Localizaron una segunda tumba en el Templo del Sol, dentro de la Zona Arqueológica de Toniná, cerca de donde fue hallada, en 2020, una cripta, que tras análisis microscópicos y de escritos mayas por parte de investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), plantearon la hipótesis de que los restos cremados eran usados para elaborar bolas de hule, usadas en el rito del Juego de Pelota.
Tal supuesto fue proyectado por el investigador y responsable de conservación del sitio, desde hace 42 años, Juan Yadeun Angulo, quien destaca que es probable que los cadáveres de al menos un par de gobernantes, así como el de una señora de Toniná, del antiguo reino maya de Po’p, hubiesen sido sometidos a una parafernalia religiosa con el fin de reducirlos a cenizas.
Y a su vez, sus restos hayan servido para elaborar bolas de hule usadas en la cancha del Juego de Pelota, espacio simbólico del camino eclíptico del cielo, por donde transitan y se enfrentan los astros, espacio de guerra y muerte, de espectáculo y poder.
Esto, tras estudios del contexto arqueológico, en el que sobresalían más de 400 vasijas que contenían material orgánico, como cenizas, carbón, goma y raíces; derivado de recientes exploraciones al costado norte del templo, donde se ubicó una tapa de piedra —de 90 por 60 centímetros— con la representación de un cautivo atado, misma que fue llevada al museo del sitio.
Esa tapa de piedra condujo a los especialistas a pequeñas bóvedas y cuartos conectados por escalinatas, que remataron en una antecámara y cripta —a ocho metros de profundidad— al interior de la pirámide, sitios que fueron concebidos entre los siglos VII y VIII.
Yadeun Angulo explica que fue en estos cuartos reducidos donde se hallaron las susodichas vasijas con cenizas humanas y el tacto oleoso que permanece en sus muros.
“Es aleccionador saber que los mayas buscaran que el cuerpo de sus gobernantes se convirtiera en una fuerza viva, en algo que estimulara a su pueblo. Este vaso comunicante hacía renacer la vida, encarnada en el maíz, cuyo ciclo, entre cosecha y siembra, comprende 260 días, periodo ritual que cumplía el cadáver de los dignatarios en la ‘cueva de la muerte’”, compartió.
Los investigadores expresan que, a diferencia de otras culturas antiguas, que preservaban el cuerpo de sus ancestros mediante la momificación, en Mesoamérica los restos de las y los gobernantes eran cremados, no necesariamente hasta su reducción total a cenizas, pues algunas partes del cuerpo entrañaban un poder particular por relacionarse con ciertas deidades.
Así, con los restos se formaban bultos funerarios, que fungían como reliquias que los linajes guardaban y llevaban consigo si se veían desplazados.
Localizan segunda tumba
A poca distancia de la citada cripta, definida como tal por el probable proceso de transmutación que habría alojado, el equipo de trabajadores dirigido por Juan Yadeun ubicó otro acceso independiente —de aproximadamente 80 por 80 centímetros— en el sector oriente del Templo del Sol.
Esta segunda tumba, dada la probabilidad de que allí también se hubiera alojado restos de gobernantes antiguos, aunque en este caso sin dejar rastros de cremaciones u otros rituales, debió ser saqueada entre los siglos XIX y XX.
Con 10 metros lineales de recorrido y una configuración igualmente laberíntica, esta tumba, la cual se ha fechado hacia el año 500 d. C., desemboca en una amplia cámara donde solo pudo reconocerse un vestigio: el fragmento de las fauces de un “monstruo de la tierra” —de 50 por 50 centímetros—, de las que emerge una pequeña tortuga.
El experto del INAH concluyó diciendo: “Tales descubrimientos en Toniná, brindan una idea más acertada de lo interesante y compleja que era la religión maya, dentro de la cosmovisión mesoamericana, y cómo el conocimiento de este proceso de transformación del cuerpo es fundamental para comprender a esta antigua sociedad, ya que lo planeado para sus señores, era el destino pensado para el pueblo mismo”.