Santiago, hijo de Diana, tenía 4 años cuando padeció acoso escolar por primera vez en una guardería de Tuxtla Gutiérrez. Un niño de su misma edad lo golpeaba, hostigaba y amenazaba todos los días.
El problema se agravó cuando Santiago comenzó a tener resistencia para ir y entrar a la escuela; hacía berrinches, pateaba a las profesoras y nadie entendía por qué. La dirección y el área de psicología de la guardería decidieron expulsarlo un mes porque consideraron que se trataba de un problema de violencia familiar.
Cuando el menor de edad fue atendido por un psicólogo particular, su madre se percató del acoso escolar que el niño de 4 años padeció durante meses, además de la revictimización de la dirección, psicóloga y profesoras de la institución.
Aunque Santiago continúa en terapias, Diana relató a la editorial Cuarto Poder que su hijo aún tiene dificultades para confiar en otras personas y relacionarse con niños de su edad, “mi hijo se ha vuelto a topar con esos problemas, pero nos damos cuenta rápido e intervenimos; confía en mí, pero también hemos notado la incapacidad y poca preparación de los profesores y directivos de las primarias para enfrentar el bullying”.
De los últimos casos de acoso escolar en la capital de Chiapas, se suscitó en enero pasado cuando Mariana, de 14 años, resultó con secuelas por un grave golpe en la cabeza luego de ser empujada por un compañera al interior de la Secundaria Técnica número 2, mejor conocida como la Prevo.
La adolescente fue hospitalizada, hubo quejas, demandas y pronunciamientos; pero después de la denuncia que se interpuso ante la Fiscalía de Chiapas, las familias de las víctimas fueron amedrentadas para desistir del acto y retractarse públicamente en los medios de comunicación.
Docentes de diferentes escuelas que fueron contactadas sobre el tema, argumentaron que el problema es mayor del que se puede ver en las noticias y coinciden en que, en muchas ocasiones, son problemas que se les salen de las manos, sobre todo cuando no hay apoyo en casa.
El problema se agravó
Nidia Alcalá Garcés, neuropsicóloga, explicó que el acoso escolar tiene una implicación completamente violenta en cualquier edad —temprana o adolescente— y las secuelas e impactos siempre son en la autoestima, en la falta de gestión de límites y sobre todo en el riesgo físico.
Precisamente el incremento del nivel de violencia está vinculado a su normalización y por ello los contextos escolares tienen que lidiar con situaciones en donde esta violencia se va replicando y va subiendo de intensidad hasta llegar a las agresiones que pueden poner en peligro la integridad de una persona, explicó la especialista.
“Debemos entender que desde adultos nosotros normalizamos la violencia, los niños la normalizan desde la crianza en las primeras etapas de la vida y esta predisposición del cerebro a este tipo de conductas normaliza el fenómeno”.
Esto incluye la violencia física, verbal, emocional y no menos importante la digital, misma que ha abonado a este aumento de las agresiones entre menores de edad replicadas de plataformas como Tik Tok.
“El acceso que tienen, sobre todo los adolescentes, es masivo. Por ejemplo, en el Tik Tok la exposición que hay a este nivel de contenidos por supuesto que irrita en el cerebro”, pues promueven conductas violentas, expuso la neuropsicóloga.
“Ahora, del medio digital lo llevas a un contexto donde la violencia se replica a nivel del padre y del lenguaje. Si revisamos nuestra comunicación encontraríamos que todos los días es altamente violenta”.
¿Qué hacer?
Para Alcalá Garcés el acoso escolar ha incrementado de manera exacerbada “y cada vez se atreven a más”, no obstante, el fenómeno también está ligado a nivel de la estructura social. Pero reconoció a las nuevas generaciones de madres y padres que se inclinan a la crianza positiva que promueve —justamente— que no existe ningún tipo de acción que justifique el uso de la violencia.
“Crían desde la inteligencia emocional y entienden el concepto de salud mental para darles herramientas a sus hijos para gestionar las emociones”, y en esta parte enseñarles sobre el consentimiento tanto a niñas como a niños es muy importante para poner límites y aprender a decir no.
La neuropsicóloga hizo hincapié en que dichos como “una nalgada a tiempo” son menos recurrentes, ya que es un recurso que no debe ser usado en la crianza.
En cuanto a exposición a los dispositivos móviles, dijo que es necesaria la censura o los filtros en el contenido al que tienen acceso niñas, niños y adolescentes, mientras como sociedad “tenemos que hacer visible que la violencia no solo es la parte física, puede ser desde cómo te comunicas, cómo hablas, cómo te comportas contigo, la violencia que te puedes generar a ti mismo y entender que la violencia es un fenómeno del que no tenemos plena conciencia o que podemos llegar a ver”.
Entre las alternativas para erradicar el acoso escolar, dijo que existen muchas herramientas seguramente en línea o talleres que promueven la convivencia escolar, para no permitir que repliquen este tipo de violencias que le puede llegar a costar la vida a alguien, como en el caso de Norma Lizbeth “N”, quien murió por los golpes que recibió en una riña con una compañera de escuela en Teotihuacan hace unos días.
Gestionar el enojo
En este tenor, es importante que padres y madres enseñen a su hijos a gestionar el enojo, recomendó la experta, ya que contraria a la idea negativa sobre esta emoción, puede ser canalizada sin arriesgar la integridad propia y de las personas alrededor.
“Cómo se le puede ayudar a un niño enseñarle a decir que no, enseñarle a enojarse. El enojo es una emoción primaria que te resguarda. Si el niño está constantemente pegando se le debe enseñar que está transgrediendo el límite y que está poniendo en riesgo la integridad del otro; entonces aquí hay que ver cuál es el origen de esa violencia, de dónde viene”, precisó la neuropsicóloga.