Arte y artesanía convergen poderosamente con armonía en la casa-taller de Mariano Venturino Champo José en Suchiapa, municipio que a pesar de conservar sus prácticas zoques ha sido sacudido rigurosamente por los efectos de la pandemia.
Las obras de Champo describen la identidad de su pueblo, destacando principalmente por la realización de máscaras que se utilizan en algunas danzas añejas y legendarias, pero también “resucita” y restaura imágenes religiosas.
Además pone a Chiapas en la mira del mundo, ya que muchas de sus piezas están expuestas en algunas escuelas de arte en EUA, donde también en su momento impartió talleres.
Su arte-objeto sintetiza más de medio siglo de trayectoria profesional en su mejor lienzo: la madera.
Mariano reconoce que su primer contacto con la talla tuvo lugar con el escultor de Chiapa de Corzo, Antonio López Hernández, “Premio Nacional de Arte” en 1998 y maestro de muchos novicios.
“La mirada siempre fue oportuna, me acercaba al maestro Antonio para observar cada uno de sus trazos y cortes; la nobleza y calidez de tallar, inclusive de enseñar, lo hacían un mejor ser humano.
En esos instantes, el tiempo se volvía historia y en cada detalle veía la sabiduría acumulada. Sus piezas me envolvían en conocimientos que finalmente pude poner en marcha”, recuerda Champo.
Ante los ojos de muchos sabedores, no son piezas decorativas, son obras de arte que hablan y expresan el sentir en cada golpeteo de la gubia al tronco.
Mariano dice que la materia prima viene de los árboles de huanacaxtle, cedro y nanguipo, de esos trozos que han caído de la especie y que quizás nadie ocupará, pero él si y sabe que sus manos darán vida a lo que en un instante pase por su mente. El hombre crea de principio a fin.
Han transcurrido nueve meses de la pandemia, un tiempo austero de crisis para él y muchos artesanos más, donde sus productos quedaron inconclusos, sin ventas ni comercialización, por lo que en el caso de Champo, las pocas figuras religiosas que elabora y entregará servirán para mitigar el daño a su economía y sobrellevar unos días más.
“La disminución de las ventas es del 90 %, para estas fechas en años anteriores entregaba más de 20 niños Dios y figuras de otros santos; hoy sólo hicimos tres imágenes y una que otra máscara”, comenta.
Ciertamente con su inspiración valora la paciencia; sus manos hablan y esculpen; la madera y el yeso son maleables y afables a él. Mariano sigue siendo un legendario artesano alegre, pero para el Covid eso no ha sido suficiente.
Andador San Roque
En otro punto de la capital, en la primera sección del Mercado Andador San Roque encontramos a Pablo Sánchez Arellano, quien también con sus manos “santas” restaura y renueva algunas imágenes religiosas, destacando la Virgen de Guadalupe, crucifijos, niños Dios y otras piezas.
El escultor expone que aprendió a manipular materiales a base de yeso, recina y fibra de vidrio para unir o componer las efigies, detallando la expresión de los ojos y los dedos, que sin duda “son las partes más complicadas de realizar”.
“En el andador somos el único local que se dedica a la restauración y afortunadamente han llegado piezas para trabajarlas.
A pesar de que esta temporada no ha sido la mejor, siempre hay algo nuevo que reparar. Gracias a Dios tenemos trabajo”, comenta.
En cuanto a costos, el maestro cobra dependiendo el defecto de cada imagen; pero un precio justo y accesible oscila a partir de los 200 hasta 1,000 pesos.
Son tiempos complicados para muchos sectores que de menos a más se han ido recuperando, sin embargo, aún falta por hacer ya que la pandemia continúa cobrando vidas, hay casos nuevos todos los días, el cierre de más negocios y la gente se está quedando sin trabajo.
A parte de eso, los artesanos y artesanas de Chiapas no han contado con un apoyo, es un grupo olvidado en espera de que las circunstancias mejoren pronto y vuelvan a poner en marcha su economía.