Con 30 años de experiencia en el arte de la fotografía y cinco como pepenador, a sus 64 años de edad, Genaro Zárate Coutiño se levanta desde las cuatro de la mañana a barrer, trapear y cocinar. Explicó que vive solo, en una casa ubicada en la 9ª Norte, entre 6ª y 7ª Poniente, de la ampliación Terán, lugar donde también nació.
Enclavado en un bote de basura, ubicado en una de las orillas del Parque Cañahueca en Tuxtla Gutiérrez, a la una de la tarde se encuentra Genaro pepenando botellas de plástico, mientras las recoge, una moto estacionada marca Italika con 35 mil 800 kilómetros recorridos, espera a su chofer.
Termina de realizar su trabajo de recolección, nos ve, se acerca y con una sonrisa en la cara, comienza a contarnos su historia de vida. Con poca desconfianza nos dice que tiene un estudio fotográfico y que desde niño ha trabajado y viajado.
En cuanto a sus hijos, Genaro responde: “seis, cuatro ‘mata nanas’ y dos niñas. ‘Mata nanas’ son mis varones por que les vale y se van, mientras que las hijas si no quiere el papá que no salgan no salen, esposa ya ninguna, pero cuando joven fui muy mujeriego, ese mi único vicio.
Mi primera novia la tuve en Comitán, de ahí en San Cristóbal, y conforme fui creciendo empecé a viajar y llegué a tener mujeres en Puebla y Guadalajara, andaba yo con los caballeteros y con los de la rueda de la fortuna, me ponía hacer talacha con ellos y me regalaban la comida.
Recordó que en Oaxaca aprendió a preparar brillantina, “rato después me enseñaron hacer perfume, luego me fui y en una perfumería a granel, un licenciado pelón me contrató y me llevó también a trabajar a su casa, Yo estaba como de 13 años y la esposa del licenciado me decía tu vas hacer mi yerno, que se críe más mi hijita se van a casar, por lo que mejor me regresé a mi tierra”.
De vuelta a Tuxtla Gutiérrez, se reencontró con un amigo evangelista me dijo “te veo que sos creativo vendiendo perfume y veo que como vende usted, mejor métase a otro negocio”. Desconfié y pensé, este jijo de la chingada quiere que yo venda marihuana, salado me decía yo, no sería la primera vez que me ofrecieran ese tipo de negocios. No es que me va usté a vender marihuana. No, no, ni la conozco, sabe usté qué, vaya usté a la casa, me respondió mi amigo”.
“Vamos pues le digo, con cuidado que no hubiera nadie, pero no, me dio mi pozol, una comidita que hizo la mamá de mi amigo, y me empezó a mostrar las cámaras. Ese el inicio del negocio de toda mi vida, me habló de las fotografías en interior, donde con sombra hay que trabajar de un cinco a seis de velocidad y con un cuatro de obturación, y si hay sol, se pone un ocho pero según como vaya el día, pero hay que saber. Le agarré luego la onda”, indicó.
“Me acuerdo que en el 84 en Terán, es esa época estaba nmuriendo unas viejitas y les tomé foto, y a muchos enfermitos más, y ahí fuí practicando la foto y con el dinero ganado empecé hacer varias cositas”.
“He tenido paga, pero ya ve que el viejerío cómo pide y si no se le da están bravas, decía mi abuelo, `mira hijito tu llégale a la muchacha y si no dile, qué no sabes que el huevo es federal y el pito es del estado, ¿haber que te va a responder?´, una mentada pero se lo dice uno”.
Sostiene no tener ninguna vergüenza por el trabajo de pepenador, “al principio mucha gente me decía `Genaro no estés levantando basura, cómo te vas a sobajar tanto´. A mi me vale, porque en vez que ande yo robando esto es mejor”.
“Cuando no tengo mucho trabajo de fotografía vengo, pero más me enfoco a la foto, porque la profesión no hay que dejarla”, dice mientras recoge las botellas, pepena cartones, lata y nailón. Todo lo vende por kilo e indicó que el plástico ya no es tan bien pagado como antes, “ahora al costal le saco sólo como 130, pero quién lo regala”.
Solitario en casa, trabajando en su estudio, entre la basura o de camino en moto, piensa que todos los momentos son decisiones de Dios. “Muchos me dicen `no te pongas bajo el árbol te va a matar el rayo´. Les digo yo, `no, no mata el rayo, la raya´, o no es así, es que la raya es la que mata, si Dios dice que ya te vas, te vas aunque no quiera uno y te pone la raya”.
Con los años vividos y lo poco leído, Genaro aseguró que la amistad vale más que otra cosa y que en la vida la viveza es lo que ayuda.
En cuanto a la muerte es algo que no debemos temer porque, “mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”, concluyó.