“No hay ninguna cosa positiva de consumir alcohol antes de tiempo; evidentemente los padres se inquietan porque ellos consumen y no saben cómo decirle a sus hijos que no lo hagan”, declaró el investigador del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), Luis Tovilla Aquino.

De acuerdo al psicólogo, son múltiples las situaciones que pueden orillar a los menores al consumo de alcohol, como la presión social o familiar, pues dijo que “se ha hecho del alcohol la compañía habitual en las relaciones sociales y en motivos familiares, y el consumo familiar es siempre referencia para el adolescente”.

Y refirió como importante que los padres estén conscientes que ellos son adultos y conocen y saben enfrentar las consecuencias del consumo, mientras que un joven no.

De acuerdo a la Encuesta Nacional del Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco, en Chiapas la edad de inicio de consumo de alcohol se da entre los 17 años y menos; en población masculina corresponde a un 61.5 % y en mujeres en un 43.1.

El maestro en Estudios Culturales explicó que el cerebro está en desarrollo durante la adolescencia, proceso que dijo, “termina entre los 20 y 21 años; cualquier cosa que esté en crecimiento es frágil, el consumo temprano pone en peligro el desarrollo de la neuroplasticidad encefálica, incrementando el riesgo de adicción hasta cuatro veces más”.

El catedrático recomendó a los padres a poner límites en el hogar, enseñar reglas y establecer las consecuencias si estas se violan, pero sobre todo, recalcó que debe haber una comunicación clara, directa y un buen ejemplo que ayude a que se postergue el inicio del consumo de las bebidas.

Destacó que ante un problema de adicción el único tratamiento, científicamente comprobado, es la terapia cognitivo conductual, la cual se encarga de identificar situaciones denominadas pistas o indicios, las cuales llevan al adolescente a beber en exceso y la inestabilidad para manejar el estrés y modificar aquellos procesos de pensamiento que lo llevan a esa conducta.

Tomar alcohol antes de los 18 años aumenta la posibilidad de sufrir una intoxicación con síntomas graves como vómitos, desmayos y con un riesgo de muerte aún mayor que una intoxicación en un cuerpo adulto.

Además que a largo plazo el alcohol produce enfermedades crónicas como la cirrosis hepática, enfermedades cardiacas, demencia y cánceres. Y a corto plazo, en menores de edad, se afecta la memoria y aprendizaje, trayendo consigo problemas escolares.