El 1 y de 2 noviembre en México, fechas en las que se conmemora el Día de los Fieles Difuntos y de Todos los Santos, se convierten en días que permiten a las familias reunirse para celebrar, aunque suena paradójico, a la muerte; se trata de un suceso que muy pocas veces se repite en otras partes del mundo.
Para Roberto José Fuentes Cañizales, integrante del Consejo de la Crónica Municipal de Tuxtla Gutiérrez, estas celebraciones forman parte del misticismo que abarca un porcentaje considerable de Latinoamérica, aunque los orígenes son prehispánicos.
De hecho, mencionó que los historiadores han puntualizado que se hizo una tradición en los hogares recibir, una vez al año, las almas de las personas que se adelantaron en el camino.
Cuando llegó la invasión española ocurrió una especie de simbiosis entre ambas culturas, fue en esos momentos cuando los festejos pasaron a convertirse en el Día de los Fieles Difuntos y se han mantenido hasta la fecha, incluso cuando otras celebraciones han buscado ganar terreno.
Formas
Las ofrendas o esperar a los difuntos con las cosas que en vida les gustaban, explicó el cronista, se replican en todo el territorio nacional. Lo que sí se ha notado es que este misticismo que se realiza en las entidades está luchando con la penetración que ha tenido el Halloween, que es una celebración que viene desde Europa, con gran aceptación en Estados Unidos.
Lo que ha observado el autor de libros como “La historia jamás contada” y “El Sombrerón”, es que que en los últimos 20 años apareció el auge de una fiesta foránea que se realiza hasta en las instituciones oficiales, cuando lo ideal sería resaltar las tradiciones que sí han dado identidad a Chiapas.
Mientras que en el 1 y 2 noviembre resaltan las celebraciones religiosas y ofrendas a los seres queridos, el otro festejo prioriza otras temáticas. De hecho, Fuentes Cañizales relató que antes el Halloween reflejaba la necesidad de utilizar un disfraz para tapar la identidad de quienes hacían los sacrificios. “Son dos fiestas que sólo coinciden en las fechas”, indicó.
Consideró que el Día de los Fieles Difuntos podría tener más relevancia en nuestro país si las autoridades impulsaran acciones estructurales para que los espacios educativos realizaran eventos en estas fechas, toda vez que si se pierden las raíces también se extinguirá la identidad de los pueblos.
Pandemia
Es inevitable mencionar que la llegada de la pandemia de la covid-19 también generó un impacto en el mundo cultural, tomando en cuenta que el año pasado se suspendieron actividades de visita a los panteones, pero, también, los infantes no pudieron salir a las calles para pedir la tradicional “¡calabacita, tía!”.
Además, relató el cronista, la emergencia sanitaria provocó (irónicamente) que los cementerios lucieran vacíos, sin la oportunidad de que los chiapanecos armaran “las pachangas” que venían acompañadas de comida, bebida y reuniones familiares. Con todo y estos incidentes sanitarios, el 1 y 2 de noviembre representan la fiesta más grande del año, debido a que los mexicanos “nos reímos de la muerte”.
“Tanto la disfrutamos que hasta nos la comemos, en las calaveritas (de azúcar), en el pan de muerto. Nuestra manifestación literaria más directa en ese sentido, son las calaveras (literarias): matamos a nuestros amigos (en forma de broma), compañeros, personajes importantes”.
Esto último, enfatizó el escritor, debe hacerse con más ahínco, es decir, que existan concursos entre las instituciones que promuevan esta forma de celebrar la muerte mediante la elaboración de calaveritas, con un incentivo de por medio para los participantes.
Tradición
Los altares de muertos, en las celebraciones del 1 y 2 de noviembre, son muy comunes. Se adornan de diferentes formas y, en muchos casos, en estos espacios se pueden apreciar los gustos que tenía en vida el difunto.
Antes estos retablos estaban compuestos de frutas típicas de cada región, de la comida tradicional, de colores alusivos al Día de Muertos y fotografías; con el paso de los años se fueron incorporando otros elementos, como las cervezas o cigarros, dependiendo de la aceptación de las familias.
Los elementos básicos, según muestra la historia, es que los altares se realizan de tres niveles, por la relación directa que existe entre la imagen trinitaria del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Las bebidas, según muestra la tradición, se utilizan para satisfacer a los fieles difuntos por el largo camino que recorren; las frutas colocadas pueden ser variadas, dependiendo de las costumbres de cada región; las cuatro velas colocadas en los altares representan los puntos cardinales.
Aunque otras subculturas han empujado con fuerza en México para que formen parte de las celebraciones familiares, las tradiciones de los fieles difuntos aún se realiza con bastante ahínco en muchos hogares de Chiapas, y estas actividades van más allá de cuestiones religiosas. De hecho, el 1 y 2 de noviembre son los días en que más se llenan los panteones como parte de un tributo a quienes se adelantaron en el camino al que vamos todos.