Lo que inició a finales del siglo pasado como una propuesta musical de marimbas locales en parques de la capital, hoy se mantiene como una práctica comunitaria que fortalece la convivencia y mejora la salud física y emocional de las personas, en especial de los adultos mayores.
El danzón en Tuxtla Gutiérrez es más que un baile: es una tradición que ha acompañado a la ciudad durante varias décadas.
Se arraigó la práctica
Fue a finales del siglo pasado cuando las marimbas locales comenzaron a interpretar este género en los parques de la capital chiapaneca, marcando el inicio de una práctica que, con el tiempo, se transformó en un símbolo de identidad cultural y convivencia ciudadana.
Desde entonces, la música y el movimiento se heredaron de generación en generación, convirtiéndose en una actividad que reúne a familias, grupos de amigos y, de manera especial, a personas adultas mayores que encuentran en el danzón un espacio para mantenerse activos y conectados.
Hoy, esta práctica va más allá de la expresión artística, en una iniciativa impulsada por el Instituto Tuxtleco de Arte y Cultura (ITAC), que celebra los “Lunes de danzón”.
Para muchos tuxtlecos, bailar danzón se ha consolidado como una forma de terapia ocupacional que impacta de forma positiva en su salud física, mental y emocional.
Mejoran su calidad de vida
La coordinación, el equilibrio, la memorización de pasos y la interacción social se combinan para ofrecer beneficios que mejoran significativamente la calidad de vida.
Instructores y grupos organizados que mantienen viva esta tradición han extendido la invitación a la ciudadanía para sumarse a este género dancístico.
Señalaron que no existe una edad límite para aprender, y que cualquier persona puede integrarse y disfrutar de esta práctica que promueve bienestar y comunidad.












