Huele a adobe, a barro, a teja; más de cien años adornan una vivienda que se ubica en el ejido Plan de Ayala, de esas casas que quedan muy pocas en Tuxtla Gutiérrez. El color está por todas partes y en medio un altar: parece un portal que conecta con los seres queridos que han partido al más allá.
Raúl Bonifaz abrió las puertas de su hogar. La madera y las flores se respiran; las catrinas recuerdan más de 50 años de tradición en esta familia. El incienso perfuma el hogar. El pan de muerto, las mandarinas y hasta el tequila revisten el espacio.
Es un altar con recuerdos a seres queridos, a la familia que se adelantó en el camino, pero las tradiciones se quedan. Hay que conservarlas porque, como relató Bonifaz, dan una sensación de paz y tranquilidad. La sala de este hogar te lleva a muchos rincones del país: Chiapa de Corzo, San Cristóbal de Las Casas, Tuxtla Gutiérrez y hasta el Estado de México.
Las manos de artesanas y productores locales también se ven reflejadas. La luz tenue y el papel picado embellecen el lugar; la buena vibra te hace recordar lo especial que es la vida y lo que representa la muerte en este camino.
En las paredes de adobe dos ilustraciones atraen la mirada; catrinas y catrines rememoran el Día de Muertos; esta fecha se convierte en un momento de fiesta y de reuniones familiares. Armar el altar llevó alrededor de cuatro días, pero más de un mes para conseguir todos los elementos.
La flor de cempasúchil viene de la Ribera de Cupía de Chiapa de Corzo, es decir, estas tradiciones se acompañan del consumo local. “Yo recuerdo que crecí con esta tradición en mi familia y la he conservado. ¿Qué es lo que hacemos? Primero vamos a cortar la flor, la traemos y empezamos a poner el altar”; después se contacta a las personas que elaboran los artículos, dulces y alimentos que consumían los familiares.
La juncia se recoge en algunas parcelas de Ixtapa. Las veladoras fueron adquiridas en el mercado Rafael Pascacio Gamboa y las cruces vienen de Zinancantán y San Juan Chamula. Es decir, en un sitio se reúne el talento de chiapanecos y chiapanecas. Con las fotografías también se recuerda a las amistades y hasta a ¡las mascotas!
De forma personal, el esfuerzo de montar un altar recuerda a Bonifaz los episodios más felices que pasó con sus amigos, amigas y familia. “De fiesta, de alegría, también de angustia, de tristeza. Me hace reflexionar que la vida es pasajera, hay que disfrutar los momentos en los que estamos en esta tierra”.
Por la pandemia en los últimos dos años no pudieron abrir su hogar para mostrar el altar a familiares y conocidos; en este 2022 las cosas se ven mejor, la casa luce de forma distinta, las flores y adornos también reflejan la alegría de continuar con la vida, teniendo siempre en mente que hay que estar preparados para partir en el momento menos esperado.
“La vida es alegría y sufrimiento. La muerte también es fiesta, es comida, es baile, es estar con la familia. Eso es lo que te trae las tradiciones del Día del Muertos. Poner la ofrenda es volver a encontrarte con tus seres queridos que están en otra parte del universo”, describió.
Este hogar, además de recodar a los fieles difuntos con un altar muy colorido, también se prepara para recibir a las niñas y niños que tomarán unos minutos para disfrutar de sus dulces en la tradicional ¡Calabacita, tía! Pero, también, para que puedan observar el altar y recuerden parte de las tradiciones.