El ritual prohibido que sobrevivió a la colonia

Esta celebración conjuga los saberes prehispánicos. Carlos López / CP
Esta celebración conjuga los saberes prehispánicos. Carlos López / CP

Documentos históricos revelan que frailes dominicos consideraron como “salvaje y aberrante” una tradición chiapaneca donde originalmente se liberaban a jaguares reales. Hoy, el Calalá perdura como testimonio de resistencia cultural, y une a Chiapa de Corzo y Suchiapa en una ceremonia que honra al monte, al agua y al trueno.

En el marco de las actividades de divulgación del Museo Regional de Chiapas, el joven arqueólogo, Yael Iván Gumeta Rodríguez, originario de Chiapa de Corzo, impartió la conferencia “Calalá: Danza sagrada de la lluvia y el trueno. Un puente entre el mundo terrenal y lo divino”.

Gumeta Rodríguez, estudiante de la licenciatura en Arqueología del Unicach, destacó que el Calalá es un ritual sagrado que conecta con la cosmovisión chiapaneca prehispánica. Sus orígenes están en el pensamiento mesoamericano y se vincula directamente con el ciclo agrícola chiapaneca.

Calendario ritual

“Los chiapanecas basaban su cultura en un calendario ritual agrícola con tres deidades principales: Nombuvi (dios Sol), Nandadá (diosa del agua) y Matobé (dios de la fertilidad)”, explicó Gumeta.

Representa la conexión entre lo terrenal y lo divino, donde el personaje principal funge como “Señor del Monte” o mediador entre ambos planos. En la tradición oral se le conoce como “Señor Negro”, entidad que custodia los cerros y la siembra.

Personajes y simbolismo

La danza se compone de tres personajes fundamentales: el Calalá (Señor del Monte, venado), el tigre Nambusheli (representante de la noche) y la serpiente emplumada o gigante (símbolo del rayo y la lluvia).

“Estos animales sagrados en Mesoamérica encarnan fuerzas naturales opuestas pero complementarias”, señaló el arqueólogo.

Documentos históricos consultados por Gumeta revelan que, en época colonial, los frailes dominicos consideraron como “salvaje” a esta danza y llegaron a prohibirla.

“Existían versiones donde se utilizaban animales reales, lo que espantó a los religiosos, llevando a la caracterización humana que conocemos hoy”, compartió.

Tradición compartida

Contrario a la creencia popular que atribuye el Calalá exclusivamente a Suchiapa, la investigación demuestra que era una tradición compartida con Chiapa de Corzo.

“Según el arqueólogo Carlos Navarrete, los calpullis de ambos pueblos se reunían en lo que hoy es el parque Guanacastle para realizar rituales previos al Corpus Christi”, explicó.

Actualmente, la danza mantiene vivas estas raíces. En Chiapa de Corzo, por ejemplo, se realiza una procesión nocturna al cerro del Culatitlán, donde se declaman oraciones en lengua chiapaneca y se representa el enfrentamiento entre el venado y el tigre.