De conocer asesinatos y desapariciones hasta marchar junto a más de 10 mil personas, son algunos de los fenómenos que atestiguó Bety Flores, conocida por ser estilista en el centro de la capital chiapaneca.
Flores, lleva 17 años con su estética ubicada en la 4ta poniente entre avenida Central y Primera Norte. Originaria del barrio de San Pascualito, ha vivido en carne propia diferentes momentos respecto al empoderamiento de la comunidad LGBT+ en Chiapas.
La mujer en casi 20 años de servicio, disfruta su trabajo, un oficio el cual era impensable apenas 40 años atrás; en una época muy sombría para la comunidad, sobre todo durante el sexenio de 1988 a 1993.
Transición
Bety Flores reflexiona sobre cómo un hombre iba a ser su proceso de transición hace cuatro décadas. En su adolescencia, le molestaban mucho pero pese a ello decidió transformar su cuerpo al operarse la nariz en 1997; sumado a una serie de inyecciones para moldear su cuerpo.
“Todas pasamos por lo mismo, todos somos víctimas de la intolerancia. En realidad, buscamos llegar a donde nos sentimos cómodas. Aunque, existen unas personas más reservadas como yo. Ni mi mamá me hizo dudar. Lo más difícil es pensar cómo reaccionaría la familia, pero la gente no”, expuso mientras se acomoda en una silla especial para cortar cabello.
Reconoce el avance médico en las intervenciones para explotar la identidad de género, en vista de que antes eran las propias mujeres quienes de forma experimental recomendaban ciertos tratamientos.
“Ponte esto o ponte el otro dos veces a la semana y nadie sabía que te iba a hacer mal. Nosotras nos lo poníamos como las hormonas o luego nos inyectaban el cuerpo. Gracias a Dios no me hizo nada malo”, manifestó.
Persecución
Bety Flores vivió desde su juventud la época más oscura para la comunidad, por lo que recuerda con exactitud los años de 1992 y 1993; poco antes de que se fuera a la Ciudad de México.
“Fue muy temeroso, me salió la oportunidad y me fui, pero nosotras no sabíamos porque nos levantaban o te llevaban. Tenía una amiga con la que aprendí esto de la belleza y la agarraron porque iba vestida de mujer, se llamaba Ara, supe que la golpearon y soltaron al siguiente día por la Zona Galáctica”, comentó.
También recuerda la marcha realizada en 1992 por decenas de mujeres y activistas de la comunidad valientes ante el contexto mencionado.
A treinta años, las cosas han cambiado
Bety reconoce una modernización en el tema, ya que ha visto personas con abierta disidencia sexual agarradas de la mano, abrazándose o besándose. También, con alegría se admira de la unión de miles de personas que marchan en junio en el mes del orgullo gay.
“A la gente homofóbica no la vas a hacer cambiar nunca de parecer, pero estamos mejorando”, expuso.
Nuevos retos
Bety Flores se encuentra en la cúspide de su vida: tiene una relación estable con su familia, participa en eventos culturales como la salida de las chuntá de Chiapa de Corzo y sostiene su negocio desde hace casi dos décadas; principalmente cortando el cabello a mujeres, hombres, niños y niñas y hasta personas de la tercera edad.
Un hito en su negocio no fue la discriminación ni la intolerancia sino la pandemia, ya que tuvo que exprimir al máximo sus ahorros para vivir.
“No había trabajo. Mucha gente se encerró y dejó de trabajar. Se acabaron los guardados. Fue duro sobrevivir así durante dos años, pero afortunadamente no me enfermé”, describió.
El mensaje de Flores, ante todo lo que ha vivido, para todas las personas es buscar la felicidad: “Sean felices como sean, que nadie les impida ser felices. Defiendan sus creencias y pensamientos. Hago lo que me gusta hacer, ya pasaron los tiempos difíciles y ahora se disfruta un poco más, ya con lo que vivimos fue demasiado”.