Para llegar al sitio, los investigadores del Centro Chiapas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) recorrieron kilómetros de veredas y cruzaron arroyos -sin puentes- de varios tamaños, gracias a las herramientas de exploración que llevaban en las mochilas. Estelas, murales y una arquitectura de columnas circulares eran la gran motivación, recordó el arqueólogo Alejandro Tovalín Ahumada, en la presentación “Lacanhá, un sitio arqueológico en la Selva Lacandona”.
De acuerdo con el levantamiento topográfico que presentó el investigador, el sitio consta de una gran plaza, un edificio al noroeste, un edificio de columnas, una acrópolis, con alrededor de 11 edificaciones más y varias unidades habitacionales.
Centrado en el edificio de columnas, explicó que estas llevan el nombre por las pilastras de columnas circulares, las cuales son “muy raras y no se han encontrado en otros sitios de la región”.
Durante los trabajos realizados hace más de seis años, se hizo la eliminación de árboles y trabajos meticulosos para evitar su colapso.
Esta edificación, dijo, tiene una bóveda escalonada la cual fue tratada con cal, observando vanos en la entrada con un estilo particular, pues cuenta con lajas pequeñas de estuco rojo y naranja interpuestas, lo que las hacían más inestables al paso del tiempo y en donde pusieron varillas para mantener su posición.
También se restauró y rescató dibujos, jeroglíficos de color rojo y anaranjado que habían al interior; mientras que, sobre las fachadas, argumentó que estas tenían un estilo muy similar a las que se encuentran en la península de Yucatán.
En el edificio también se encontraron materiales de barro en las bóvedas, principalmente en las escalinatas, y presentó piezas con rostros de personajes con ojos cerrados, jugadores de pelota y la representación de lo que parece ser un perro.
Las cuales “demuestran semejanzas con las figuras del altiplano central con culturas como Teotihuacán; estos elementos nos hablan de fechas que se sitúan en el Clásico Temprano”, sostuvo.
Tovalín Ahumada comentó que al limpiar el extremo norte, derrumbado por un árbol, se encontraron una vasija y conchas pequeñas que, dada las formas, “sabemos que son de un Clásico Terminal y hablan de un abandono muy súbito”.
Por último, ahondó que en las exploraciones solo encontraron un entierro a un metro de profundidad con lajas de piedra, y a un individuo joven acostado de espalda y en cuclillas, acompañado con colgantes turquesa, botones de concha y una vasija llamada “Rojo/Café Incisivo”.
Acotó que esta tiene dibujado a dos monos, elemento simbólico relacionado con escribas y danzantes, y que por su acabado es característico de finales del periodo Clásico Temprano y principios del Clásico Tardío.