Desde 1937, cada 23 de octubre, en México se celebra el Día del Médico, fecha que coincide con la creación del Establecimiento de Ciencias Médicas, en 1833, actual Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Para Abraham Velázquez, médico general, oriundo de Tuxtla Gutiérrez y egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach), ser médico es una vocación que se forja a base de mucho esfuerzo, trabajo, humanismo y aprendizaje.
Vocación
Desde muy joven llamó su atención la medicina, lo que lo llevó a integrarse desde los 16 años al Comité de Juventud de la Cruz Roja, en 1993; ahí aprendió primeros auxilios y se subió por primera vez a una ambulancia.
Fue en la Cruz Roja que confirmó que su vocación era ser médico, porque le apasionaba atender a los pacientes. Cuenta que entraba a la sala de urgencias para ver a los médicos trabajar.
Una de sus motivaciones —dice— fue ver a un tío suyo que era socorrista, cuando inició la Cruz Roja, que como no había muchos voluntarios lo llegaban a recoger a su casa para atender las emergencias.
Además, una experiencia lo marcó a sus 16 años, cuando a su abuela le dio un infarto y él tuvo que brindarle RCP inmediatamente, mientras sus familiares gritaban y no sabían qué hacer.
La llevaron al hospital, mientras continuaba dándole RCP, hasta que quedó en manos de un médico; desafortunadamente, su abuela falleció días después. El ver que mucha gente no sabe qué hacer en casos de emergencias, fue una gran motivación para convertirse en médico.
Preparación
Al cumplir la mayoría de edad tomó la decisión de integrarse al área de Socorros como técnico de Urgencias Médicas. Formó parte de la segunda generación de paramédicos de la benemérita institución, mientras que a la par estudiaba medicina.
Sobre la carrera, dice que es muy fascinante y humanística, en la cual aprendió demasiado; además, hacer su internado en el Hospital Militar le ayudó a forjar más su carácter y experiencia. Eran jornadas largas y extenuantes, ya que no dejó la Cruz Roja, haciendo guardias los viernes o sábados.
Al egresar de la carrera ingresó como médico a la misma institución, de donde se retiró en 2020. Él define su estancia en la Cruz Roja como una gran experiencia profesional y humana, porque se ven todo tipo de lesiones y se lidia con el sufrimiento de mucha gente.
Altruismo y resiliencia
Abraham Velázquez refiere que como médico siempre trabajan para salvar a todos los pacientes, pero a veces no se puede porque llegan muy graves, y si bien los familiares quieren que hagan más, eso no es posible.
Es muy difícil lidiar con las emociones y sentimientos, pero tienen que aprender. En la universidad les enseñan de diversas formas, también van con un psicólogo de forma periódica, pues aprenden tanatología. Tienen que aprender y entender que no pueden ser superhombres.
Incluso, en la universidad sus maestros le enseñaron a pedir permiso y perdón, porque para aprender algunas cosas debían practicar con cadáveres y tenían que pedir permiso y perdón, porque siempre surgen emociones por saber que se trata de una persona.
Oficio de mucho esfuerzo
Menciona que este oficio conlleva sacrificios porque es una obligación el estar en aprendizaje permanente, porque siempre surgen cosas nuevas; además, en algunas casos la atención se presta las 24 horas del día, como en el medio privado, donde él trabaja desde hace años.
Dice que no ha pertenecido a ninguna institución de salud porque los médicos tienen jornadas de ocho horas, con atención a 15 y hasta 23 pacientes, lo que limita dar una atención de calidad. “Desafortunadamente, hoy en día los médicos de nuevas generaciones no les puedes exigir mucho”.