Terremotos: Alaska, Rusia, Indonesia, Japón, Ecuador. Faltan 11

Las estadísticas en materia de terremotos son frías y casi precisas. Cada año, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), advierten que de 1900 a la fecha, ocurren anualmente 16 grandes terremotos en el mundo. En lo que va de 2016, se han registrado cinco. A partir del 2 de marzo, en Indonesia, con nivel de 7.8 grados en la escala de Richter; de 7.3 en Japón y de 7.8 en Ecuador, el mismo día 16 de abril.

El primero, de magnitud 7.1, ocurriría en el sur de Alaska, Estados Unidos, el 23 de enero; en la Península de Kamchatka, Rusia, de 7.2, el 30 de enero; en el Suroeste de Sumatra, Indonesia, de 7.8, el 2 de marzo, mientras que el sábado 16, de 7.3 en Kumamoto, Japón y de 7.8 en Manabí, Ecuador.

El del sábado último ocurrido en tierras ecuatorianas, viene a constituir uno de los peores movimientos telúricos acontecidos en Latinoamérica, en la última década -507 muertos, dos mil 560 heridos y 300 desaparecidos y 20 mil familias sin hogar, hasta este martes 19-, entre los que destacan el de Perú, en 2007, oficialmente con casi 600 muertos, además de chile en 2010, con 150 decesos y más de 300 mil fallecidos en Haití, también en ese año.

Las estadísticas del USGS precisan que el planeta es impactado en promedio por más de un terremoto al mes, aunque su número con magnitud a partir de 7.0 grados Richter, puede variar significativamente con respecto al número, pues en el año 2013 ocurrieron 19 con ese rango, con la posibilidad en un 30 por ciento de que dos puedan suscitarse el mismo día, como se confirma con los coincidentes de Japón y Ecuador.

A nivel mundial, en el lapso anual ocurren 20 mil sismos, la gran mayoría con niveles inferiores a los 7 grados Richter, que en muchos casos son solamente detectados por los centros sismológicos más importantes del mundo ubicados en los Estados Unidos y el Reino Unido.

En Ecuador, bastarían solamente 50 segundos para provocar la gran catástrofe que impacta a la comunidad internacional, en los que se combinaron movimientos de tierra oscilatorios y trepidatorios, a partir de las 18.58 hora local, en los territorios ubicados entre los balnearios costeros de Cojimíes y Pedernales, en la provincia de Manabí, colindante con Esmeraldas, al norte del país.

Hoy es considerada por el presidente Rafael Correa, como la tragedia más grande de los últimos 67 años, sólo superada por el terremoto de Ambato, el 5 de agosto de 1949. La ayuda internacional ha empezado a fluir gradualmente, tanto en personal humano de rescate, como de alimentos enlatados, agua, medicamentos y ropa entre otros.

Primeras estimaciones del gobierno ecuatoriano refieren pérdidas por más de tres mil millones de dólares como consecuencia del movimiento telúrico, lo cual implicará una reconstrucción que con duración de varios años. El más afectado es el balneario de la localidad de Canoa, que prácticamente ha desaparecido en un 80 por ciento, en tanto continúa entre los escombros, la búsqueda de sobrevivientes y de cadáveres.

Una circunstancia por demás lamentable la del pueblo ecuatoriano, que hace voltear la vista al estado de Chiapas, que en lo que va del año ocupa el primer lugar a nivel nacional, en cuanto al registro total de sismos (tres mil 705), el último de ellos el 15 de abril, con epicentro en la zona colindante con Guatemala, con rango de 6.1 grados Richter.

En su reporte oficial de la “Sismicidad 2015”, el Servicio Sismológico Nacional, a cargo del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México, revela que de los 10 mil 946 eventos registrados por sus modernos sistemas de monitoreo, un 29.3 por ciento correspondieron a Chiapas –la mayoría en la Costa-; 29.3 por ciento a Oaxaca; 18.8 por ciento a Guerrero; 7.1 por ciento a los estados de la Región Golfo de California; 5.8 por ciento a Michoacán; 3.1 por ciento a Colima; Veracruz 2.2 por ciento; Jalisco 2.0 y otros 2.4 por ciento.

Situación preocupante, toda vez que ha sido en las Regiones Costa y Soconusco, desde Arriaga a Ciudad Hidalgo, donde se han suscitado los temblores a partir de enero, oscilando de 2.3 grados Richter, hasta llegar al 15 de abril, en que a las nueve de la mañana con 11 minutos y 25 segundos, aconteció el que ha establecido en 2016 récord en el país, al alcanzar una magnitud de 6.1 grados, con epicentro a 124 kilómetros al sur de la cabecera del municipio de Suchiate, fronterizo con Guatemala.

Si bien es cierto que el gobierno de Manuel Velasco Coello cuenta con uno de los mejores Sistemas de Protección Civil en la República, la actual coyuntura sísmica hace oportuno recordar que el espacio geográfico chiapaneco se encuentra asentado sobre las placas tectónicas de Nortamérica, Cocos y Haití, ésta última generadora de la peor catástrofe telúrica ocurrida en toda su historia.

Habría que recordar que en 1986, durante el sexenio de Absalón Castellanos Domínguez, luego del surgimiento de fumarolas en la ladera sur del volcán Tacaná, compartido por Chiapas-México y Guatemala, quedaría al descubierto que varias decenas de miles de habitantes –indígenas Mam-, que habitaban en las inmediaciones del coloso, enfrentaban severos problemas de comunicación terrestre, por lo que en caso de una erupción, el saldo de víctimas mortales sería elevado, al quedar atrapados en sus lugares de origen.

Por aquellos días, los gobiernos federal y estatal, acordaron la aplicación de los presupuestos necesarios, para la realización con carácter de urgente, de la construcción de caminos de acceso para ser utilizados en caso de una emergencia que pusiera en peligro sus vidas. Hubo júbilo entre los pobladores, especialmente de la principal comunidad, Pavencul, porque, por fin, la autoridad daría respuesta a sus ancestrales demandas de atención, a una región marginada en la que los niños enfrentaban desnutrición hasta de tercer grado.

Después de tres décadas, la situación no ha variado mucho y los integrantes de la única etnia prehispánica en la Costa, distribuida a más de dos mil 500 metros de altura sobre el nivel del mar –el volcán alcanza los cuatro mil 100-, siguen aguardando el cumplimiento de las promesas fallidas.

Un volcán, el Tacaná, que está considerado por los expertos nacionales y extranjeros, como uno de los más altos y activos de México, por lo que el Instituto de Geofísica de la UNAM, lo mantiene en vigilancia permanente mediante los registros que le proporcionan las cuatro estaciones –una en el cráter y tres en sus laderas-, que lo mismo sirven para monitorear la actividad sísmica del coloso, que la generada por las fallas geológicas.

Este mecanismo de seguimiento, al que se suman otras cuatro en el resto de la entidad, forma parte de la Red Sismológica de Banda Ancha (56 estaciones en operación), instalada por la Universidad Nacional Autónoma de México, configurada para monitorear la sismicidad en las Regiones de mayor potencial sísmico dentro de la República Mexicana, las cuales se ubican en su mayoría a lo largo de la Costa del Pacífico, del estado de Veracruz y del Eje Neovolcánico.

Los sismómetros localizados en el Tacaná, tiene una capacidad para realizar 40 muestras por segundo, las cuales se transmiten a la Estación Central ubicada en Tapachula, lo mismo que al Instituto de Geofísica de la Máxima Casa de Estudios del país, vía satélite.

Pero hasta ahora, la ciencia no va más allá del seguimiento en materia de sismos, pues lo cierto es que sus alcances no llegan todavía a los niveles de poder predecir cuándo y dónde ocurrirán, quedando sujeto el mundo científico y en general la humanidad, al dictado de las fuerzas de la naturaleza.

Sin embargo, no faltan quién o quiénes con mentalidad perversa se han atrevido a pronosticarlos con “precisión”, la cual genera incertidumbre en la población, como la versión de que en México ocurrirá un “inminente terremoto”, aprovechando el impacto mediático de lo sucedido principalmente en Ecuador y Japón, utilizando irresponsablemente las redes sociales.

Lo más grave, es que tal “predicción”, se atribuya al Servicio Sismológico Nacional del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual ha sido desmentida este martes 19 de abril, de manera enérgica, calificándola de apócrifa y escandalosa.

Un llamado a la población del país, a ignorar ese tipo de información, reiterando que no es posible predecir los sismos y afirmando que los terremotos de magnitud superior a siete grados en las Regiones de Kumamoto (isla de Kyushu), Japón, y la Costera de Ecuador, no tienen relación alguna –pertenecen a distintas placas tectónicas-, y tampoco tendrán implicaciones en la sismicidad de México.

Japón es afectado normalmente por la interacción de las placas de Filipinas que subduce por debajo de la Euroasiática, mientras que en Ecuador, es la de Nazcam que hace lo mismo con la de Sudamérica.

Precisión del IGF de la UNAM, de que nuestro país está enclavado en un espacio geográfico tectónicamente muy activo, en el que cinco placas actúan entre sí, destacando la de Cocos, como una de las que genera mayor cantidad de movimientos telúricos, pues subduce por debajo de la Norteamérica, desde Jalisco hasta Chiapas, la cual seguirá produciendo terremotos de gran magnitud, por lo que se debe estar preparados para los que ocurran en el futuro incierto.

Lamentable que haya quienes, aprovechando la absoluta libertad que priva en las redes sociales de internet, abusen de ellas con propósitos irracionales, en un afán enfermizo de sembrar la zozobra y con ello una psicosis que podría tener consecuencias de alto riesgo entre la población nacional.

Lo que si queda claro, es que México se localiza en una zona del mundo altamente sísmica, que en el terremoto de 1985 que devastó la ciudad de México, tiene su mejor ejemplo.

Chiapas es hoy la de mayor registro de temblores

a nivel nacional, por lo que debería motivar un mayor interés del Gobierno Federal, para finiquitar todos los pendientes en materia de seguridad para una población aproximada de cinco millones de habitantes, de los cuales poco más de dos millones están asentados en las Regiones Costa, Sierra y Soconusco.

Tapachula, la segunda ciudad de la entidad y la más importante de la Frontera Sur, es sin duda la de mayor riesgo, porque aunado a su inmediatez con las Placas de Cocos, de Norteamérica, del Caribe y la Falla de San Andrés, tiene a 30 kilómetros en línea recta, el cráter del volcán Tacaná, en la que se involucran los municipios de Unión Juárez, Cacahoatán, Tuxtla Chico, Suchiate, Metapa, Frontera Hidalgo, Motozintla, Mazatán, Huehuetán, Huixtla, Villa Comaltitlán, Acapetahua, Escuintla, Acacoyagua, Mapastepec, Pijijiapan, Tonalá y Arriaga.

Buen momento para que de manera conjunta los gobiernos de Manuel Velasco Coello y Enrique Peña Nieto, tomen muy en cuenta estas condiciones de alto riesgo y se actúe ya en consecuencia.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013.

Premio al Mérito Periodístico del Senado de la República 2015, y de Comunicadores por la Unidad AC.