La pandemia también golpeó a los artesanos

Doña Isabel es una artesana del barrio Santa Elena, en Chiapa de Corzo. Desde hace más de 25 años el oficio del bordado y tejido tradicional ha sido parte de su vida.

Fue gracias a su suegra, cuenta, que comenzó a interesarse en esta labor, y desde entonces se esmera en realizar sus coloridos tejidos y bordados con la esperanza de que sean estrenados en vestidos, chalinas y mantas en la Fiesta Grande de enero, cuya realización para este próximo año aún es incierta.

Para ella bordar y tejer los trajes de chiapaneca es el trabajo más bello, pero también el más complejo; sin embargo, la pandemia la dejó marcada: hubo desabasto de hilos y materiales, situación que significó una crisis económica familiar.

Entre lágrimas, doña Isabel dice que a pesar de todo esto nunca bajó los brazos y siempre buscó la alternativa para subsistir.

Su creatividad y talento la llevaron a aprovechar la situación. Comenzó a vender blusas, cubrebocas y camisas con sus bordados, hasta lograr otro mercado, en espera de que la situación mejore.

“Es una nueva normalidad, tenemos que aprender a vivir en ella, adaptarnos más que nada. De otro modo nos morimos de hambre”, relata con vehemencia.