Gerardo Cartas Heredia, el cambio tras su jubilación

En nuestra entrega anterior conocimos los orígenes del biólogo Gerardo de Jesús Cartas Heredia desde el punto personal, académico y laboral. Tres décadas y media después llegó el momento de adaptarse al cambio que implica jubilarse de su trabajo en el Zoológico Miguel Álvarez del Toro (ZooMAT), recinto del que asegura nunca podrá desprenderse.

CP: ¿A 36 años en el ZooMAT, qué tanto ha cambiado desde su llegada hasta el momento de su jubilación?

GJCH: Muchísimo. Se ha convertido en una estrella para Chiapas, no hay comparación.

CP: ¿Cómo fue su trato con Miguel Álvarez del Toro?

GJCH: Cordial. Esa fue una gran amistad. Para ese entonces ya no tenía a mi papá, los consejos los tomé como si fueran de mi padre. Él se preocupaba por mí, sabía que estaba solo.

Tuvo la gentileza de recomendarme con autoridades para que me echaran la mano porque estaba trabajando en la sierra, y eso me abrió muchas puertas.

Todos los curadores llevábamos un trato directo. Él no te aceptaba que llevaras un informe impreso. El papel lo agarraba, lo hacía bola y lo tiraba. Con él había que sentarse y explicarle. Terminabas dando informe completo y no sólo de lo que habías ido a hacer.

Teníamos muchísimo contacto con él. Todos los días antes de salir se le explicaba lo que habíamos hecho en el día.

Y en las tardes nos veíamos para platicar. Le gustaba la pintura y la fotografía que también a mí me gustan. Un día traje una revista de ciencia ficción, la vio y me dijo: “Oye estos dibujos de Boris a mí me interesan, quiero pintar unos de estos, ¿me la prestas?”, y le dije: “Se la regalo don Miguel, esas las consigo en Sanborns, tengo varias si quiere se las doy”.

De ahí sacó su primer pintura de esta chica amazonas que llegó a pintar en su colección. Me regaló su primer cuadro, lo tengo en la sala autografiado por él. Es invaluable.

Muy estrecha amistad, era muy abierto con nosotros. Mi primer compromiso con don Miguel. Cuando vine y me ofreció el trabajo le dije: “Bueno don Miguel, yo sé que a usted no le gusta negociar, alguien lo tiene que hacer porque se necesita. Nos van a mandar a llamar. Cuando tenga que ir a Palacio -de Gobierno-, comisióneme y yo voy en su representación, no se preocupe”.

Entonces don Miguel me dijo: “Ve y habla pues, no vas a perder nada más que tu tiempo”.

CP: ¿Cómo se siente en este momento en que llega su jubilación?

GJCH: Contento, satisfecho. Hice muchas cosas por el zoológico, que fue lo que me propuse desde que establecí el compromiso con don Miguel.

Te platico otra etapa que me comprometió más. En el año en que entró don Patrocinio (Patrocinio González Garrido, gobernador de Chiapas de 1988 a 1993) hicieron recorte de plazas. Nos llegó la instrucción de recortar cuatro plazas.

La plaza que yo tenía equivalía a tres de las que pedían el recorte. Yo había estudiado taekwondo, tenía mi cinta negra y había hecho una propuesta para dar clases en un gimnasio en Salina Cruz, con un sueldote de esos estratosféricos de Pemex, y ya me lo habían aceptado.

Entonces le dije don Miguel: “No se preocupe, yo le doy mi plaza y con esa tiene usted el recorte de tres; y la otra, escoja usted de los que están allá adentro del que le caiga más mal”. Entonces me dijo: “No, al revés. Yo había pensado en comisionarte para ir a gestionar que no hubiese recorte”. Después de gestionar las plazas resultó que no nos la quitaron sino que además nos dieron otras diez.

Le dije: “Esto es lo que pude negociar, esto es lo que pude conseguir”. Entonces me dijo: “Yo también te tengo una buena noticia, no sé qué tan buena la tomes, pero el sueldo que te ofrezco te lo duplica el gobierno, fue lo que pude conseguir, lo que pude negociar”.

Yo le dije a don Miguel: “¿A ver don Miguel, usted fue a negociar un sueldo para mí?”. ¡Imagínese ese compromiso! -el birlo Gerardo Cartas se muestra conmocionado, no resiste las lágrimas y se le quiebra la voz-. Ahí me amarró al zoológico, ahí dije no me voy, no me pude ir.

CP: ¿Cómo va a ser su vida ahora en la jubilación?

GJCH: Hay muchas cosas que me interesan. Electrónica, fotografía, pintura y la misma fauna silvestre desde otro aspecto. Hay mucho qué hacer en biología, incluso está el comentario de Federico -Álvarez del Toro, hijo de don Miguel- que venga como asesor, pero está por gestionarse.

Soy materia disponible, todavía tengo fuerzas afortunadamente. Todavía me considero muy entero. El taekwondo me ha servido muchísimo para conservarme.

Mi prioridad sigue siendo el zoológico, yo sigo ofreciendo mi asesoría gratuita si es necesario, porque se lo debo todo a éste. Lo que soy, lo soy por el zoológico.

CP: Ya no lo veo con su uniforme, lo va a extrañar.

GJCH: Sí, sí lo extraño pero tampoco es necesario para formar parte del equipo.

CP: ¿Planea irse de Chiapas?

GJCH: No, si me vine a vivir aquí enfrente. El zoológico es el patio de mi casa. Tengo que venir a que lo cuiden -literalmente, el biólogo Gerardo Cartas vive justo cruzando la calle del ZooMAT-.

CP: ¿Cual es su mensaje para nuestros lectores?

GJCH: Yo quisiera que todos vieran la vida como yo la veo: es de servir y hacer las cosas por el medio ambiente, porque es donde vivimos. No vamos a poder vivir como especie, ni siquiera como individuos, si no conservamos el medio ambiente.

El trabajo que hacemos en el zoológico es para la gente, así se dará cuenta de este cambio que necesitamos, el cual es importantísimo. Y que no se vayan con la finta de si somos gobierno o no, el resultado de nuestro trabajo va directamente con los animales.

Pueden estar varios gobernadores, ellos se van y nosotros seguimos trabajando. El enfoque que deben de tener es dar su vida por todo esto (el medioambiente). El animal no tiene falsedad política, sólo tiene la necesidad de la amistad leal.

CP: ¿Qué les diría a quienes se quedan a cargo del ZooMAT?

GJCH: Que le echen ganas; el ejemplo ahí está. De que se puede se puede. Sólo les digo que se necesita voluntad, con voluntad se hacen las cosas.

Tras la entrevista acompañamos al biólogo Gerardo de Jesús Cartas Heredia a recorrer algunos espacios del ZooMAT. Conoce perfectamente el recorrido al público y todos los atajos a los encierros, pues siempre los caminó.

Tiene un paso constante que sólo detiene para saludar a sus compañeros trabajadores y observar a algún ejemplar. Fue justo frente a las guacamayas donde se despidió de nosotros al decir: “Me voy a sentir parte del zoológico toda la vida”.