El joven Picio habría vendido su alma al diablo -dudo que Luzbel se interesara en comprarla- con tal de hacerle el amor a Loretela, hermosa chica de atractivas formas. Por desgracia el enamorado galán era feo, antipático, tonto e ignorante. Una noche le rogó con suplicante acento a su dulcinea: “¡Por favor, Lore! ¡Dame al menos la luz de una esperanza!”. “Lo siento -respondió la bella muchacha-. Tendrás que usar lámpara de mano”. (No le entendí). Don Languidio, señor de edad madura, le comentó a su esposa: “El doctor me dio estas píldoras. Dice que me quitarán 10 años de encima”. Con acre acento replicó la doña: “Dile que te dé otras que te quiten 10 años de abajo”. El tema de la clase eran los ovíparos, que se reproducen por medio de huevos. La maestra puso como ejemplo a la gallina. Le pidió a Juanito: “Pasa al pizarrón y dibuja un huevo”. Obedeció el chiquillo, y mientras hacía el dibujo se llevó una mano al bolsillo. Desde el fondo del salón gritó Pepito. “¡Está copiando!”. El Tren Maya deberá llamarse ahora “el Adelita”. Recordemos la estrofa de esa antigua canción: “Y si Adelita se fuera con otro / la seguiría por tierra y por mar, / si por mar en un buque de guerra, / si por tierra en un tren militar”. Puesto en manos de la Secretaría de la Defensa Nacional ese tren se convierte en militar, igual que tantas cosas que debiendo ser civiles se han vuelto militares. Regalo venenoso es ése. En el mismísimo primer día de su operación el trenecito mostró fallas que obligarían a ponerlo en cuarentena hasta nuevo aviso a fin de revisarlo en forma exhaustiva y remediar en lo posible los problemas que presenta, tantos que su inauguración formal será quizás hasta finales del sexenio (próximo). Todo indica que el tal tren será un barril sin fondo al que habrá que estarle echando dinero de continuo, y ese desorbitado gasto correrá por cuenta de la secretaría que ahora lo recibe como nueva dádiva, pero que es en verdad herencia llena de complicaciones, cuando no de problemas de corrupción por lo útil que resultará ese ferrocarril para transportar mercaderías ilícitas. Dice un proverbio: “Tanto quiere el diablo a su hijo hasta que le saca un ojo”. Tan numerosas y variadas funciones ha entregado López a soldados y marinos, funciones ajenas por completo a su naturaleza y a las tareas que por ley constitucional les corresponden, que en vez de favorecerlos los ha cargado de obligaciones cuyo deficiente cumplimiento les ha acarreado ya las críticas -y la antipatía- del sector civil, que antes aplaudía su desempeño en tareas de seguridad y de ayuda a damnificados en casos de desastres. Mejor habría sido que la milicia y la marinería hubiesen dicho: “Gracias, no”, a los ofrecimientos de AMLO. Al parecer, sin embargo, el imán de los presupuestos que acompañan a esos dones ha probado ser más fuerte que la prudencia, el apego a sus atribuciones y el respeto a la legalidad. En este caso, me temo, a la Sedena se la va a llevar el tren, si me es permitida la alusión elemental. Pero en fin, eso sucede cuando se manda al diablo a las instituciones. Con ello se manda al diablo también al país. Una joven mujer le dijo a otra: “No sé por qué me da mala espina mi nuevo psiquiatra. Tiene diván de terciopelo negro con cupo para dos personas y espejo en el techo”. (Nota: y en la mesa de la sala de espera hay ejemplares atrasados de las revistas “Playgirl”, “Celebrity Skin” y “Chéri”, las tres con desnudos masculinos. Algunos pacientes han pedido que intervenga el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, pues también debería haber ejemplares de “Playboy”, “Hustler” y “Penthouse”).. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Voy esta noche por los aposentos de la casona de Ábrego.

Me alumbro con la luz de una vela, pues cualquier otra luz mata el misterio.

Llego al estrado, que así llamaban los ancestros a la sala. Aquí está el piano de mesa, y están los retratos en óvalo y vidrio cóncavo de don Ignacio de la Peña y Peña y doña Trinidad Valdés; y los ramilletes de flores de hojalata, y las mesitas rinconeras con las esferas de colores y los abanicos de marfil y carey de las señoritas de antes.

Entro luego en las alcobas. La de la abuela, con su ropero de espejo de seis lunas y su reclinatorio para orar frente al Sagrado Corazón. La del abuelo, con su cama ancha de latón en cuyas gruesas columnas se guardaban monedas de oro y plata.

Pasa de pronto frente a mí la procesión de los fantasmas de la casa. Uno me mira, y alcanzo a oír que le pregunta al que va al lado:

-¿Quién es ése?

El espectro responde:

-Otro fantasma.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Se impondrán los libros de texto.”.

Con ese dictamen nuevo,

quien los hizo en hora aciaga,

en vez de ser Marx Arriaga

se llamará Marx Ahuevo.