Sentado sobre la banqueta de la 3.ª Norte y calle Central se observa a don Emiliano, un señor de 77 años que con mucho ánimo teje sus juguetes de rafia, un plástico duro que trae desde el centro del país para transformarlo en figuras de animales como jirafas, venados, chivos o perros.
Todos los días, al llegar a su “lugarcito” —como él lo llama—, extiende una lona y sobre ella coloca algunas sonajas, estropajos y sus “ahuil”, palabra que significa juguete en náhuatl, su lengua materna.
Don Emiliano es originario de Santa María Coacoacuán, Puebla, y llegó a Tuxtla desde hace 14 años junto con su familia. Desde entonces se ha dedicado al comercio para tener algunos ingresos. “Me gusta trabajar y ganar un dinerito extra con mi trabajo; los más grandes salen 50 (pesos) y los más pequeños a 10, aunque hay personas que de corazón me dan más”, relata.
Estudió cuatro años en la escuela para personas adultas, ahí aprendió a leer y a escribir, pero la pandemia le impidió continuar sus estudios, quedándose con las ganas de estudiar la prepa. Sin embargo, no reprocha nada y asegura que mientras tenga vida, él seguirá “echándole ganas”.