Música de marimba, globos y juncia de pino adornaron el mercado 20 de noviembre o popularmente conocido como mercado de las flores, locatarios y visitantes celebraron el 72 aniversario de su creación.
De acuerdo con la presidenta de la mesa directiva del mercado, Diana López Castillo, antes este espacio fue una ermita, tiempo después el 20 batallón militar lo utilizó como cuartel durante muchos años hasta que se mudaron.
Durante el tiempo que estuvo ocupado por los militares, muchos comerciantes (de los que hoy aún tienen un local) comenzaron a vender en los alrededores comidas, antojitos y otros productos que solicitaban.
Sin embargo, cuando el batallón creció tuvo que ser reubicado en otro punto y dejaron este espacio libre, fue ahí cuando los comerciantes decidieron solicitar las instalaciones y en 1952 el entonces gobernador, Efraín Aranda Osorio, otorgó este inmueble para ser utilizado como mercado.
Diana López explicó que la peculiaridad de que sea más conocido como el mercado de las flores nació porque en sus alrededores la mayoría de comerciantes que venían de los altos comenzaron a vender flores día y noche para todo tipo de eventos: cumpleaños, Día de las Madres, San Valentín y funerales.
A 72 años de existir, el mercado 20 de noviembre es el segundo más popular y conocido por la población tuxtleca, sus 40 locatarios activos mantienen la esencia de lo que es este espacio público.
Esperan que el próximo gobierno impulse más la venta de los locatarios, tal y como sucedió en el gobierno de Juan Sabines a quien recuerdan con cariño por haber apoyado en gran medida al crecimiento de este espacio.
El último tipógrafo
La historia que alberga en cada uno de los locatarios activos del mercado 20 de noviembre es grande, tal y como es el caso de don Daniel Gómez López el único y de los pocos tipógrafos en la ciudad.
Hace 36 años don Daniel abrió su puesto de tipografía y elaboración de sellos en este mercado y aunque con el pasar de los años su trabajo ha ido a menos, agradece que de ahí salió para darle de comer y estudio a sus hijos.
“A mis hijas les di estudios; una es contadora pública, la otra es licenciada en pedagogía y mi hijo trabaja en la planta de Nestlé, aunque nadie quiso aprender este oficio me siento orgulloso de lo que son”, comentó don Daniel.
El avance tecnológico le ha restado significativamente su trabajo de elaboración de sellos, hace más de 20 años el trabajo era mucho para él, trabajaba para escuelas, organizaciones y otras empresas, pero ahora todo es digital y ya casi no usan los sellos.
“Mi trabajo casi casi ha desaparecido, hace ocho meses decidí dejar mi local y durante dos meses me fui a trabajar en obras pero vi que mis clientes de años me buscaban y entonces regresé”, dijo.
Invitó a las personas a acudir al mercado y conocer los pocos locales que hay, dijo que así ayudan a la economía local y a que las familias locatarias conserven los puestos que con mucho esmero han resistido con los años.
La cocina de doña Aurora
A 50 años de haber iniciado con su negocio, doña Aurora Hallar Melchor es de las pocas locatarias que más tiempo llevan trabajando en el mercado y uno de los personajes vivos de este lugar.
Es parte de la segunda generación de locatarios del mercado, que hace medio siglo, junto a su madre inició vendiendo en este espacio comidas típicas como: guajolote en mole, chile relleno, cochino y más antojitos que le solicitaban. En la actualidad vende tacos fritos, empanadas, tostadas y el tradicional pozol.
Al igual que muchos de sus compañeros, este pequeño negocio ha sido factor para apoyar a las demás generaciones que vienen detrás de ella, sus hijos, nietos y hasta bisnietos quienes han aprendido a atender y seguir con la herencia familiar.
“Estos 50 años han sido alegres, el trabajo es alegría, si hay trabajo hay cómo poder vivir, no me quejo, este lugar es una bendición de Dios para mí y toda mi familia”, agradeció doña Aurora.
Con 75 años dijo que no se da por vencida, su negocio es símbolo de felicidad para ella y dijo que seguirá con este trabajo hasta que la vida le permita, pero de mientras dejarlo no es opción.
“Tengo 12 nietos, unos ingenieros, arquitectos, chefs y todos con la ayuda de sus papás y trabajando acá con mucho orgullo lograron sacar adelante sus carreras”, comentó.
Aunque aseguró que con los años ha bajado la venta, agradeció a quienes aún continúan visitando este espacio icónico y no dejan caer a los negocios e invitó a quienes no conocen el mercado a que se acerquen y conozcan la cultura y tradición que ahí se vive.