Aunque las autoridades en materia de salud han informado de nuevos lineamientos para el manejo de la pandemia por la covid-19 y que incluye la determinación de que el cubrebocas ya no es obligatorio en algunos espacios, Marely Bravo Muñoz, especialista en Psiquiatría del Adulto Mayor y Deterioro Cognitivo, explicó que la ansiedad es el factor principal que ha provocado que la juventud se resista a retirarse las mascarillas, debido a los cambios que han experimentado en sus rostros en los años que ha durado la emergencia sanitaria.
En lo referente al síndrome de la cara vacía, explicó que se trata de un término que se usa en el mundo de la psicología para describir un fenómeno que ocurre de manera súbita en la parte social. Sin embargo, en la psiquiatría se ha abordado a través de los cambios provocados por el virus en las afectaciones físicas y hasta económicas.
Al citar a la Organización Mundial de la Salud (OMS), mencionó que la pandemia de la covid-19 provocó que la ansiedad aumentara un 25 %. Es decir, ese pequeño acto de retirarse el cubrebocas para rehacer la vida se relaciona con la fobia específica y social.
Hay casos, detalló, donde las personas muestran ansiedad al hacerse expectativas sociales, debido a que lo único que observó el público de este grupo poblacional fueron los ojos. Además, la propia juventud experimentó cambios en sus rostros (algunas lesiones, crecimiento del bigote, rasgos únicos, acné o malformaciones), pero en todo este tiempo lo pudieron ocultar con el cubrebocas.
La psiquiatra comentó que la infancia y adolescencia son los dos rubros que han tenido más complicaciones para quitarse la mascarilla y aceptarse como eran antes de la emergencia sanitaria. En su opinión, quienes han mostrado mayor resistencia para dejar de usar esta medida preventiva son las personas que están experimentando los grados más altos de ansiedad.
“Si mi salud mental era estable desde antes, entonces me ponen el cubrebocas y me lo pongo. De pronto me dicen: ya no es necesario, podemos hablar sin la necesidad del cubrebocas; [entonces] me lo quito y no pasa nada”, complementó Bravo Muñoz.
En el otro caso, comentó, las mascarillas de protección también se han quedado como un “amuleto” para evitar el riesgo de contagio dentro de aquellas familias que han experimentado algún dolor al perder un conocido por el virus. Lo recomendable, detalló la especialista, es que el retiro se haga de manera paulatina en el hogar o en ambientes cómodos.
Los familiares en cambio, dijo, juegan un papel importante para dar acompañamiento a la juventud a través de no juzgar los cambios que hayan experimentado las personas en sus rostros. Al contrario, debemos aprender que si alguien no consulta inquietudes sobre su cuerpo, no hay razón alguna para hacer señalamientos o juicios respecto de algo que “es bueno o malo”.