Desde que tiene uso de razón, Abenamar Manga se involucró en la elaboración de las hamacas, tarea en la que participaban sus otros cuatro hermanos. Empezaban a tejer un hamaca desde antes de ir a la escuela y al regreso de la misma, había que concluirla.
Manga cuenta a sus 65 años de edad que su familia es parte de un grupo de varias familias que se dedicaron a la elaboración de hamacas. Muchas de ellas aún se mantienen en activo, pues en Berriozábal se les identifica como elaboradores de hamacas.
Trabajar el ixtle era inversión de varias horas de tiempo, pues se tenía que limpiar de forma manual y después se armaba el hilo, tareas que hacían con sus hermanos antes de las nueve de la mañana, pues era la hora en la que se acudía a la escuela.
Las actividades de tejido comenzaban en la casa de la familia Manga luego de las labores escolares y de la comida. Al hermano mayor le tocaba hacer las hamacas más grandes, y al más pequeño le correspondían las más chicas.
Su padre esperaba el fin de semana para viajar hasta lugares como Comitán, San Cristóbal y Tuxtla Gutiérrez, pero el lugar donde se estableció y logró tener mejores ventas fue en Villaflores.
A la edad de 16 años, Abenamar Manga acudió a Tuxtla, en donde trabajó como mesero de varios restaurantes de hoteles, hasta hacerse cargo de la gerencia de uno de ellos, razón que le permitió aprender conocimientos básicos del idioma inglés.
Con el paso de los años, Abenamar observó que en Berriozábal hacía falta un lugar en dónde desayunar y que se sirviera con el profesionalismo que aprendió en su andar como empleado de restaurantes.
Fue así que estableció un comercio de alimentos en el parque central de Berriozábal, lugar en donde expone su trabajo con el fin de difundir sus conocimientos a los visitantes del lugar.