Cempasúchil, tradicional flor del Día de Muertos

Cempasúchil, tradicional flor del Día de Muertos

El Cempasúchil, es la tradicional flor que cada 2 de noviembre adorna miles de altares y tumbas, su uso se resiste a morir y por el contrario está más viva que nunca renaciendo cada año; su nombre proviene del náhuatl (cempoalxóchitl), y es conocida en el país como la flor de los 20 pétalos, sirve, según las creencias, para “guiar el camino de los fieles difuntos”.

Productores

Octavio Pérez Hernández, junto a su familia lleva 20 años produciendo la Flor de Cempasúchil en América Libre, localidad de Chiapa de Corzo; para este año lamentó que la producción decreció por la temporada de agua que últimamente vino a afectar pero confía en dios que será un buen año “aunque sea que saque para los gastos de inversión porque ganancia no nos va a quedar”.

Recordó que el año pasado sembró una hectárea de flor de donde calculó que salen 10 mil manojos de Cempasúchil “reventados”, sobre todo las hembras que son las que se venden, el macho simplemente es desechado.

Junto a sus dos hijos y una hija, don Octavio se interna desde el 29 de octubre al caer el atardecer en sus terrenos que queda a un kilómetro de su hogar sobre la carretera donde las venden, costumbre que heredó de sus padres.

Con machete en mano y encomendados a Dios, comienzan a cortar la flor que “guía a los muertos”, anochece y se enfilan de nuevo a su hogar con la góndola de su camioneta repleta de la también conocida como “clavel chino” o “nolibé” o “nulibé”, como es conocida en esta región de Chiapas.

“Mucha gente se desespera por la situación, se decepcionan al no obtener las ganancias que ellos piensan desde el inicio”, pero de su parte, siempre tienen la certeza de que “algo les va a quedar” y sobre todo se llevan la satisfacción de sembrar, cosechar y entregarla a la gente para que continúen con la tradición.

“Al menos yo tengo un cuarto de hectárea y recogemos por lo regular 3 mil flores en la temporada”, señaló don Fernando, pequeño productor de este municipio, quien junto a su madre, doña Estela Vázquez, expresó que la planta la siembran en el mes de julio y agosto, de ahí se trasplanta en sus terrenos para poder cosecharla a finales de octubre.

América Libre es una colonia fuerte dentro de la producción de Cempasúchil, así como Rivera de Amatal, Narciso Mendoza; Galecio Narcía, Rivera de Monterico, entre otros, que cada año siembran hectáreas de la flor que desde las alturas forman una alfombra amarilla pero también violeta con la otra flor que se usa también como la “Seda” que como su nombre lo indica es delicada y más costosa, pero es menos su producción.

Amanece el 30 de octubre y desde las siete de la mañana de nueva cuenta, Don Octavio llega al campo con su familia para seguir cortando esta especie nativa en México que tapiza de color el campo. Además de Chiapas, el cempaxóchitl también se encuentra en estado silvestre principalmente en los estados de Morelos, Puebla, San Luis Potosí, Sinaloa, Tlaxcala, Oaxaca, Veracruz y Estado de México. Cabe destacar que la producción en el país es de aproximadamente mil 500 toneladas.

A orilla de carretera, mantienen su puesto de venta como todos los años. En el 2018 un ramo de 20 flores la dieron en 10 pesos, “para los paisanos que vienen a comprar por mayoreo”, pero se llegó a vender hasta en 30 pesos”. El costo para este 2019 esta entre los 35 a 40 pesos.

El productor comentó que el proceso de todos los años, comienza con la recolección de las semillas, las cuales se secan y se guardan en un lugar en donde no les “pegue” la humedad, para que el próximo año se arme el almácigo y de ahí se trasplante al sembradío.

Al ser el Cempasúchil una especie de sol, la producción que hacen en municipios fríos es menor y se puede apreciar en su tamaño que es más chico en comparación a las que se cosechan en las colonias que están al margen del Río Grijalva, pero no existe rivalidad o “plieto” por el mercado.

Leyenda

La flor de cempasúchil también es conocida como tagete, clavel chino o clavelón de la India, y su origen se remonta a una leyenda: la de Xóchitl y Huitzilin, quienes se juraron amor eterno. Se cuenta que todas las tardes subían a la montaña dedicada a Tonatiuh, el dios azteca del Sol y en cada visita colocaban de ofrenda ramos de flores amarillas y naranjas, los colores característicos de éstas.

Tras la guerra, Xóchitl recibió la noticia de que su compañero había muerto. Hundida en un profundo dolor, pidió al dios Tonatiuh que la librara de su sufrimiento y la reuniera con su amado. El dios del sol, agradecido por las ofrendas que los jóvenes llevaban a su montaña, decidió cumplir la petición: dejó que sus rayos cayeran sobre Xóchitl, en el momento en que su piel se iluminó, la chica se transformó en una flor de color amarillo intenso, como la luz del mismo sol.

Unos minutos después, un colibrí se posó en el centro de la flor. La historia dice que era la reencarnación de Huitzilin, por lo que, al hacer contacto con la planta, ésta abrió sus 20 pétalos liberando un aroma intenso. Siguiendo la orden de Tonatiuh, el amor de los dos jóvenes aztecas permanecerá mientras haya colibríes y flores de cempasúchil.

Los Mexicas la llamaron así, pues cuentan que en Malinalco al morir alguien, los familiares adornaban la tumba con ramos de pequeñas flores amarillas llamadas Tonalxóchitl, pues se creía que estas flores poseían la habilidad de guardar en sus corolas el calor de los rayos solares.