En Chiapas, la llamada Revolución Mexicana se vivió diferente en comparación con el centro del país. El contexto social y económico eran distintos y los sentimientos también, afirma el investigador Carlos Román García, quien relata que “en 1910, no hubo una correspondencia inmediata por parte de los chiapanecos, en favor de la revolución que había estallado en el centro de México”.
Lo que ocurrió, dijo, es que dos bandos que ya traían conflictos previos por razones históricas se volvieron a confrontar. Estaban, por una parte, San Cristóbal de Las Casas, que había sido hasta 1892 la capital de Chiapas, y en el imperio de Iturbide, capital de un territorio que abarcaba parte de Centroamérica.
Y por otra parte Tuxtla Gutiérrez, una pequeña aldea zoque y que no creció hasta mucho tiempo después, ya que en 1892 fue el cambio de sede de la capital de Chiapas. Tratándose de una modificación que obedece a la visión de la instauración del Estado bajo una visión nacional.
Estas expresiones, junto a la visión progresista que planteó el porfiriato, también dividió los argumentos y posturas políticas, forjando expresiones propias.
Sentimiento chiapaneco
Rafael Cal y Mayor, un cintapalateco simpático, de paga, güero y de ojo azul, además de zapatista y firmante del Plan de Ayala, fue enviado por el comandante Zapata con la encomienda de representar el movimiento en Chiapas.
“Sale de Morelos con una tropa de alrededor mil 200 hombres, pero llega con menos de 280, harapientos, empolvados y cansados. No tenían preparación militar, [pues] eran producto de movimientos populares, además, era gente que no era de Chiapas”, declara el historiador.
Al llegar al territorio se juntan con “Los Mapaches”, al percibir la afinidad de ser un movimiento popular, sin embargo, tenían propósitos distintos y en las primeras escaramuzas acaban rompiendo, pues los “mapaches” se ven afectados en sus pequeñas propiedades por el reparto agrario.
“Lo primero que llega a hacer Cal y Mayor, es repartir tierras, lo que provoca que sea expulsado por parte de ‘Los Mapaches’, y con una tropa muy pequeña; a penas da pequeños piquetes de mosquito en algunas zonas de la región de Mezcalapa, sin embargo, fue un hombre de gran visión política”, comenta.
La razón de esta dispersión fue planteada por Jan De Vos, quien expresa que hay un “sentimiento chiapaneco”, que puede percibirse cuando Mariano Robles Domínguez fue como representante de la diputación provincial de Chiapas a las Cortes de Cádiz, pues ahí dijo: “Llevamos casi 300 años siendo la cola de ratón de Guatemala, no nos hacen caso, somos los más olvidados”.
Román García describe que había una condición de pobreza y atraso al momento que estalla la revolución, no obstante, se gestaban movimientos populares que tenían el propósito de recibir un trato más justo y precisamente, cuando se gesta el movimiento revolucionario, se levantaron contra estos males.
Sin embargo, aquí no había un movimiento en defensa del sufragio, sino movimientos políticos estratégicos; con respecto a la causa de más peso de la revolución, la repartición de tierras, la percepción e intereses eran distintos en Chiapas que al resto del país.
Por ejemplo, en el norte y centro del país el poder de las tierras estaba en manos de unos cuantos, mientras que en Chiapas las unidades económicas eran regularmente fincas cafetaleras.
“Las fincas eran estructuras productivas mucho más pequeñas, unidades de producción de muchas menos hectáreas y se generó opiniones encontradas al respecto. Los finqueros y obreros sintieron que tenían un comportamiento diferente al que tenían los hacendados en otras regiones del país y las relaciones de explotación cambiaban, incluso había relaciones de familiaridad entre los hacendados y sus peones”, señala.
Los Mapaches
Chiapas no participó en la revolución maderista. Sería hasta 1914 que se realizan los primeros repartos de tierra, sin embargo, “sucede que llega Jesús Agustín Castro a Tuxtla con mil 200 oficiales, y da a conocer cómo se afectan los intereses de ricos, hacendados y terratenientes”.
“Se revive ese sentimiento chiapaneco y se levantan en armas contra el carrancismo”, indica. Posteriormente, los constitucionalistas confiscaron las propiedades del clero, promulgaron la ley de obreros y con la que abolieron la servidumbre.
Pero es hasta el 2 de diciembre de 1914, mediante el Acta de Canguí bajo el mando del coronel Tiburcio Fernández Ruiz, que los hacendados, terratenientes y comerciantes ricos se levantaron en armas.
Este movimiento armado en respuesta a la entrada carrancista fue mejor conocido como la “Revolución Mapachista”, y duró seis años: del 2 de diciembre de 1914 al 18 de mayo de 1920.
Muchas batallas se libraron en Tuxtla, donde la plaza fue defendida por el propio gobernador, coronel Pablo Villanueva, quien con sus elementos vencieron en las batallas del 5 de junio y 29 de julio de 1917, después de intensos tiroteos entre carrancistas y mapachistas.
Sin embargo, “los mapaches” llegan a tomar Tuxtla Gutiérrez e incendian “por segunda vez el Palacio de Gobierno, que ya se había incendiado en la intervención francesa, en 1863. En ambas (ocasiones) se quemó todo el Archivo, una de las tragedias históricas de la capital”, señala.
Tras el licenciamiento de rebeldes hubo paz y estabilidad. La reconstrucción estatal de la economía, política y sociedad se dio sin ningún cambio de la antigua estructura económica de Chiapas.
Para el Plan de Agua Prieta, en 1920, los primeros en firmar fueron los chiapanecos, con el triunfo en las elecciones para gobernador de Tiburcio Fernández Ruiz, comandante general de la División Libre de Chiapas y jefe del mapachismo.
“Resulta que el primer gobernador revolucionario en Chiapas, paradójicamente, es un contrarrevolucionario. Al final, también, es un error llamarlo así porque aquí las expresiones armadas fueron muy peculiares y distintas a las del centro del país”, concluye el investigador.