Espadañas, las flores del cerro que adornan a la Santa Cruz

Don Porfirio de 92 años y don Inocente de 67, ya no suben -como lo hacían años anteriores- al cerro para ir a cortar la tradicional Flor de Espadaña y venerar a la Santa Cruz. Ahora, esperan pacientes la llegada de los más jóvenes, quienes durante varios días caminan para poder regresar con los mecapales llenos de estas hojas, adornados con la flor de mayo que lleva en el centro una cruz de madera y otros aditamentos para con ello seguir con esta celebración que ha persistido durante siglos.

“Hojeros”

Los “hojeros” son los peregrinos que cada año se encaminan en las filas de las montañas, especialmente para llegar al Cerro de Nambiyugua que se ubica en el interior del municipio de Villaflores y poder cortar la hoja de Espadaña, las cuales son envueltas en con una red de mecate y sujetas con mecatillo (son alrededor de 100 por persona) para poder traerlas durante la travesía tocando sones al ritmo de tambor y carrizo.

El “mero día” para presentar la flor es el primero de mayo, pero inician su recorrido el 27 de abril para regresar el 30. Realizan una previa parada antes de llegar al margen del Río Paso Las Hojas, en el terreno Los Manguitos, en donde festejan su arribo con la celebración de la Eucaristía en un altar improvisado con adornos de la misma hoja y el humo del incienso y velas encendidas. Luego danzan y tocan diferentes sones mientras unos descansan y otros toman cervezas para mitigar el calor.

De acuerdo al Párroco de la Iglesia de San Esteban Mártir en Suchiapa, Jorge Alberto Ramírez González, la hoja de la Espadaña para adornar los altares a la Santa Cruz son una expresión de alegría y para el pueblo creyente la cruz sigue siendo fuente de vida y esperanza. Refirió que la cruz es el altar en donde Jesús dio la vida por nosotros, y el pueblo en medio de su tradición y su cultura quiere reconocer la vida y por eso va por la flores vivas del cerro, uniendo de esta manera la fe con la tradición. “El sacrificio de Cristo se hace vivo y presente en el sacramento de la misa”, señaló.

Aunque no hay datos exactos, para algunos son 700 años para otros 500 o bien un siglo, Don Porfirio cuenta que es una romería muy antigua pero que el comenzó desde niño a los 10 años aproximadamente, en donde se preparaba gustoso con toda la gente que convocaba Don Francisco (finado) la cual sigue siendo toda una fiesta desde que se enfilaban para ir a traer la flor en varios puntos del cerro como “La Sombra”, “Nambiyugua” “Cerro Grande” y “Estoraque”, los cuales eran libres pero actualmente se fueron adueñando de los cerros, por lo que ahora tienen que pagar un apoyo a los que la producen.

Don Domingo Champo Pérez, representante desde hace 35 años del grupo de aproximadamente 300 “hojeros” que llegaron el pasado 30 de abril a Los Manguitos previo a la bajada del río y entrada a la parroquia, explicó que se continúa con la lucha para que persista la tradición de la cortada de la flor de Espadaña y ésta no se acabe.

A pesar de que han tratado de cuidarla, la Flor de Espadaña se encuentra en riesgo según especialistas por su explotación por este tipo de tradiciones que también se festeja en Terán, aunado a ello, los recientes incendios estuvieron a punto de poner en “jaque” la celebración, pero gracias a los productores y que cobran un costo es que pudieron recogerla en otras parcelas cercanas.

Desafortunadamente, este año los incendios quemaron el cerro y acabaron con las plantas del Nambiyugua, por lo que tuvieron que acercarse a otras propiedades en donde pagaron dos pesos por hoja, pero sin importar pagaron el costo y regresaron gustosos con los enrames que contiene el centenar de hojas. Cooperan pero también piden una pequeña ayuda al gobierno municipal de Suchiapa.

Él, contó, comenzó a los 12 años, tiene 69 años actualmente. Don Domingo dijo que la tradición de cortar la flor de espadaña a pesar de tener algunos detalles en contra se niega a morir, y por ello se ve dentro del grupo incluso a mujeres que participan junto a sus pequeños hijos quienes también cargan sus mecapales.

El representante de los hojeros enfatizó que es necesario llegar a acuerdos con los gobiernos municipales para poder reforestar los cerros, y ellos están en la mejor disposición para limpiar, sembrar, y pedir ayuda con gente especializada ya que esta planta tarda muchos años en crecer.

Las nuevas generaciones, los niños y en menor medida niñas, desde los tres años comienzan a enrolarse en esta actividad que sus fieles padres han seguido por años, los más pequeños no realizan la travesía pero si danzan, tocan el tambor y el pito, un kilometro antes de llegar al río, se ponen sus mecapales y acompañan a sus progenitores bajo el incesante sol para llegar al altar al margen del afluente, en donde aguardan cientos de familias para recibir la flor y hacer el pase.

Antes, hoja por hoja van empalmando para poder forjar su propio mecapal, que portan orgullos y posan para la foto, es sin duda, una muestra de que la tradición persistirá, mientras no desaparezca de sus mentes y corazones, mientras perdure la alegría de ir a cortar la hoja, mientras las montañas siga brindando la flor.

A otro costado, esperan también palapas y puestos de cervezas y comida, para que después de la entrega de la ofrenda en ese punto, comiencen una fiesta y poder subir a la cabecera el primero de mayo a dar los mecapales a la parroquia del pueblo.

Ahí, también esperan pacientes Don Porfirio y Don Inocente, sentados en sillas de madera, a un costado del altar en donde colocaron la Cruz de Madera que está resguardada por un arreglo de flores multicolores y velas encendidas a sus pies. Don Porfirio con una gorra blanca y siempre sosteniendo su bastón, Don Inocente escuchando atentamente a su compañero y refrendado las anécdotas y vivencias cuando eran jóvenes. Antes llegaban al cerro. Ahora, solamente esperan pacientes a los más jóvenes para vivir de nuevo y festejar.

Tras haber entregado la ofrenda “los hijos de dios” se van retirando y se van “dejando casa por casa” hasta el último, que es Don Domingo, pues es el representante del grupo de hojeros que sube y baja del cerro y que es parte del ceremonial. La fiesta termina como tal hasta el 5 de mayo, durante varios días el parque del municipio se llena de familias, la algarabía llena sus corazones, truenan bombas y juegos pirotécnicos acompañados de grupos musicales.

El primero de mayo entra la romería a la parroquia del pueblo para adornar el altar y desarrollar la misa. Para el 3 de mayo, el “mero día” en el que se celebra a la Santísima Cruz, el altar de la Iglesia luce repleta y adornada con las flores del cerro, que se niegan a desaparecer a pesar de los incendios y su explotación: las espadañas.