Bajo un sol inclemente y rodeada por el icónico Cañón del Sumidero, Tuxtla Gutiérrez alberga un tesoro ambiental poco común de ciudades mexicanas: el 45.6 % de su superficie municipal corresponde a Áreas Naturales Protegidas (ANPS), parques, camellones y zonas verdes.
Estos espacios no solo son refugio de la biodiversidad: son la columna vertebral de los servicios ecosistémicos que sostienen la vida en la capital chiapaneca, según revela el Programa Municipal de Desarrollo Urbano 2021-2050.
La urbe vs la naturaleza
El crecimiento desordenado de la mancha urbana ha acelerado la artificialización del suelo, reduciendo la capacidad de infiltración de agua y aumentando la vulnerabilidad ante inundaciones.
Además, actividades como la agricultura de temporal está siendo desplazada por asentamientos irregulares, fragmentando el territorio y desplazando a comunidades rurales.
“La pérdida de áreas verdes impacta directamente en la regulación climática y el ciclo hídrico”, advierte el programa.
reconquistar lo verde
Frente a este panorama, el Objetivo Estratégico plantea una “recualificación urbana” que prioriza la rehabilitación de zonas degradadas y la creación de una red de parques integrados por corredores verdes.
Entre las metas destaca modernizar vialidades primarias para conectar ANPS con la ciudad y consolidar subcentros urbanos alrededor de parques y equipamiento público, así como crear una red de parques con corredores verdes que unan ecosistemas fragmentados.
El plan no solo busca conservar la biodiversidad, sino usar estos espacios como núcleos de convivencia. “Los subcentros urbanos serán puntos de reunión social y administrativa, pero siempre vinculados a áreas verdes”, explica el documento.
Aunque el programa marca una hoja de ruta ambiciosa, expertos señalan que su éxito dependerá de evitar los errores del pasado: instrumentos de planeación “débiles” y permisividad en cambios de uso de suelo.
La clave, subraya el texto, será aplicar con rigor la normatividad y fomentar la participación ciudadana en la protección del 45.6 % que hoy sostiene el pulmón de Tuxtla.
Mientras tanto, especies como el hocofaisán (ave en peligro) o los encinos centenarios del Mactumatzá esperan que la urbe encuentre, al fin, un equilibrio entre el cemento y la selva.