El papa Francisco “le echó ganas” como chiapaneco
Momento en que el papa Francisco arriba al aeropuerto Ángel Albino Corzo. CP

De lo alto, miles esperaban primero el avión papal en el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez. Y de lo alto esperaban en San Cristóbal el helicóptero en que llegaría el papa Francisco.

Y el helicóptero con matrícula XCL-KO de la Fuerza Aérea Mexicana apareció. Su hélice giraba veloz, casi al ritmo en que latían los corazones de los 90 mil presentes en el Centro Deportivo Municipal de San Cristóbal.

Y miles de indígenas, piel morena, Juan Diegos modernos, de Chiapas, Guatemala y El Salvador, esperaban.

Arribo

Y la espera terminó. La nave tocó suelo a las 9:37 horas. La hélice se detuvo a las 9:38, pero los corazones, no. A las 9:40 el papa Francisco salió del helicóptero y a las 9:41 subió al papamóvil, con matrícula SCV-1.

El obispo Felipe Arizmendi Esquivel iba con su atuendo indígena, en la unidad, atrás y a la derecha del Papa.

El papamóvil se detuvo. Los escoltas tomaron un bebé, lo acercaron al pontífice y éste lo besó. La escena se repitió con dos bebés y tres niños.

Es que Jesús dijo: “Dejad que los niños vengan a mí y no se los impidáis porque de los tales es el reino de los cielos”.

El papamóvil avanzaba en zigzag entre la gente, para tratar de estar más cerca de la mayoría.

El papa caminó hacia el altar, pero ya vestido con la casulla morada, bordada a mano por artesanas indígenas.

El morado es color de la cuaresma y símbolo de transformación.

Esa que el estado de Chiapas necesita. Porque es rico en recursos, pero con gente pobre. Unos caminan varios kilómetros para recibir apenas unas pastillas de paracetamol en una clínica.

Pobres, pero gente amorosa, solidaria. Y se mostró literalmente en esta reunión. Miles de indígenas llegaron de fuera. Y los hoteles no alcanzarían para albergarlos. Por ello los indígenas locales los hospedaron.

Y al instante más de 90 mil golpes de pecho. Entre ellos el gobernador Manuel Velasco Coello, atrás de la primera fila, como uno más de todos los presentes.

A las 10:15 el papa se puso la mitra. Una mujer indígena leyó en tsotsil y español.

A las 10:25 el papa Francisco se quitó la mitra, por respeto. Es que el diácono iba leer el evangelio. Todos de pie.

Y el papa leyó en tsotsil: “La Ley de Dios es perfecta y reconforta el alma”. Y evocó al pueblo de Israel, esclavo durante 400 años en Egipto. Pero Dios dijo “no más, alto al despotismo de Faraón”. El Padre ve la opresión, el dolor, el maltrato de que son objeto sus hijos. Y actúa.

En una mención inesperada, el papa citó al Popol Vuh, diciendo: “El alba sobrevino”. Y agregó: “Que la opresión no sea la moneda corriente. Hay un anhelo de un tiempo en que la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz”.

Tras una pausa, el papa dijo lo que muchos atisbaban, conociendo su amor por la naturaleza.

“El agua, el aire, el suelo, los seres vivientes sufren las secuelas del pecado y violencia. La tierra gime con dolores de parto. No podemos ser sordos y ciegos ante la peor crisis ambiental en la historia. La tierra es una casa común”.

Y luego puso el dedo en la llaga. “Muchos mareados de poder, ambición, despojan a indígenas. Urge un examen de conciencia. Debemos aprender a pedir perdón”.

Y culminó su reflexión como empezó: “La Ley de Dios es perfecta”. Y a lo perfecto no se le añade ni se le quita. Y unos dijeron amén. Otros aplaudieron. El discurso es plausible, porque no es político. Es palabra de Dios.

Por los pobres

A las 10:50 siguió el silencio, meditación. “Que la palabra de Dios entre en nuestros corazones”, dijo el papa. Y añadió con autoridad: “Solo siguiendo sus mandamientos tendremos una sociedad según la voluntad de Dios”.

Y puso el colofón: “Señor, concédenos tu misericordia”.

Siguió una plegaria universal, sentida. Con voz quebrada, a punto del llanto, un indígena clamó. Por el papa, por los pobres, enfermos, migrantes, indígenas, gobernantes. Unos de rodillas, otros de pie. Unos en voz alta, otros en silencio. Cada uno en su idioma. Dios ve y oye a todos. Entiende y atiende.

A las 11:03 horas el papa cerró la oración con un “por Jesucristo nuestro Señor. Que el Señor sea con ustedes”.

A las 11:05 resonó el canto Santo, santo, santo es el Dios todopoderoso, con banda, mariachi y marimba.

A las 11:08 el papa dedicó el vino y el pan, símbolos de la sangre y el cuerpo de Jesucristo.

A las 11:15, el papa dijo: “Que la paz de Dios sea con ustedes”. Y se dio un abrazo con el obispo Felipe Arizmendi. Y más de 90 mil abrazos simultáneos entre los presentes. Hace falta más historias como ésta.

De repente prorrumpieron miles de aplausos. Es que celebraron lo dicho por el sonido: “Gracias Tatik (papa) por aprobar la ordenación de diáconos indígenas”. Es que Juan Pablo II lo había vetado por ser casados.

Y como regalos únicos el papa recibió la Biblia de Zinacantán y Huixtán en tseltal y tsotsil.

Y otra vez la voz en el sonido dijo: “Viva tatik Samuel, que puso la Biblia en las manos de los pobres”. Samuel Ruiz alfabetizó a los indígenas y les enseñó a leer la palabra de Dios. Y otra vez más aplausos.

Bendición

A las 11:54, sosteniendo el báculo de madera, el papa Francisco bendijo y pidió: “Por favor no olviden rezar por mí”. El bastón de mando no pesa, la responsabilidad, sí.

A las 12:00 horas acabó el evento allí e inició el recorrido por las calles de la gélida ciudad. Concluyó en la Catedral de San Cristóbal, en cuyo interior más de mil personas, la mayoría de la tercera edad y enfermos, lo esperaban.

Y al despedirse en la catedral, volvió a pedir: “Recen por mí”. La respuesta fue tímida. Y el papa bromeó al decir: “No los veo muy convencidos”.

Y siguió la comida. El papa compartió el pan y la sal con una familia de indígenas pobres. Y aceptó gustoso el humilde alimento del hogar.

El papa es fuerte. Físicamente. Lo mostró al permanecer de pie durante horas.

Tuxtla

El helicóptero aterrizó a las 15:38 horas en el campo aledaño al Estadio Víctor Manuel Reyna. “Chiapas te recibe con el corazón y los brazos abiertos”, decía un letrero gigantesco.

De acuerdo al protocolo, lo recibieron al bajar de la nave, el presidente municipal de Tuxtla, Fernando Castellanos, su esposa e hijos.

Luego llegó el gobernador Manuel Velasco Coello y su esposa Anahí.

A las 15.43 el papa Francisco subió al papamóvil. Sus 16 escoltas personales corrían alrededor de la unidad. Ellos estaban preocupados por la seguridad. El papa se ocupaba en sonreír y bendecir.

En su twit 21 horas antes de pisar el estadio, el papa Francisco escribió: “El nombre de Dios es misericordia”. La misericordia es el amor a la infinita potencia. Se dice Chanun en griego. Significa un manantial inagotable de gracia.

El estadio ardía a 32 grados centígrados y el papa seguía de pie. A las 13:48 horas se sentó, descansó un rato.

A las 15:56 el papa ocupó la silla de madera con la “M” de misericordia.

La bienvenida la dio el arzobispo de Tuxtla: “Soñamos en ser fieles, misericordiosos como el Padre, desde nuestros hogares. Soñamos con gobernantes y legisladores que defiendan la vida y las familias”, dijo.

Como peculiar regalo el papa recibió una estola con 200  rostros de niños no abortados.

Nutridos aplausos premiaron el emotivo beso del papa a Manuel, niño de 14 años, discapacitado que leyó un discurso.

200 parejas presentes renovaron su alianza matrimonial. Más de 50 años de amor y fidelidad.

Beatriz, una madre soltera tomó la palabra y narró sus múltiples fracasos al fornicar durante su juventud y quedar embarazada varias veces. Tentada a abortar. Pero no lo hizo.

Al leer el Evangelio de Juan, el diácono enfatizó las palabras de la Virgen María en el milagro de las bodas de Caná. “Hagan lo que él (Jesús) les diga”. Hacer la voluntad de Dios es garantía de felicidad y salvación.

En su respuesta al discurso de Manuel, el papa elogió la unidad de los padres, que aunque pelean como todo matrimonio, están unidos por el bien común de Manuel.

Y agradeció a Manuel haberle echado ganas a la vida y por contagiar a todos a echarle ganas también.

“Dios no sabe hacer otra cosa. Siempre le echa ganas, porque su nombre es amor, misericordia”, dijo, levantando gritos y aplausos de aprobación en los miles ahí reunidos.

Y también respondió a Beatriz. Y felicitó su espíritu de lucha ante la adversidad.

“Prefiero una familia herida, con cicatrices, a una familia enferma de soledad, de aislamiento por el miedo a amar”. Y condenó que las familias, con el pretexto de la modernidad, sean enfermas, desequilibradas, libertinas.

Inició el recorrido por la Calzada de las Etnias, a moderada velocidad, la 5ª Norte, Calle Central en contraflujo, avenida Central, bulevar Ángel Albino Corzo. Antes de llegar al bulevar Juan Pablo II, pasó por la Diana Cazadora y no volteó a verla.

Última parada en el Parque Chiapasiónate, a las 15:35 horas, para develar la placa conmemorativa. Dejó el papamóvil y abordó el Fiat 1500, cerrado, para irse al Aeropuerto Ángel Albino Corzo.

Y el papa se despidió. Regresó como llegó. Y las miradas regresaron otra vez a las alturas, al cielo. Es que se requiere de una solución divina al problema humano. El papá, como Manuel, como Beatriz, como el Padre Dios, le echó ganas.