Calabazas en la capital

Una está sobre la azotea. Otra colgada de la malla. Una más atrás del baño. Todas son calabazas macizas, listas para hacerse en dulce. Los niños se relamen los labios esperando el tradicional Día de Muertos.

Los empleados lo esperan como “agua de mayo”, para tener un momento de descanso adicional. El cuerpo lo pide a gritos.

Los vendedores de flores se frotan las manos porque es la época alta.

Los taxistas y colectiveros esperan un gran repunte en sus ingresos porque hay mucha afluencia de pasajeros.

Pero son los niños quienes cuentan los días y las horas para pedir su “calabacita tía”.

Pepito, de 7 años, alista su disfraz. Mariela, de 6, ensaya su canción de la rama muy agradecida.

Luisito observa su recipiente en forma de calabaza color naranja. Espera llenarlo este 1 de noviembre.

Algunos darán generosamente. Otros, serán remisos en dar. Y hasta se portarán groseros con los infantes.

La tierra, sin embargo, aunque no celebra los días ni las noches, sigue siendo generosa. Y sigue dando.

Ayer, en el patio de la familia González Gómez, en la colonia Arroyo Grande, se cortaron seis calabazas enormes. La más pequeña pesó siete kilos. La más grande, 20 kilos.

Una medía 70 centímetros de largo por 35 de ancho.

A varios se les antojó. “Ahí le encargo la semilla, por favor, comadre”, dijo Aurora a María Elena, mientras ésta última cortaba el enorme fruto con la ayuda de su hijo mayor.

Para el 2017, autoridades prevén una severa sequía que repercutirá en el rubro alimentario, económico.

Pero por lo pronto, el suelo en algunas partes de la ciudad capital sigue siendo fértil. Las calabazas de ayer son apenas una muestra de ello.