El Chichonal marcó la vida de Rodolfo Posada

Cuenta que cuando la caída de ceniza pasó el escenario fue sorprendente; todos parecían zombis. Guillermo Ramos / CP
Cuenta que cuando la caída de ceniza pasó el escenario fue sorprendente; todos parecían zombis. Guillermo Ramos / CP

El médico Rodolfo Posada Posada, cuenta que tuvo la fortuna – así lo define él – de vivir de cerca la erupción del volcán Chichonal en 1982 y sobrevivir. Fue un acontecimiento que le cambió totalmente la perspectiva de vida, asegura.

La erupción ocurrió el 28 de marzo del 82, cuenta que estuvo durante marzo y abril en la cabecera municipal de Chapultenango y que le tocó casi todo el proceso. En la primera señal de erupción estaba en México, dijo.

Decidieron viajar

Trabajaba en el Instituto Nacional Indigenista (INI), junto a un compañero decidieron inmediatamente viajar para ver en qué podían ayudar en la zona del volcán, aunque no tenían idea dónde se ubicaba.

Llegaron a Bochil, alistaron algunas cosas y salieron para Pichucalco, buscando al director del Centro del INI, donde laboró muchos años después. Les dijo que en Chapultenango se reportaban muchos heridos y refugiados por lo que acudieron a brindar ayuda junto a otros trabajadores.

Mucha destrucción

Al llegar a un poblado vieron mucha destrucción, varias casas, estaban sacando al ganado y varias personas regresaban a la zona. Supieron de algunas familias que habían ido a trabajar a las faldas del volcán por lo que al segundo día fueron a buscarlas, pero no las encontraron. “Nunca los volvimos a ver”.

La urgencia para el segundo día era seguir sacando a más personas del poblado, pero no había suficientes medios de transporte, algunos pensaban que no había mucho riesgo.

Ya no había forma de salir

Para el tercer o cuarto día, recuerda que en la madrugada se registraron dos explosiones del volcán que bloquearon los caminos. Ya no había forma de salir, por lo que insistieron a los pobladores a evacuar la zona caminando. Junto a soldados pudo salir un poco del lugar.

Se refugiaron en la unidad médica del IMSS, que era la única con techo de losa. Pensaron que no resistiría, tuvieron mucho miedo, afortunadamente la erupción, al menos en esa zona, no dejó tantos muertos, incluso dice que no le tocó ver a ninguno, solo atendieron heridos.

El día que no amaneció

Relata que el domingo 4 de abril fue el día que no amaneció por lo que decidieron salir caminando, entre dos y tres mil personas. Comenta que salieron a las 4 de la mañana en total oscuridad cuando se suponía que debía amanecer pero seguía igual de oscuro. En el camino se registraron otras explosiones que provocaron que muchos ya no quisieran seguir.

Varias horas después comenzó a disiparse la oscuridad “y lo que vi me produjo mucha congoja, vi una caravana de zombis, sin color, la ceniza cubrió a todas las personas, se pegó en la ropa, rostros, cabello, todos eran color gris y teníamos miedo”.

Recuerda que lograron llegar a Ixtacomitán y cruzaron un río. Reitera no vio ningún muerto, pero sí escuchaba que algunos eran encontrados, pero ya no los movían.

Después del desastre

Como médico del INI le tocó dar atención a los nuevos asentamientos, las personas de los poblados cercanos que fueron reubicados en precarias condiciones y en distintos puntos pasando muchas carencias.

También le tocó ver lo que pasaron los cientos de personas reubicadas en La Chacona, en Tuxtla Gutiérrez.