"Heriberto Ortiz * CP. Las pasiones no llegan al hombre, residen en él. Cines eróticos se ubican en ciudades de todo el estado, pero la necesidad encubierta de acudir a ellos, mora en el inconsciente colectivo de una sociedad chiapaneca conservadora, rígida y corrompida por el mestizaje.
El chiapaneco tiene una doble moral forjada a través del tiempo y su miseria histórica. Gente tan pobre como la chiapaneca, tiene prohibido el ""placer de lo sexual"". Senaló el antropólogo social Jorge Luis Entzin.
El también especialista en antropología visual e investigador por la UNAM, senaló que el enfoque histórico contemporáneo de lugares adecuados para ""ejercer la sexualidad visual,"" no es ávido de cambios. Los cines eróticos son espacios atemporales y muchas veces asexuales. En ellos siempre huele, se observa y se escucha lo mismo.
Es invariable el aroma a perfume barato, sudor, fluidos sexuales que se mezclan con olor a humo de cigarrillos. La tenue oscuridad aflige los ojos de ""devotos a la carne"" en su intento de pasar desapercibidos.
Movimientos torpes, agitados, respiración profusa en busca de una banca cobijada por la oscuridad que pueda esconder el pánico de ser observado, de existir como sujeto sexual y no como indio, pobre y trabajador.
Sin embargo, -senala- la necesidad de cumplir con el sexo que seduce, huele, grita y hace erupción; obliga al chiapaneco enfrentar su conciencia. Y es que la necesidad sexual existe en la misma medida como suceden casos de ira, desprecio o mentira, por ejemplificar.
La sociedad chiapaneca sabe de está existencia, pero intenta esconderla en el ultimo rincón de la conciencia. Lugar al que solamente el inconsciente, el ""yo"" interno puede llegar. Y este, es su hogar.
Así pues el hombre chiapaneco -no como género, sino como gentilicio- tiene que lidiar con una doble necesidad: cumplir con las leyes de urbanidad, las cuales prohíben la expresión de lo sexual. Que sin embargo, susurra al oído, incita a ""pecar"".
Esta incongruencia entre pensamiento y vida, dan origen al submundo de los cines con acciones sexuales explícitas. Lugar donde convergen sujetos regidos -momentáneamente- por la pasión.
El experto abundó que una vez dentro de las salas de proyección, se suscita una catarsis. En el cine no existen profesiones ni status sociales convencionales. No hay médicos, políticos, estudiantes ni desempleados. Solamente una masa uniforme de sujetos habidos de desentranar y explotar su deseo sexual visual a través de imágenes y algo más.
Discurso visual que en no pocas ocasiones se traslada al físico. Y es que al interior de los cines se puede hallar elementos propios del submundo a fin. Cigarros, preservativos, favores sexuales, venta de sexo, refrescos, dulces, besos con olor a engano, y sobre todo anonimato.
Este submundo ciertamente es criticable, pero su existencia es ineludible. Sería un error hacer otro ejercicio de sin razón y buscar cerrar estos espacios, seria tanto como evadir espacios de memoria y lo único que generaría sería que los visitantes a estos cines buscasen nuevos lugares de esparcimiento.
Ya en la plataforma de lo físico, se puede encontrar otro fenómeno cobijado por la doble moral: el homosexualismo.
En cines del género sexual avecindados en diversas ciudades de la entidad, hay presencia de homosexuales quienes -casi- solamente al interior de estos cines claudican su necesidad de ser ""machito"".
Una mirada, una caricia, un besuqueo, un contacto. El deseo viste muchas ropas, entre ellas el traje de luces de la homosexualidad que camina agitando ilusiones dentro de un mundo de tinieblas.
Sin embargo, -agrega- este es también un fenómeno negado por el inconsciente colectivo. Y es que la conciencia dicta: hay que ser ""machitos"", trabajadores, sin derecho a perder el tiempo en pasiones, placeres a los que solamente acceden unos pocos: los ricos, los extranjeros. Los que tienen dinero, poder y belleza.
El chiapaneco tiene una figura de lo estético, lo bello, lo bien, el cual es encarnado en el extranjero. Por eso el indígena anda tras la ""extranjerización"".
Chiapas, un estado inminentemente indígena hace intentos desesperados por abandonar su cosmogonía, su origen maya. Ligado a Centroamérica mucho más que a México como nación.
El indígena que ya no quiere ser indígena. Ese es el ladino, el que escupe, desaloja, arremete, humilla, esconde, mira de lado, miente, el pobre, el marginado, el analfabeta. El que mata a su propia sangre, a su propia raza.
Ese chiapaneco niega sus orígenes, busca en espejos extranjeros un reflejo que no le pertenece. La falta de semejanza entre el ""extranjero"" y el mestizo preocupa al indígena, es por eso que maquilla su disimilitud, miente, falsea.
Este comportamiento es el resultado de siglos de sumisión que instauraron un orden en la vida del chiapaneco. Visión del todo que es compartida con algunas regiones del sureste mexicano.
Así pues, la existencia de cines eróticos es una respuesta a las necesidades del hombre. Espacio que existe sin ser malo ni bueno. Simplemente existe en la misma medida que el chiapaneco herederos de un linaje que escupe sexo en la mano concibe su sexualidad; encubierta, gris y misteriosa, puntualizó.
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El deseo de lo sexual en la conciencia del chiapaneco
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