Familias celebran a las madres en el panteón

Cientos de familias tuxtlecas acudieron al panteón municipal para celebrar el Día de las Madres, y así poder recordar hermosas memorias y anécdotas de las madres que ya han partido.

En el lugar, las familias escuchan música ya sea de trío, marimba o con alguna bocina, algunos lanzan cohetes al aire, otros más acuden con flores como rosas, claveles o nubes, e incluso algunos más escurren algunas lágrimas por la nostalgia de ya no estar este día celebrando a sus madres físicamente.

Se puede observar a las personas recorriendo los pasillos, quienes a pesar del calor se mantienen, bajo las sombras de algunos árboles, en este espacio durante esta importante celebración en el país.

Anécdotas diversas y algunas travesuras que incluyen el haber quemado el colchón de una cama, son parte de las alegrías que se comparten, al tiempo que se recuerda con nostalgia el sabor de los platillos que abuelas y madres compartían, los cuales incluyen los tamales típicos.

¿Quién no recuerda salir corriendo sin rumbo claro y con la vista entrenublada cuando su mamá estaba a punto de lanzar la ya tradicional chancla? Ahora, aquellos momentos de apremio se convierten en carcajadas que hasta alguna lágrima provocan.

En México, esta celebración con gran arraigo inició en honor a las madres reconociendo su papel fundamental en la sociedad y la vida familiar, la importancia de las madres siendo centro de la vida social y que en muchas ocasiones son el pilar de la unidad familiar, o incluso en algunas, quizás muchas, el único pilar familiar.

Las mamás son quienes con un abrazo ayudan a aliviar una temperatura, que con solo tocar una herida parecen ayudar a que su curación sea más rápida; son las que con una mirada logran calmar una discusión entre sus hijos. Sin duda, son un ser especial en la vida de cada uno de nosotros.

La señora Asunción nos comparte que en esta ocasión acudió al panteón a visitar a su mamá. Ella es mamá de seis hijos y de una lista de más de 20 nietos, de los cuales se siente orgullosa y por supuesto muy querida, pues, dice, en general todos son muy tranquilos.

En medio de la plática, y antes de que pueda contar alguna anécdota, la señora Elizabeth irrumpe y comparte que sí existe una, pues cuenta que en una ocasión ella y tres de sus hermanos quemaron el colchón de una cama individual.

Recuerda que eran cuatro hermanos los que estaban en la casa de la abuela, cuando por alguna razón que no recuerda con claridad, se encontraban debajo de la cama, pero para poder iluminar ella decidió prender un cerillo, el cual de inmediato comenzó a quemar la parte baja del colchón; sin embargo, a pesar del miedo lograron apagarlo a cubetadas de agua.

Tras esto, más tarde, llegó la abuela a la habitación y se dio cuenta de un olor extraño. Aunque ahora aquel momento de terror que vivió junto a sus hermanos, hoy es una anécdota que recuerdan con alegría, ya que, confiesa, en aquellos años los niños y las niñas no actuaban con maldad.

Por otra parte, en el barrio de San Roque vive la señora Rocío, quien comparte con alegría que esta vez la visita es a su abuelita María del Rosario, a quien recuerda con mucho cariño, pues a todos sus nietos les regalaba un olla llena de tamales, sin importar si sus papás los podían festejar o no, ya que ellos podían comer tamales.