Fabio Martínez Castilla, un obispo misionero

Monseñor Fabio Martínez Castilla, arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, llegó a Chiapas en febrero de 2013 con 62 años de edad. Es originario de Isla Mujeres, Quintana Roo, y cuenta con un historial de misiones en los lugares más pobres del mundo.

Inicios

De 1987 a 1997 fue misionero en la diócesis de Uige, en Angola; de 1997 a 1998, párroco de Peto, en Yucatán; de 1998 a 2007, párroco de San Francisco de Asís, en Umán, en el mismo estado, y director diocesano del Movimiento de “Cursillos de Cristiandad”.

Se considera un hombre de altos riesgos y defiende lo que cree justo.

Recuerda su misión en África y el estado de Michoacán, lugares atestados de pobreza y violencia como una de sus vivencias más preciadas en donde sintió de cerca el amor de Jesús.

Dice que las realidades que vivió como misionero fueron crudas.

Una de las cosas más fuertes fue recoger muertos de las calles y enterrarlos, esto hizo que se confrontará en algunos momentos con Dios, y es que le reclamaba hasta cuándo todo esto, pero luego comprendió que ese mismo sufrimiento justificaba su estadía en esos lugares, dijo el arzobispo.

Humildad

Para Martínez Castilla, su vida será siempre sencilla, sin embargo, aclara, no quiere decir que se deba vivir en casa de palitos o en un palacio, sino “usar bien lo que hay para mejorar tu relación con la gente”.

Antes de llegar a Chiapas fue obispo de Ciudad Lázaro Cárdenas, Michoacán, y además responsable de la Dimensión de la Pastoral de la Misión en la CEM para el trienio 2012-2015.

Martínez Castilla realizó sus estudios eclesiásticos en el seminario de San Idelfonso de la Arquidiócesis de Yucatán, ordenándose sacerdote el 31 de enero de 1977.

De esa fecha y hasta 1986 ocupó de manera sucesiva los cargos de vicario parroquial de los Santos Reyes; formador en el seminario; capellán de los Hermanos Maristas; vicario parroquial de Santa Ana, en Mérida, y párroco de Yaxcabá, de Dzitás y de Nuestra Señora de Guadalupe en Tizimín.

Misión

A su llegada al estado, aseguró que Tuxtla tendría un arzobispo que ni siquiera quería ser sacerdote, e incluso, dijo, pensó rechazar la oferta de sustituir a Rogelio Cabrera López, arzobispo anterior a su llegada.

Y es que señala: “no quería ser sacerdote, yo de joven era tan inquieto que me era impensable estar en las filas de los casi santos”.

Sin embargo, dice que el Señor lo llamó y está dispuesto a servir en cualquier lugar del mundo sin importar las condiciones.

Desde el primer día de su misión en Tuxtla, su trabajo se enfocó en seguir los lineamientos del papa Francisco, para crear una iglesia que trabaje por los pobres de la entidad.