Ernesto Alonso, medio siglo como parachico

El sonido del chinchín adorna el interior de la casa de don Ernesto Alonso Jiménez Trejo. Hace casi 50 años comenzó a danzar como parachico, y desde entonces la tradición se ha mantenido viva en su familia.

Se preparan

En su hogar se respira la esencia de estas festividades que incluyen a las chiapanecas. Todos los miembros se preparan para recibir estas fechas, por lo que los días de enero son especiales.

Recuerda que fue en 1974 cuando, por primera vez, portó la indumentaria que tanto resalta en el pueblo. Su tío, Javier Trejo, fue quien lo impulsó a contagiarse de los colores, la alegría y el zapateado.

El tiempo pasa, la tradición se queda

Casi medio siglo después, don Ernesto mantiene en resguardo, en un lugar especial, su primera máscara, misma que está sin ningún retoque. El reconocido artesano don Pedro Jiménez fue el responsable de elaborarla.

En las calles del Pueblo Mágico (Chiapa de Corzo) don Ernesto Alonso le canta al santo patrono san Sebastián mártir, y en su casa —que abrió para “Cuarto Poder”— tiene en un rincón especial su esencia religiosa.

Los años y el chinchín

De su infancia recuerda que no solo esperaban a enero para danzar en la Fiesta Grande de Chiapa de Corzo, junto a compañeros del barrio, sino que bailaban hasta dos meses después. Agarraban las sonajas y algunos trapos para seguir con la celebración.

Las pláticas en aquella época se extendían para trazar la ruta que tomarían. Hace un par de décadas solo utilizaban listones de colores y muchos conservan esa costumbre, aunque parte de la indumentaria se ha modernizado.

Esperar el inicio del año, relata mientras describe parte de su vestimenta, es una meta para iniciar el mes con felicidad. Actualmente, don Alonso tiene un parachico de 11 años (hijo) y dos hijas que son chiapanecas desde bebés. Cada año también se preparan ellas para lucir sus mejores diseños con los vestidos.

Respeto a la vestimenta

Colocarse el traje de “Parachico” es sinónimo de ponerse el mejor atuendo. Se baila en honor al señor de Esquipulas, san Sebastián mártir y san Antonio Abad. Las calles, rodeadas de personas, advierten la celebración.

Fue el pasado 15 de enero que salieron los más grandes a danzar y el último día será el 23. La actividad comenzó desde el 4 de enero con la salida de los más pequeños a las calles, en honor al Niño de Atocha.

La energía de esta celebración, describe Jiménez Trejo, es tan grande que hay personas que son oriundas de Chiapa de Corzo pero viven fuera y en estos días regresan al pueblo para unirse a la gran tradición.

A lo largo de 49 años como parachico, aparece un momento que marcó la vida de don Ernesto Alonso: danzar entre los escombros cambió su perspectiva de lo que implicaba traer el traje. “Se me quedó muy grabado, hicieron una iglesia alterna y los parachicos iban arriba de los escombros y a mí me tocó pasar eso”.

En ese momento entendió que a pesar de la magnitud de la desgracia que rodeaba al pueblo, los parachicos cumplieron con la celebración. Todo fue distinto cuando llegó la pandemia de covid-19. Los bailes se limitaron a hacerse en los hogares. La familia de Jiménez Trejo lo vivió en su hogar, ahí se vistieron, comieron y disfrutaron de la festividad, pues “¡hay parachicos para muchos años!”, expresó.

La plática con este parachico concluye mientras, con el atuendo ya puesto, camina por las calles de Chiapa de Corzo para encontrarse con sus compañeros y amigos. Durante el trayecto entona: “¡Parachico me pediste, parachico te daré, con mi máscara de palo, mi chinchín te sonaré!”.