"Hoy se cumplen cuatro anos de los atentados a Nueva York y Washington, perpetrados por grupos vinculados con Al-Qaeda. El 11 de septiembre de 2001 no sólo murieron de manera trágica 2 mil 986 personas víctimas del terrorismo irracional, sino que concluyó para el mundo una etapa de relativa tranquilidad.
Desde ese día la comunidad internacional vive presa del temor y asediada por la inseguridad, lo que se ha reflejado en la forma en que se viaja, se hace diplomacia y aun la manera en que conviven entre sí seres humanos de diferentes razas, religiones y culturas, quienes ahora en comunidad recelan más uno del otro y son más proclives a la xenofobia.
Después de esa fecha, los muertos en las torres gemelas se han extendido de manera exponencial en Afganistán e Irak, donde el programa antiterrorista estimulado de forma particular por el presidente George W. Bush lanzó sus más potentes armas contra quienes, a su parecer, son los responsables de aquella atrocidad original.
Esta actitud beligerante ha cobrado, a su vez, una cuota mayor de sangre inocente, en atentados contra las ciudades de Madrid y Londres, haciendo que la espiral de la violencia amenace con ser infinita.
No ha habido poder humano capaz de poner un alto racional a esta masacre, ni de hacer entender a las partes en disputa que es tiempo de apelar a la diplomacia y al intercambio de argumentos, dejando a un lado las actitudes primitivas y viscerales, que suelen escudarse en discursos de corte teológico para justificar sus respectivas atrocidades y usar la fuerza bruta sin control.
La civilidad obliga al análisis profundo y serio de las razones que incubaron en células extremistas del mundo islámico la terrible idea de los ataques terroristas, alguna de ellas se ha dicho tiene que ver con la forma en que Occidente se ha posicionado en países del Medio Oriente. Rencores incubados no pueden guardarse por mucho tiempo.
Naturalmente, esto no tiene que ver con los argumentos falaces y superficiales que hablan de ""las fuerzas del mal y que los musulmanes quieren destruir el modo de vida americano"".
No es justo que las superpotencias de Occidente y los grupos fundamentalistas árabes mantengan la irresponsable disposición a que sus conciudadanos mueran día a día, como mártires de causas de cuestionable validez en un caso y de frenético fanatismo en el otro. Como quiera que sea, ambos argumentos tienen al resto del mundo como rehén.
Es tiempo de que las instancias multinacionales como la Organización de las Naciones Unidas, asuman su parte de responsabilidad en este fenómeno de violencia sangrienta que nos afecta a todos.
Ciertamente, en un primer momento, el menosprecio y rechazo del Gobierno de Estados Unidos a la participación de la ONU tan sólo en la intervención que hizo en Irak fue más que evidente en un acto de arrogancia y extrema soberbia; pero el tiempo ha pasado y la situación mundial exige que asuma su responsabilidad como árbitro internacional.
Se requieren acciones diplomáticas de fondo y una gran cruzada internacional para encauzar, por la vía del diálogo y la negociación, un conflicto que no puede seguir enlutando hogares como ocurre hoy mismo en Medio Oriente y como ha ocurrido en Estados Unidos, Reino Unido y Espana. Quizá una propuesta que merece ser atendida, pronto, es la que hace el presidente del gobierno espanol, José Luis Rodríguez Zapatero, con su Alianza de Civilizaciones, que presentará, pronto, en la ONU.
Es absurdo que en muchas partes del mundo se viva con el temor de un atentado contra gente inocente. Es urgente, en nombre de quienes han muerto, que esto pare ya. Nunca más otro ataque terrorista como los de Nueva York, Madrid y Londres. (El Universal)
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11-S: cuatro anos
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