Los agricultores que siembran maíz en México cultivan una o más variedades que han seleccionado a través del tiempo en cada ciclo de siembra, así consiguen maíces adaptados al ambiente y a sus preferencias de consumo o del mercado.

El investigador en ciencias en recursos naturales y desarrollo rural, Guillermo Coutelin Duque de Estrada, desarrolló un estudio a partir de la influencia del medio físico, socioeconómico y cultural en el ejido Armando Zebadúa, en Ocozocoautla, para comprender por qué los agricultores prueban, descartan o adoptan diversos maíces.

A través del método bola de nieve, el investigador del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) seleccionó 21 informantes de diversas edades que producen maíz y con un amplio conocimiento del pasado de las semillas que se cultivan en la comunidad.

Aplicó entrevistas semiestructuradas y abiertas para documentar la historia de las semillas, desde la fundación de la comunidad hasta el presente.

Colonización

Los resultados indican que los agricultores, al colonizar la comunidad, trajeron maíz blanco, amarillo y negro de los municipios de Bochil y El Bosque, consiguiendo maíz olotillo blanco, crema, chaparro blanco y rocamey en Ocozocoautla.

Estos maíces tuvieron que ir adaptándolos a la temperatura, precipitación y suelo local durante cinco décadas, los cuales fueron heredados a sus hijas e hijos.

También probaron otras semillas locales que descartaron por no adaptarse al ambiente o no fueron apreciadas por su calidad para la alimentación. En la última década algunos agricultores probaron maíces híbridos con fines comerciales y unos pocos adoptaron esta tecnología.

La búsqueda y prueba de semillas son prácticas que integran un proceso de mantener, descartar y adoptar semillas para satisfacer sus necesidades, lo que ha permitido a los agricultores seleccionar variedades adaptadas y con ventajas productivas para la seguridad alimentaria y beneficios económicos.