El Día de Muertos sigue vivo

Durante la víspera de la celebración de Todos los Santos y Fieles Difuntos, que se realiza el 1 y 2 de noviembre, respectivamente, la gran mayoría de los mexicanos instala un altar.

Sobre una mesa, colocan un mantel blanco, velas, la foto de un familiar que falleció y la comida que a esa persona le gustaba en vida, pues se cree que en esas fechas, llega de visita a nuestro hogar para convivir y comer con nosotros.

Tergiversación

Muchas personas que defienden las tradiciones mexicanas aseguran que con el paso del tiempo, esta tradición reconocida por la Unesco como Patrimonio Intangible de la Humanidad está perdiendo fuerza debido a la integración de elementos ajenos que corresponden a tradiciones y celebraciones de otros países, como Halloween.

El Halloween, que se celebra cada 31 de octubre en países anglosajones incluye que los niños salgan a pedir “dulce o truco”, disfrazados de diversos monstruos o personajes de películas de terror, como brujas, payasos con colmillos y vampiros.

El Día de Muertos sigue vivo

Para Roberto Ramos Maza, reconocido historiador y promotor cultural de la entidad, el tradicional Día de Muertos no está opacado por el Halloween, más bien, se enriquece, pues el altar de muertos y su celebración es una festividad litúrgica católica y no tanto una celebración del México prehispánico como se cree.

“La base del ritual de origen cristiano que encontró en todos los países de católicos y de habla española, sobre todo en América encontró una serie de particularidades que hacen que cambien las festividades, pero ningún país llegó al esplendor que llegó en México, incluso la fiesta del Día de Muertos mexicano ya fue reconocido por la Unesco porque ninguno alcanza los niveles de festividad, de creatividad que hay en el país”, dice el entrevistado.

“Esta explosión de la celebración se debe también a que en el siglo pasado, en los años 30, hubo una política cultural muy exitosa que construyó una identidad mexicana alrededor de nuestras principales celebraciones, de cierta música, de ciertos aspectos del folclor, que sigue vigente entre los mexicanos”, explicó Ramos Maza.

Debe ser un festejo íntimo

Además de que en México no es el único lugar donde se festeja, el Día de Muertos se trata de una festividad íntima, solo en las casas, pues hace más de 50 años los altares de muertos solo se instalaban en los hogares, no en sitios públicos como oficinas o escuelas.

“Los altares se relacionan con que antiguamente había altares comúnmente en las casas, porque no hay que olvidar que el altar de muerto ahora lo vemos público, en las escuelas, en las oficinas, pero en realidad eran domésticos.

“Yo comparo el Tuxtla de los 60 que alcancé de niño, con el Día de Muertos en los 2000 y evidentemente no habría imaginado de niño estas celebraciones”, aseguró.

En los 60 lo que se hacía era el altar en la casa, ponerle agua, alguna comida, un retrato y los niños salían a pedir calabacita con la ropa puesta de todo el día y ahora hay una explosión festiva con los altares”, complementó.

No hay purismo

Roberto Ramos asegura al final que no existe una especie de purismo en la tradición y debe considerarse que, como la sociedad, las tradiciones con el tiempo irán cambiando. Mas bien es una forma de recordar a quienes amamos pero ya no están, indica.

“Nunca hay conformidad con la partida de los seres queridos, y es entonces cuando se convierte en un mecanismo para tenerlos presentes”. El 1 y 2 de noviembre es la oportunidad para hacerlo, aseguró.