Malin Jönsson, coordinadora de la fundación Semillas de Vida, explicó el contexto del maíz en el campo mexicano, desde las importaciones a partir del nuevo decreto presidencial que busca la eliminación gradual del glifosato y del maíz transgénico, así como la prohibición en el consumo humano y lo que implica para los países como Estados Unidos y Canadá.
-¿Cuáles son las entidades con mayor producción de maíz?
Antes de los años 90, la mayor parte de la producción de maíz en México fue el centro y centro-sur. Pero durante ese proceso, por un lado se eliminaron los apoyos productivos para la producción campesina del maíz; pero por otro lado, se crearon programas de comercialización que está subsidiando bastante la producción a mediana y gran escala, sobre todo en Sinaloa. Al principio de los años 90 producían como 2 % del maíz en el país y ahora están en el 26 %.
Entonces se transformó un poco la producción del maíz interno y se concentró más hacia el norte, en particular Sinaloa, que está produciendo la cuarta parte de todo el maíz que se produce.
Se ha reconfigurado un poco la producción.
-¿En qué contexto está el tema de las importaciones?
En 2020 salió un decreto presidencial que dice que vamos a eliminar de forma gradual por un lado el uso del glifosato y por otro, el uso de transgénicos, sobre todo en el consumo de los maíces transgénicos y pues se empezó a criticar este decreto presidencial.
En febrero de este año salió una nueva publicación del decreto como respuesta al ultimátum que Estados Unidos dio a México al solicitar los fundamentos científicos frente a la prohibición del maíz genéticamente modificado y el glifosato.
-¿El maíz importado es para consumo humano?
Es importante subrayar que el maíz que estamos importando no es el mismo maíz que consumimos tradicionalmente en México, con su biodiversidad de los maíces que está relacionado con los 700 platillos que se producen.
El maíz que estamos importando de EE. UU. que es un commodity, una mercancía que está desarrollada para que tenga más almidón, para que sea homogénea, transgénica y amarilla. No está desarrollado para el consumo humano, está desarrollado para el combustible y la industria de alimentos y sobre todo para forraje.
Sin embargo, en en el año 2021, el consumo de maíz que se importa subió hasta 39 % de todo el maíz que se consume en México, y el argumento es que no lo estamos consumiendo directamente, a pesar de que se ha mostrado que las harinas de maíz en México sí están contaminados por los transgénicos y el glifosato.
Por ello hay preocupación en Estados Unidos, los capitales transnacionales como Cargill y empresas que desarrollaron el maíz para crear el jarabe de alta fructuosa, que también estamos importando para el refresco.
Entonces estas mismas empresas, dentro de uno del Consejo Nacional Agropecuario empezaron a presionar en que se eliminara ese decreto porque es una amenaza en contra su poder en la alimentación internacional mundial y en particular en México.
Entonces empezó esa tensión y se comenzó a discutir y ahora lo que se ha pasado que EE. UU. y Canadá han manejado de que haya un panel de controversias dentro del contexto del Tratado de Libre comercio (TMEC) para decir que no podemos prohibir la importación del maíz transgénico y según esto es porque no hay pruebas científicos dentro que es dañino contra la salud, cuando se ha mostrado varias veces que sí existen.
La amenaza sigue presente y ha sido desde hace mucho tiempo.
-¿Cómo han visto la postura del presidente frente a la presión de los países del norte?
Para nosotros es muy bueno que haya este decreto. Lo que es interesante es que están haciendo como un truquillo, porque están poniendo en esos paneles de controversias en el capítulo noveno, en los aspectos fitosanitarios en el TMEC y no lo están considerando abajo en el capítulo 24, que es protección al medio ambiente; entonces lo que vemos aquí es que se están concentrando en el consumo directo humano del maíz transgénico, aunque hay muchas pruebas y estudios científicos que nos está mostrando que sí hay daños y que también es muy importante que el maíz transgénico no se siembra solito, se necesita glifosato y hay más estudios que muestran que es cancerígeno y que daña la salud de muchas diferentes maneras.
Nos parece muy bueno que se está discutiendo y que es imprescindible reemplazar ese maíz transgénico que estamos importando de por lo manos un maíz que no sea transgénico, y es posible porque hay productores y organizaciones que dicen que sí pueden hacerlo.
-¿Qué se necesita para lograr mejoras al campo mexicano?
Necesitamos más recursos productivos para producción de los maíces en general en México, pero del maíz nativo en particular, necesitamos políticas públicas integrales que realmente están dando seguimiento y cumplimiento del decreto.
Entonces sí puede ser un primer paso pero necesitamos muchísimo más para que se logre y se entiende que hay muchas presiones del otro lado, pero lo que necesitamos es que el presidente siga haciendo políticas públicas por el bienestar de la población mexicana y de la naturaleza y no por los intereses transnacionales.
La Secretaría de Economía dio a conocer que Cofepris (Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios) realizará investigaciones científicas en torno a los posibles impactos en la salud de las personas del maíz genéticamente modificado. Tales estudios se realizarán con agencias sanitarias de otros países.
Mientras que el gobierno de EE. UU. amenaza México con recurrir a medidas formales apegadas al Acuerdo Comercial de América del Norte (T-MEC), antes TLCAN. Para las organizaciones que integran la campaña “Sin maíz no hay país”, la polémica muestra que los tratados de libre comercio ponen en riesgo la soberanía de los países cuando alguna de las partes está en situación de desventaja.
Sin embargo, como argumenta Jönsson, en el T-MEC existen artículos que protegen la soberanía de los países, es decir, México puede prohibir el uso productos de tecnología moderna u organismos genéticamente modificados (OGM).