Entre huesos infantiles y semillas ancestrales, las cuevas del Cañón del Río La Venta guardaban un secreto: los zoques prehispánicos sacrificaban a sus niños enfermos para implorar lluvia a sus dioses. Una investigación de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach) revela esta dramática práctica de “magia simpática”, donde la muerte de los pequeños era el último recurso ante tierras estériles y cielos secos.
Estudio
El estudio liderado por la maestra en Historia, Karina Itzel Lara Ortega, analizó 11 entierros infantiles en la Cueva del Lazo, donde infantes de seis meses a seis años de edad -con desnutrición y parasitosis- fueron depositados como ofrendas de maíz, calabaza y jícaras grabadas con aves.
Hay un hallazgo clave, uno sobrevivió a una trepanación craneal, evidenciando conocimientos médicos.
La investigación se titula “Magia y religión en las cuevas del cañón del Río la Venta: un estudio de los rituales y creencias prehispánicas asociadas con la invocación de lluvia”, y arroja nueva luz sobre las prácticas religiosas de los antiguos zoques en el occidente de Chiapas.
Sitio
Esta investigación se realizó en las cuevas de Tapesco del Diablo y del Lazo, aportando un entendimiento más profundo de la cosmovisión zoque y su relación con el entorno natural durante el Periodo Clásico Tardío.
El proyecto dirigido por el doctor Alejandro Sheseña Hernández y revisada por los doctores Eliseo Linares Villanueva e Isabelle Sophia Pincemin Deliberos, demuestra que los zoques usaban las cuevas como espacios sagrados para interactuar con deidades pluviales.
Magia
Mediante la “magia simpática” (concepto del antropólogo James Frazer, basada en los principios de que “lo similar produce lo similar”) realizaban actos como verter agua de cántaros o depositar semillas para “provocar” lluvias, creyendo que lo similar atrae lo similar.
Esta perspectiva es crucial para interpretar cómo los zoques prehispánicos intentaban influir en las fuerzas naturales para asegurar la lluvia y la prosperidad de sus cultivos, a menudo a través de la imitación simbólica, como el derramamiento de agua o la plasmación de elementos relacionados con ella.
La calabaza, con su simbolismo de abundancia y conexión con el agua y el útero de la montaña (la cueva), refuerza la idea de una “siembra simbólica” de los niños para asegurar la fertilidad de la tierra. Las modificaciones craneanas intencionales en los infantes, aunque no típicas zoques, se observan en la región, indicando un posible patrón cultural.