General José María Melo
Salvador Urbina, Jefe militar Liberal en Chiapas. Cortesía

Distinguido político y militar colombiano, nació en Chaparral de los Reyes, Tolima, de la entonces República de Nueva Granada, hoy república de Colombia, el 9 de octubre de 1800, cuyo nombre completo fue general José María Dionisio Melo y Ortiz. Fueron sus padres los señores Manuel A. Melo Abadía y doña María Antonia Ortiz. Contrajo matrimonio con la señorita Juliana Granados, habiendo procreado un hijo de nombre Máximo Melo Granados, mismo que contrajo nupcias con Amada Corzo, hija menor del ilustre liberal mexicano Ángel Albino Corzo. Fue presidente de la República de Nueva Granada en 1854.

El general José María Melo, cuando llegó a Chiapas, tenía una excelente hoja de servicio de más de 40 años en la milicia. Su carrera la inició como teniente en 1919 hasta alcanzar por méritos en campaña y por riguroso escalafón el grado de general en 1851. Como militar estuvo al servicio del libérrimo Simón Bolívar, libertador de Colombia; del ilustre general sudamericano don Francisco de Paula Santander y Omaña, héroe de la batalla de Boyacá (1819); del patriota venezolano y gran mariscal de Ayacucho don Antonio José de Sucre (1825); y como Inspector General del Ejército del Salvador, habiendo tomado parte en múltiples batallas de las que casi siempre salió airoso.

El 17 de abril de 1854, el general Melo, Comandante Militar de Bogotá y partidario de las Sociedades Democráticas, instaura la dictadura democrática del Artesanado en Colombia, por el abandono en que tenía a los artesanos de la entonces República de Nueva Granada, el gobierno liberal del general José María Obando.

Con el apoyo de los artesanos, intelectuales y miembros del Ejército Libertador, Melo logró dar el golpe político–militar y ostentar el poder. Por tal motivo, se dio en Colombia, en 1854, la lucha entre la oligarquía compuesta por comerciantes (de importaciones inglesas), terratenientes y militares contra artesanos e intelectuales democráticos.

Aunque Melo intentó crear un gobierno compuesto por artesanos y militares, éste no fue comprendido por la sociedad, a pesar de que la inmensa mayoría de neogranadinos eran artesanos. La respuesta fue inmediata: liberales y conservadores se unieron para derrocar a Melo. Mediante un gigantesco ejército multipartidista, comandados por tres expresidentes (generales Herrera, Mosquera y López), atacaron al gobierno que encabezaba Melo que sólo pudo defender militarmente a la capital durante ocho meses, hasta que finalmente sucumbe ante las demoledoras fuerzas multipartidistas. El general Melo fue sustituido por Tomás Herrera. El sueño de instaurar una república de artesanos se esfumó.

Melo fue, con el amplio apoyo de los artesanos y el rechazo de los capitalistas, Jefe Supremo de Estado de la entonces República de Nueva Granada (Colombia), del 17 de abril al 4 de diciembre de 1854. Antiguos odios y rencores clasistas (por su origen campesino), racistas (por su origen indígena) y civilistas (por su origen militar) florecieron y fueron cobrados con saña, coraje y rencor.

Previo juicio político, Melo fue condenado a prisión y después, desterrado de por vida el 23 de octubre de 1855. De Colombia pasó a Costa Rica (1855), a Nicaragua (1858), El Salvador (1859), Guatemala (1859) y el 10 de octubre de 1859, a la frontera de México.

En ese mismo año, en un verdadero gesto de hermandad latinoamericana, el general Melo decide unirse a la lucha que libraba en México don Benito Juárez, gobierno liberal que sostenía la Constitución Política de 1857 y que había trasladado su gobierno al estado de Veracruz por estar tomada la Capital de la República por los conservadores, para participar en la “Guerra de Reforma”. Pero Melo no pudo continuar su viaje a Veracruz por estar tomado también el estado de Oaxaca, por lo que decide quedarse a trabajar un tiempo en Chiapas. Para ello solicita al Secretario del Despacho de Gobierno una entrevista con don Ángel Albino Corzo, Gobernador Constitucional y Comandante Militar de Línea del Estado de Chiapas.

Por tal motivo, el 2 de marzo de 1860 el gobernador Ángel Albino Corzo comunica al Presidente Benito Juárez haber colocado al general José María Melo al servicio del Estado; a lo que el presidente Juárez da su anuencia. El general colombiano se dedica durante los primeros dos meses al entrenamiento militar de las tropas del gobierno del Estado de cada una de las jefaturas políticas: instruye a las tropas en el manejo de armas y equipos, técnicas básicas de combate en operaciones militares, tácticas y estrategias de desplazamiento y ataque; coloca oficiales en lugares estratégicos en cada Departamento y se dedica al reclutamiento de campesinos que quisieran servir a la milicia. En el mes de mayo es comisionado para vigilar la frontera de Chiapas con Guatemala. Después de haber hecho una rigurosa inspección por toda la región, Melo acampa en los llanos de la hacienda Juncaná.

Siendo el general Melo Comandante en Jefe de la Sección de Caballería del Departamento de Comitán, el general rebelde Juan Ortega, fanático religioso y exdiputado local, pretende exterminar la guarnición liberal que se hallaba en la frontera mexicana. Melo, confiando en sus elementos de caballería, no solicita el apoyo de la infantería de San Cristóbal las Casas y de Comitán, como se lo había sugerido el gobernador Corzo.

El primero de junio de 1860, las tropas de caballería del general Melo, que estaban provisionalmente acampadas en la hacienda Juncaná, perteneciente al pueblo de Zapaluta (La Trinitaria), del Departamento de Comitán, Chiapas, fueron emboscadas por 50 soldados de infantería del general Juan Ortega quien, so pretexto de la aplicación de las Leyes de Reforma en Chiapas, se había levantado en armas. El general Melo se hallaba resguardando la frontera de México con la república de Guatemala por instrucciones del gobernador Ángel Albino Corzo, para evitar la entrada del general mexicano Juan Antonio Ortega, partidario de los conservadores y del alto clero de Chiapas. Las fuerzas reaccionarias de Ortega hicieron, de entrada, dos disparos de cañón. Parte de la tropa indígena huyó ante el fuego de la artillería orteguista. De las dos a las tres de la mañana, se libró una lucha feroz, encarnizada, entre conservadores y liberales. El fuego fue cerrado; la batalla, reñida. En medio de la oscura noche, sólo se escuchaba el lenguaje de las armas. Ambos lados luchaban denodadamente por su vida y por sus ideales; por el reconocimiento de las antiguas canonjías de la Iglesia Católica y por la implantación de las Leyes de Reforma en Chiapas.

El general Melo, hombre de carácter enérgico y de pocas palabras, Comandante en Jefe de la Sección de Caballería y Jefe de Operaciones en el Estado, tenía como objetivo principal acabar con el general Juan Ortega; peleó con denuedo al frente de sus 40 soldados de caballería, la mayoría de ellos campesinos tojolabales sin formación militar ni experiencia en combate. Tras una hora de intenso combate y heroica defensa, completamente a oscuras, el primero en caer gravemente herido dos veces fue el propio general Melo y en seguida el capitán Doroteo Corzo, el Subteniente Patrocinio Cadenas, el sargento Guadalupe Reyes y cinco campesinos de tropa. Minutos después cayeron muertos dos soldados y el joven alférez capitán Salvador Peralta.

Creyendo muerto al general Melo, sus tropas campesinas se dispersaron: unos huyeron a Zapaluta (La trinitaria) y otros a Comitán. En la confusa y desordenada dispersión de las fuerzas republicanas, el general Melo, que se encontraba tirado, fue capturado por las fuerzas rebeldes, y después de una hora de tenerlo prisionero, sin formación de causa, fue pasado por las armas por órdenes expresas del general Juan Ortega. La orden de ejecución fue transmitida por el coronel Martínez. El oficial que dio la orden de abrir fuego fue el capitán primero Romualdo Guillén y los que tuvieron a cargo el fusilamiento, el sargento José Maldonado y el cabo Isidro Gordillo. Fueron testigos del cobarde asesinato el sargento Guadalupe Reyes y el joven Máximo Melo Granados, hijo del general Melo, de 14 años.

De la trágica Batalla de Juncaná se contabilizaron 12 bajas: 4 muertos (un jefe, un oficial y dos de tropa) y 8 heridos (tres oficiales y 5 de tropa). Los 4 cadáveres permanecieron insepultos durante varios días. 32 elementos de la tropa melista se concentraron en la jefatura política del Departamento de Comitán y 5 reclutas, de los 40 integrantes de la sección de caballería, se declararon como desaparecidos; con el General Melo y su hijo Máximo, hacían un total de 42 personas las que habían tenido como parapeto a la antigua casona de la hacienda Juncaná. Hecho de armas aún no valorado en su justa dimensión histórica, por la desventajosa posición de los republicanos.

Treinta y dos soldados de caballería, de los 40 que participaron en la batalla de Juncaná, llegaron a la ciudad de Comitán, así como el joven Máximo Melo Granados, y se entrevistaron con el Comandante Militar de la Plaza, José Pantaleón Domínguez, para informarle lo sucedido en la hacienda Juncaná. El puesto vacante de Melo fue cubierto por el propio José Pantaleón.

Ante el asesinato del general Melo, el gobernador Corzo dio una orden terminante: que se aniquilara al general Ortega a como diera lugar. Para ello designó al secretario de gobierno José Mariano García y al comandante de la plaza de Comitán José Pantaleón Domínguez. El primero formó un batallón con elementos de Tuxtla, Chiapa y Comitán, bajo las órdenes del comandante Francisco Villafuerte, mismo que derrotó a las tropas orteguistas el 29 de junio de 1860 en la batalla de Chanal, sin que lograra aniquilarlas definitivamente; por su parte, don José Pantaleón Domínguez, al mando del batallón de Comitán, persiguió a Ortega y lo derrotó el 25 de octubre de 1860 en el paraje de Chaculá, habiendo recuperado caballos y armas de las tropas melistas. Las fuerzas del partido conservador fueron vencidas, pero no aniquiladas en su totalidad; sin embargo, las batallas de Juncaná, Chanal y Chaculá fueron definitivas para el triunfo de la Reforma en Chiapas, pues la muerte del general Melo aceleró el ataque frontal del bastión fanático de Ortega en la frontera de Guatemala. Con la batalla de Chaculá concluyó en Chiapas la Guerra de Reforma.

El general Juan Ortega, comandante del ejército conservador que se había levantado al grito de “Religión y Fueros”, tenía un amplio conocimiento de la región y contaba con varios contactos tanto del lado guatemalteco como del chiapaneco, pues en 1855 había sido Administrador de la Aduana de Zapaluta, quien al ser removido por el gobernador Ángel Albino Corzo se levantó en armas en contra del gobierno de Chiapas, al amparo de don Rafael Carrera, presidente de la República de Guatemala, quien le proporcionaba armas, dinero y hombres.

Don José María Melo, antiguo y distinguido soldado de Bolívar, de Santander y de Sucre, fue derrotado, asesinado y olvidado en tierras mexicanas. El Mártir de Juncaná murió heroicamente en grado eminente como muchos otros héroes anónimos. Murió a manos de uno de los guerrilleros rebeldes más grandes y tercos de Chiapas: el general Juan Ortega, estratega militar escurridizo que no pudo ser eliminado por don José Pantaleón Domínguez, Ángel Albino Corzo, Salvador Urbina ni por Miguel Utrilla, jefes militares liberales de Chiapas y patricios republicanos. Ortega, como caudillo de los conservadores, fue ganador y perdedor de muchas batallas, entre las últimas figura la del 21 de octubre de 1863 librada en la ciudad de Chiapa. Su suerte de gato, por sus 7 vidas, le acompañó en todas sus batallas, pues falleció de vejez asilado en Guatemala.