Alrededor del 50 % del nitrógeno aplicado en los cultivos nunca llega a las plantas, se volatiliza, se lava y se transforma; y el fósforo, otro nutriente clave, puede quedar atrapado en la tierra durante años, inutilizado, esto según datos de investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt).
Señalan que, cada año en el mundo, miles de toneladas de fertilizantes se pierden en el aire, se escurren con la lluvia o se quedan atrapadas en el suelo sin llegar nunca a las raíces del cultivo que buscan hacer crecer.
Esa ineficiencia no solo cuesta dinero, también contamina ríos, suelos y hasta la atmósfera. Pero la ciencia agrícola está encontrando alternativas para revertir esta situación.
Cada parcela es diferente, algunas tienen exceso de sodio, otras pH muy ácidos o alcalinos, y otras más carecen de micronutrientes como el zinc o el azufre. Sin embargo, durante décadas se han aplicado dosis estándar, año tras año, esperando milagros.
Acciones
Para cambiar esta lógica y fortalecer los esfuerzos del Gobierno Federal por dotar de fertilizantes a los agricultores mexicanos, el Cimmyt y sus colaboradores han desplegado diversas estrategias para impulsar acciones y prácticas sustentables que ayuden a optimizar el uso de este producto.
Uno de los enfoques de los investigadores promueve conservar los rastrojos en la superficie del suelo para evitar la evaporación de la humedad y mejorar la estructura del terreno; incorporar abonos orgánicos; corregir problemas físicos y químicos con insumos adecuados, y promover la rotación de cultivos, con leguminosas.
Generan mapas de fertilidad que muestran con precisión los niveles de nitrógeno, fósforo, potasio, materia orgánica y otros indicadores clave. Esos mapas permiten tomar decisiones con lupa: qué tipo de fertilizante usar, en qué dosis, y en qué momento.