Buscan tejer la identidad en Carranza
El taller reúne una sinergia entre el idioma y textil. CP

La Dirección General de Vinculación Cultural, encargada de articular, a nivel nacional, la política cultural establecida por la Secretaría de Cultura visibilizó los resultados del programa: “Semillero creativo de telar y lengua tsotsil”; un espacio donde palabras e hilos tejen la identidad y la cosmovisión del pueblo totique.

Recuerdos

La primera vez que Mariela tocó los hilos, es un recuerdo que la remite a aquel tiempo cuando veía a su abuela urdir y crear en el telar de cintura. De la mano de la maestra artesana Carmen Vázquez Hernández, su abuela paterna, Mariela aprendió desde los 10 años a entrelazar la urdimbre y trama para dar vida a los brocados que guardan la cosmovisión del pueblo totik (o totique). Ahora es ella quien, a sus 19 años, en su labor como docente del Semillero creativo de telar y lengua tsotsil en Venustiano Carranza, guía a niñas, niños y jóvenes en el oficio.

Fue después de ver una función del Semillero Creativo de Teatro en lengua tsotsil en Zinacantán, durante un consejo del encuentro de Original, cuando la joven imaginó un espacio así en su comunidad. Su convicción por compartir con la niñez y las juventudes algo sobre el arte del tejido, y la sensibilidad de distintas funcionarias públicas, hizo posible la creación de este proyecto.

En el Semillero creativo en Venustiano Carranza, ella enseña el telar de cintura y José Francisco, tsotsil.

“Tejer es crear nuevas formas de ver el mundo, tanto el tejido como la lengua tsotsil están entrelazados con nuestra vida cotidiana y la de nuestros ancestros”, reflexiona la joven docente luego de explicar cómo el tsotsil y los brocados hilan su historia e identidad como pueblo totik. Para ella, el Semillero también ha sido una oportunidad para recuperar la lengua que en su familia se dejó de transmitir y aprenderla junto a las niñas, niños y jóvenes que asisten.

Formando hilos

Mientras Francisco comparte palabras en tostsil, Mariela dialoga con la niñez y las juventudes en el Semillero sobre el significado de los brocados que van formando con los hilos mientras tejen.

Aunque ya no existe una división sobre aquellos brocados que deben portar los hombres o las mujeres, los estereotipos que asignan el tejido a actividades femeninas, y la agricultura y ganadería a labores masculinas, siguen presentes en muchas familias. Al Semillero han llegado niños a quienes se les permite aprender tostsil, pero se les prohíbe el telar.

El tiempo, sin embargo, ha hecho cambiar de opinión a las personas. Cristian, por ejemplo, es un niño que acompañaba a su hermana al Semillero y se dedicaba a observar, cuando su padre le permitió tejer, abrazó la actividad con dedicación y entusiasmo.

El grupo conformado por 14 niñas y siete niños, aproximadamente, ha consolidado una red en la cual se apoyan unas a otros: juegan, cuentan números en tostsil y comparten sus saberes con quienes recién llegan al Semillero. En otras, la docente se equivoca para que corrijan y demuestren lo aprendido; en las asambleas, subraya: “yo sé de esto, pero ustedes saben más”. De esta manera, niñas, niños y jóvenes se sienten con la libertad de proponer sus propias creaciones y desarrollar sus ideas.

Descubrimiento

Así, en colectivo, niñez y juventudes afirman sus voces al tiempo que descubren el estilo de “su mano”, pues, entre la tensión de los hilos y las cuentas de las hebras que se realizan en el telar, se dibuja algo parecido a una rúbrica. La de Mariela es parecida a la de su mentora, su abuela Carmen, quien le enseñó el valor de un telar y a veces visita el Semillero para compartir la experiencia que durante tantos años ha cultivado. Su trayectoria como artesana reconocida internacionalmente, sus anécdotas y sus textiles son una fuente de inspiración para Mariela y otras mujeres que se dedican al telar de cintura.

El Semillero es una invitación a niñas, niños y jóvenes para difundir, participar y fomentar la lengua tsotsil y el telar de cintura, elementos que les dan identidad como “carrancistas”. Finalmente, explica la docente, el telar, la lengua, los colores tradicionales (amarillo, morado, verde y rosa) son parte de su riqueza como totikes, y ella se siente feliz de compartirlo con las nuevas generaciones.