El mes de noviembre representa para México y Chiapas unas de las fechas más importantes en la parte de las tradiciones. Los días 1 y 2 se llenan de misticismo, creencias religiosas, espantos y hasta leyendas que han marcado la vida de quienes, aseguran, han tenido contacto de forma involuntaria con seres del más allá.
En la capital Tuxtla Gutiérrez, y a pesar de la urbanidad, las cosas no son tan distintas. Existe un personaje en particular cuya función, como dice el cronista Roberto José Fuentes Cañizales, es asustar o fajear a los bolos: El Sombrerón.
“Es uno de los ‘espantos’ más representativos del estado”, comparte. Aunque en algunas regiones de la entidad tiene distintas connotaciones en cuanto a su forma de actuar, pero en términos generales él anda buscando a borrachos para castigarlos.
¿Es un ranchero?
El integrante del Consejo Municipal de la Crónica de Tuxtla Gutiérrez explica que El Sombrerón es un personaje alto, de piel morena, bigotón y de botas; una especie de ranchero criollo.
“Trabajaba su propia tierra, tenía sus animalitos, vivía muy feliz con su familia hasta que por asuntos del destino llegaron, mientras que él estaba trabajando su parcela, tres personas ebrias, que queriendo buscar trago lastimaron a su esposa e hijitos, y para no dejar rastro del delito le prendieron lumbre a ese hogar”, explica.
Fuentes Cañizales, escritor de varias obras del terror chiapaneco, mencionó que después de que se dio cuenta de que el humo venía de su casa, El Sombrerón se topó con quienes ingresaron a su vivienda y que cuando estaba al borde de la muerte hizo trato con “el innombrable”, para vengarse de los vivos, “¡por eso es que anda buscando bolos!”, enfatiza.
Comenta que cuando no se encuentran a personas en el camino, se desquita con los animales de los corrales. También es el terror de los caballos, las mulas y de todo lo que se encuentre a su lado; tanto así que al otro día esos ejemplares amanecen sudados y lastimados.
“Y deja su marca específica: teje la crin y la cola de los animales; tan bien queda apretado y bien hecho que, después, cuesta mucho desbaratar el tejido”, relata el cronista.
El espanto cobra vida
El Sombrerón, como todos los “espantos”, busca normar las conductas de las personas, sobre todo la de los varones. Desde hace más de una década el cronista lo personifica; participa en muchos eventos por la representación que tiene en el mundo de los espantos chiapanecos. El escritor también hace actuaciones con monólogos históricos, teniendo un perfil para cada época, los cuales son desarrollados de forma chusca para que las personas sonrían pero siempre con información real.
Cuando se le preguntó si en alguna ocasión la leyenda de El Sombrerón lo ha asustado, el escritor respondió entre risas: “No, no, no. ¡Qué bueno que no!. Aunque usted no lo crea, según las creencias, existe una forma para enfrentar a este personaje: usar el cinto pero orinado”.
Aunque este espanto sigue presente entre la población, la modernidad, las luces y los vehículos provocan que se escuchen menos “los lamentos” de las leyendas urbanas. Esto es contrario a lo que relataba la propia gente hace unos años, cuando decía que por las noches salían estos seres del más allá.