Copoya: devoción a la Virgen de la Candelaria

Al unísono del retumbar de los tambores zoques y el alegre son de los tradicionales chinchines de parachicos, se lleva a cabo una de las celebraciones zoques más populares y esperadas de Copoya: la fiesta en honor a la Virgen de la Candelaria.

Celebración

Todo inicia desde las primeras horas con las tradicionales “mañanitas”. Bajo el sol a plomo del mediodía y durante toda la jornada, miles de mujeres, niñas, niños y hombres recorren las culebreadas calles en el encuentro con esta tradición ancestral que ha forjado la identidad de esta localidad.

Los festejos de la Virgen de la Candelaria inician desde los últimos días de enero, cuando se hacen rezos y se preparan los enrames que en la fecha principal, el 2 de febrero, se presentan como ofrendas ante la Virgen.

Religiosidad

Se entremezclan, a las afueras de la parroquia, los olores del incienso con el de los tradicionales platillos de la región, mientras que el agua bendita baña a los creyentes al entrar al recinto; frente a las tres vírgenes de Copoya o “Copoyitas”, los más intrépidos danzan y los más devotos se arrodillan e incluso lloran frente a las imágenes. Las vírgenes están adornadas con enrames de colores.

La fiesta es tan importante en la delegación, que las escuelas suspenden sus actividades para dedicarse a este día de fiesta; las peregrinaciones salen de las escuelas y las calles e iglesias, que se ven bañadas por cientos de monteras de niños y niñas.

Rituales

Los zoques, previo a la misa, le danzan a una imagen de la Virgen de la Candelaria en una casa cercana. Entre los gritos de las viejonas, Francisco Velázquez de la Cruz, pitero del grupo y quien se ha encargado de investigar el origen de la tradición zoque, explica que en este día se danza el “Suyu Etze” o “baile de las viejas”, que con el tiempo se fusionó a tal grado que en algún momento se le llamó Danza de la Candelaria.

Su relación es tal, que el personaje principal del baile, que representa al astro sol, haciendo reverencia se quita el penacho de plumas y lo postra en un petate sobre el suelo, junto se deja un tambor y un carrizo frente a la Virgen.

La Danza de la Candelaria

Velázquez de la Cruz nos relata que, en un sentido estricto, la Danza del “Suyu Etze” es una fusión con las culturas del centro del país. El sincretismo se dio cuando la cultura zoque solicitó apoyo al poderío náhuatl para que interviniera ante el hostigamiento de Los Chiapa.

Las culturas del Sureste no desarrollaron el arte plumario, y la teoría del profe Francisco es “que se trata de una danza de guerra: los hombres vestidos de mujeres vienen camuflados, el cetro que llevan en su mano es un arma que sirve para pelear”.

Las tres vírgenes

En el altar de la iglesia se colocan las imágenes de la Virgen de la Candelaria, que se cuenta fue encontrada en un lugar llamado Huetza, a 20 kilómetros de Copoya; a la derecha se ubica a la imagen de la Virgen del Rosario, que de acuerdo con el profesor, es la imagen principal de Copoya; también destaca la Virgen de “Olachea”, que según la tradición oral, se dice que fue donada por una familia de ese apellido.

Sobre esta última, el tradicionalista detalla que también se trata de una “Virgen de la Candelaria”, a la cual se le cambió el nombre en un primer momento, posteriormente se cambió la celebración para que correspondiera con la imagen de santa Teresa.

En la actualidad, la danza de los parachicos también forma parte de la fiesta la emblemática. Ellos son más numerosos y acompañan a los devotos en su recorrido hasta la iglesia; llega el mediodía y la misa es solemne, se cantan “Las mañanitas” al son del mariachi. Parachicos, zoques y fieles hacen reverencia ante un mar de somés de maíz con trastos que cuelgan del techo de la parroquia.

“¡Que viva la Virgen!”, gritan una y otra vez. Terminadas las danzas y los cantos, las multitudes inundan las carpas que se postran en el atrio de la iglesia, donde después de la catarsis religiosa se reparte pozol para el descansar de los devotos.