Julio César Aguilar Suárez, fotodocumentalista e investigador de tradiciones en Chiapas, lanzó una crítica contundente contra la mercantilización del Parachico; denunció que instituciones gubernamentales y empresas privadas han convertido a este símbolo sagrado en un producto turístico y político, despojándolo de su significado religioso y comunitario.
Patrón alza la voz
En un pronunciamiento histórico, Rubisel Gómez Nigenda, Patrón de los Parachicos y máxima autoridad moral y espiritual de esta tradición, se sumó a las críticas contra la mercantilización y desvirtuamiento de este personaje, tras el mural que se bandalizó en la capital chiapaneca durante el fin de semana.
Con voz firme, Gómez Nigenda defendió el legado sagrado de la danza y exigió acciones concretas para protegerla de intereses externos.
“El Parachico es el alma de nuestro pueblo, no una moda”, dijo en un comunicado leído y acotó que “el Parachico es una manifestación cultural de profundo arraigo en la identidad chiapaneca, cuyo origen y esencia se remonta a la veneración del niño de Atocha, el señor de Esquipulas, San Antonio Abad y San Sebastián. Su significado trasciende cualquier interpretación ajena a su historia y propósito”, declaró.
Ante las criticas que surgieron por parte de la comunidad LGBT+, subrayó que “quien porta el traje de Parachico no tiene género. Mujeres, niñas, niños y hombres han danzado por siglos con orgullo y fe, siempre dentro del respeto a nuestra identidad”.
Aprovechamiento institucional
El Patrón criticó que algunas instituciones gubernamentales culturales, de turismo y en movilizaciones políticas y electorales se ha utilizado al Parachico a beneficio, incluso modificando el traje.
Exhortó al gobierno a tomar cartas en el asunto, pues este personaje debe preservarse con la dignidad que merece y enalteciendo el legado cultural ancestral que representa.
De la tradición a la bufonería
“El Parachico no es un bufón: es un pacto con lo divino”, declara Aguilar Suárez en entrevista, él se viste y ha documentado por años la tradición, explicó: “Los verdaderos Parachicos no bailamos para entretener al turista. Salimos por devoción a las imágenes religiosas, no para ser un espectáculo. Pero las autoridades ven esto como negocio; venden nuestra imagen en aeropuertos, folletos o incluso en campañas políticas, sin respetar nuestro contexto”.
Despojo cultural
Aguilar denunció que instituciones gubernamentales y empresas privadas han convertido a este símbolo sagrado en un producto turístico y político, despojándolo de su significado religioso y comunitario.
Entre los ejemplos más polémicos, destacó el Parachico con luces navideñas en el Parque Bicentenario de Tuxtla Gutiérrez, al que calificó de “aberración”.
Y el recurrente uso electoral de los candidatos que se fotografían con máscaras y trajes tradicionales para ganar simpatía, pese a ignorar el trasfondo espiritual.
Aguilar cuestionó la inacción de las autoridades: “El gobierno tiene la obligación de protegerlo como Patrimonio de la Humanidad, pero solo lo explotan. ¿Quién pone luces navideñas a un símbolo sagrado? Alguien a quien solo le importa el dinero”.
Tensión entretradición y turismo
El Parachico nació en el siglo XVII como un ritual de agradecimiento a San Sebastián y San Antonio Abad, vinculado a historias de resistencia indígena y costumbres agrícolas, es un sincretismo, una fusión producto del choque de dos culturas.
Ambas voces coinciden en un punto, la declaración de la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial (2010) no ha detenido la explotación, sino que ha sido usada para justificar el turismo masivo sin regulación y no ha garantizado la protección de las tradiciones.
Para Aguilar, la solución no está en prohibir, sino en educar: “Si alguien viene a vernos, que lo haga con respeto. Esta no es una actividad folclórica: es un acto religioso que llevamos en la sangre. Esperamos todo el año para danzar, no para ser postales turísticas”.
“No vendan nuestra alma”
La declaración de Aguilar resuena con una frase del subcomandante Marcos citada por él: “En cuestiones de dinero, son capaces de vender hasta a sus madres”. Hoy, el reclamo es claro: “el Parachico no es mercancía”.
Estas palabras resuenan en un estado donde, pese al reconocimiento global y local, las comunidades siguen luchando por ser escuchadas.