macuspana.

loretdemola.rafael@yahoo.com