Avances tecnológicos causan obesidad

Los factores que impulsan la epidemia de obesidad se deben en gran medida a los comportamientos y los entornos en los que vivimos. Estos incluyen: fácil acceso a alimentos altamente procesados y azucarados; una disminución de la actividad física que se relaciona con los avances tecnológicos en el lugar de trabajo y el hogar; y un mayor consumo de alimentos poco saludables que se vinculan con frecuencia con el aumento de la riqueza y los ingresos.

De acuerdo a un estudio realizado por el Banco de México, la exposición a riesgos ambientales, como la contaminación del aire, y el acceso restringido a servicios básicos, también contribuyen de manera importante a la epidemia de obesidad.

Destaca que en la actualidad, las enfermedades relacionadas con el sobrepeso y la obesidad, como la diabetes, las afecciones cardíacas y el cáncer, se encuentran entre las tres principales causas de muerte en todas las regiones del mundo, excepto en África al sur del Sahara.

De tal manera que Annette Dixon, vicepresidenta de Desarrollo Humano del Banco Mundial, consideró necesario abordar este problema de manera proactiva para contribuir significativamente a generar capital humano, asegurar un mayor crecimiento económico y mantener una fuerza laboral saludable y preparada para un futuro productivo.

Cabe mencionar que se proyecta que, en los próximos 15 años, los costos de la obesidad ascenderán a más de USD siete billones en los países en desarrollo, dejando atrás a los más desfavorecidos.

Aunque no se trata solo de los costos de atención médica, sino también de los gastos indirectos derivados de la reducción de la productividad laboral, el ausentismo, la jubilación anticipada, entre otros problemas, que la sociedad y las personas deberán asumir.

Las investigaciones muestran que las actuales inversiones en intervenciones eficaces en función de los costos podrían salvar 8,2 millones de vidas en los países más pobres y generar beneficios económicos por valor de USD 350,000 millones para 2030.

Mientras tanto países de todo el mundo se ven afectados ahora por lo que se conoce como la “doble carga de la malnutrición”, es decir, altas tasas de retraso del crecimiento infantil y mayores tasas de obesidad, comprometiendo aún más su capital humano.

Esta doble carga se traduce en cambios en las estructuras familiares, ya que los miembros de la familia, en particular las mujeres, se convierten de hecho en cuidadores de los adultos mayores. Además, las personas pobres sufren una mayor parte del problema, ya que son más vulnerables a las crisis económicas y sanitarias.

De tal forma que se proyecta que las enfermedades crónicas y no transmisibles aumentarán para 2030, a pesar de los cambios en el estilo de vida, el envejecimiento de la población y la creciente urbanización.

Y es que, a medida que los países crecen y experimentan cambios en el sistema alimentario, también aumenta la tentación de las personas de consumir alimentos poco saludables y hacer menos ejercicio.

“Reducir el sobrepeso y la obesidad es un bien público mundial. Abordar este problema de manera proactiva contribuirá significativamente a generar capital humano, asegurar un mayor crecimiento económico y mantener una fuerza laboral saludable y preparada para un futuro productivo”, apuntó Annette Dixon, vicepresidenta de Desarrollo Humano del Banco Mundial