Han pasado 16 meses desde aquel momento en que fue detectado el primer caso de la covid-19 en Chiapas; con más de 480 días en emergencia sanitaria, en la que se vivieron momentos críticos por las muertes masivas y los contagios constantes, parece que la “normalidad” económica regresó en medio de la incertidumbre social por los repuntes.
Desde que salen los primeros rayos del sol, que se alcanzan a observar desde varios puntos de la ciudad, las personas comienzan con la rutina laboral y se desplazan por diferentes calles de Tuxtla Gutiérrez. Ahora se observa una constante: la mayoría de los ciudadanos, como una medida básica, utiliza el cubrebocas; los menos o los más incrédulos, son los que aún desprecian las recomendaciones de las autoridades en materia de salud.
El recorrido comenzó sobre la avenida Central, donde se observó que en la actualidad un porcentaje considerable de los negocios, además de ofrecer sus productos habituales, también oferta la venta de materiales sanitarios para prevenir los contagios.
En la actualidad, ingresar a los establecimientos implica la colocación del gel antibacterial y el uso del cubrebocas; en los sitios más estrictos se añade la toma de temperatura y la sanitización de los clientes. Las medidas se amplían, dependiendo el lugar.
Algunas tiendas departamentales en Tuxtla Gutiérrez piden a la población respetar la sana distancia y también tienen limitado el aforo de personas, no saludar de beso, y hasta respetar las rutas de entrada y salida forman parte de las restricciones.
Sobre la avenida Central también se ven algunos establecimientos que cambiaron de giro, otros mantienen un rótulo que dice: se renta. Son las consecuencias de 16 meses de complicaciones sanitarias que después se convirtieron en problemas de ingresos para los pequeños y medianos empresarios.
Todos los días aparece el reflejo de los vaivenes de las personas; aunque se esperaría que en la tercera ola de contagios la población se ausentara de las calles, en la plaza central se observa a propios y extraños disfrutar del transcurso de las horas bajo los escasos árboles que aún quedan en un gran pedazo de espacio que está cubierto de asfalto.
La “nueva normalidad” regresó, la única diferencia es que ahora la población ve al cubrebocas como un artículo indispensable que se tiene que utilizar antes de salir del hogar. A lo largo de 480 días de emergencia sanitaria, el quédate en casa no aplica para todos; a pesar de los esfuerzos institucionales, se puede notar que las calles lucen llenas del comercio informal.
En la Dirección de Registro Civil, ubicada en el “corazón” de Tuxtla Gutiérrez, a diario las personas hacen fila a las afueras; un aviso advierte que los servicios se darán a la población de manera habitual y en los horarios establecidos, sin embargo, al interior hay control en el aforo de personas.
La afluencia es más notoria adentro del mercado Juan Sabines; los espacios de comida son los que muestran el mayor número de ciudadanos. En este sitio parece que la pandemia ya no existe. Para ingresar no hay restricciones, sólo recomendaciones plasmadas en las entradas.
En las laterales de la calle Central se ve el paso de la ruta B-09: el conductor sí porta el cubrebocas. Dos conductores de taxis compran este producto con aquellos que lo ofertan en la informalidad; ahora estos materiales se pueden adquirir hasta en cinco piezas por 10 pesos, dependiendo el establecimiento.
Con todo y el repunte de casos de la covid-19, la actividad económica no para en Tuxtla Gutiérrez, que es la ciudad que ha sido más golpeada con el número de personas enfermas y también con las defunciones. La zozobra de qué pasará con el cambio en el semáforo epidemiológico sigue latente.