Gerardo Cartas Heredia, uno de los pilares del Zoomat

Gerardo de Jesús Cartas Heredia es un biólogo que se considera una persona con estrella. En su historia de vida se enlista una serie de eventos afortunados que lo trajeron a realizar un estudio de las aves de Chiapas en 1982, tan sólo seis meses después fue llamado por don Miguel Álvarez del Toro para trabajar en el Zoomat. Son 36 años que separan su primer día de trabajo y el día su jubilación; y justo en la primera semana que sin uniforme y sin la obligatoriedad laboral de presentarse, nos concede una entrevista para saber más de uno de los personajes responsables de que el Zoomat sea un referente internacional de investigación y conservación de la fauna mexicana.

Nos paramos bajo la fresca sombra de árboles de chicozapote de la entrada del recinto, frente a la estatua de don Miguel Álvarez del Toro. Nos recibe de la misma forma en que tantas veces fue entrevistado: sonriente, atento y paciente con nuestras preguntas. La única diferencia es que ahora viste una camisa de mangas largas con delgadas rayas de un color café claro, sin los logotipos del gobierno del estado de Chiapas ni de la Secretaría de Medio Ambiente e Historia Natural. No es el uniforme que por tantos años vistió.

Él es el protagonista de nuestra entrevista. Nos narra vida y obra a través de breves preguntas con amplias respuestas.

CP: Para empezar, cuéntenos de sus orígenes.

GJCH: Nací en Tehuantepec, Oaxaca. A los ocho años me trasladé a Tulancingo, Hidalgo. Allí viví hasta la once años y una vez que se jubiló mi papá nos fuimos a la Ciudad de México porque ahí estaban la mayoría de mis hermanos porque anteriormente sólo había preparatorias y universidades ahí. Para allá nos fuimos todos para tener la posibilidad de estudiar.

Ahí terminé la secundaria, estudié la prepa y finalmente la universidad. Estudie en la facultad de Ciencias de la UNAM, la carrera de biólogo.

CP: ¿Por qué decidió ser biólogo?

GJCH: Decidí ser biólogo porque desde chico me gustaban muchos los animales y las plantas. Mi mamá tenía la casa llena de plantas. Me motivaba mucho que llegaban las mariposas, muchas aves como colibríes en las flores. Eso me encantaba y por eso comencé a salir al campo. Mi papá trabaja manejado el distrito de riego de Tulancingo, que fue donde ya tengo conciencia. Me iba con él a ver a los animales.

Desde chico en Tulancingo me encantó capturar aves, aprendí con los comerciantes. Llegué a tener 75 pájaros en la casa. Me decía mi mamá: ‘Tienes que mantenerlos porque son tuyos, y nada de dejarlos sin comer porque están vivos’. Entonces me levantaba a las seis de la mañana para mantenerlos y paras las ocho ya estar en la escuela. Me encantaban, todos se reproducían afortunadamente.

CP: ¿Siempre tuvo claro que iba a estudiar una carrera relacionada a la flora y fauna?

GJCH: De chico no pensaba en qué iba a estudiar porque yo sabía que los animales sólo los veían como entretenimiento. Pensaba estudiar una carrera ligada a las áreas naturales, pero no precisamente como biólogo.

Cuando llego a la universidad y pido la tira de carreras, me faltaba justamente la hoja de biología. Entonces decidí estudiar la carrera en Ingeniero Tecnólogo de Alimentos. Cuando me fui a inscribir a circuito exterior de la UNAM y pues una cola como de kilómetro y medio, ¡y eso que llegué a las dos de la mañana! Por ahí de las once de la mañana cuando íbamos llegando a la puerta, me fijo que justo al lado donde me iba a inscribir había una ventanilla vacía que decía biología. Le dije al que iba adelante de mi ‘guárdame mi lugar, voy a preguntar’. No sabía que existía la carrera -de biología-. Ahí cambié mi formato y me inscribí, no había ni cola eh, directo ahí a la ventanilla. Cuando llegué a la casa les dije a mis papás: ‘Ya antes de inscribirme me cambié de carrera, voy a estudiar para biólogo’. Y me dijeron mis hermanos: ‘¡Será para bioloquito!’ -cuenta mientras suelta una carcajada-.

CP: ¿Cuál fue su primer contacto con el Zoomat?

GJCH: Terminando mi carrera, un año me dediqué a descansar del estudio, y me fui unos meses con cada uno de mis hermanos que tenía en toda la República. Cuando llegó el momento de hacer la tesis, un compañero que trabajaba en el Zoomat llegó a traer un pavo ocelado que donó uno de sus hermanos. Él se dedicaba a mamíferos y me dijo: ‘Yo de aves no sé nada y sé que tú sabes bastante, échame la mano para llevarlo, no se me vaya a morir en el camino. Sirve que hablas con don Miguel para ver la posibilidad de hacer tu tesis allá’. Fue en diciembre de 1981, se acababan de cambiar, estaban ubicando a los animales - en las nuevas instalaciones de la reserva del zapotal-. Me entrevisté con don Miguel -Álvarez del Toro- y me dijo: ‘De ayudarte, te puedo ayudar, pero no tengo ningún recurso, si los consigues yo te echo la mano en lo que pueda’.

Entonces me regresé al DF y en esos días otra compañera me dijo: ‘Mario Ramos acaba de regresar, hará su doctorado. Acaba de arrancar el programa de estudios de las aves de México. Por qué no lo vas a ver, yo ya le hable de ti’. Y pues encantado me voy a Xalapa, donde estaba la sede. Cuando llegué Mario Ramos me dijo: ‘Pues te estoy esperando, me hablaron de ti y sabía que ibas a venir. Hay un lugar. Las opciones son una Quintana Roo, otra Oaxaca y una Chiapas, escoge’. ‘Hijole, pues escojo Chiapas’, le dije.

Firmé el contrato y me regresé al D.F. para avisarle a mi familia que cuando tuviera mis cosas listas me iba a trabajar a Chiapas. Todavía mi mamá media tristona me dijo: ‘ ¿Y qué vas a ir a hacer allá solito?’, y le contesté: ‘Pues a hacer mi vida mamá’ -en ese momento a nuestro entrevistado le invadió la nostalgia, se le enrojecieron los ojos y soltó unas lágrimas. Quiso seguir hablando, pero el momento obligó una breve espera. Al recuperarse siguió contando esa plática con su madre-.

La verdad que sí me considero una persona con estrella, porque se dieron estas cosas y mis padres siempre estuvieron detrás de mí para empujarme cuando yo no me decidía.

CP:¿Cómo era Chiapas en ese entonces?

GJCH: Pues la fuente -Mactumactzá- era el límite de la ciudad en Tuxtla Gutiérrez, que ya no existe la fuente por cierto. Más allá habían unas cuantas casas, pero estaban aislados. Todavía había mucha vegetación, no éramos tantos. Y la meseta de Copoya, estaba rodeada de selva. No teníamos esta parte colonizada, tampoco las zonas de cultivo.

CP: ¿En qué momento llegó a trabajar al Zoomat?

GJCH: Yo vine a radicar a Chiapas el 23 de marzo de 1982, una semana antes de la erupción del Chichonal. Viene a la casa de mi compañero Marcelo para usarla como base porque iba a estar radicando en la reserva del Triunfo. Pasé a decirle a don Miguel ‘ya conseguí para venirme, pues ahora va tener que asesorarme con las aves de la reserva’ y me dijo: ‘Encantado de la vida, cuando gustes’.

Yo estaba 24 días del mes en la reserva, bajaba seis días para comprar víveres y aprovechaba para platicar con don Miguel. En noviembre cuando bajé a renovar mi contrato, don Miguel me ofrece quedarme con el área de aves y le dije: ‘Bueno don Miguel, me encantaría pero yo dependo de varias cosas, una es hablar con Mario Ramos por el proyecto y otra es el sueldo’. Y él respondió: ‘Bueno, te ofrezco esto que no es mucho, y con respecto al trabajo no te preocupes, ya hablé con Mario Ramos y ya le explique que vas a a seguir con el inventario porque el Instituto de Historia Natural- en ese momento- maneja la reserva y a mí me sirve tu inventario. Lo que estas haciendo a mí también me va a servir. Te vas a seguir hasta terminarlo’.

CP: ¿Cuál fue su primer trabajo en el Zoomat?

GJCH: Don Miguel me ofreció el cargo en el área de aves y cuando lo recibí tenía 42 especies en la colección. Parte del trabajo era incrementarla, esa era la idea con don Miguel. Además me comentó sobre la posibilidad de traer un quetzal y le dije: ‘Sería maravilloso, pero no sabemos ni siquiera de qué se alimenta’. Luego me preguntó: ‘Y cómo ves tu tiempo, podrías dedicarle algo’, le dije que sí y su respuesta fue: ‘Bueno, pues ya tienes tarea’. Por eso a partir del 82 me dediqué a hacer notas de la alimentación de los quetzales, ese fue el primer gran proyecto del área, tener algún día el quetzal en exhibición.

CP: ¿Cuándo llegó el primer quetzal al Zoomat?

GJCH: En el 92, 10 años después iniciar el proyecto. Sin embargo, a los ocho años, ya había hecho un ensayo con otra especie que se alimenta igual que el quetzal. Fue un trogón, de la misma familia, una ave muy parecida que le dicen pájaro bandera. La traje al aviario para probar la dieta. Nos duró tres años hasta que fue depredado. Lo más interesante fue que a la muda cambió perfectamente su plumaje, lo que indicó que ya teníamos la dieta establecida. Ahí decidimos traer un quetzal.

CP: ¿Cómo llegó el primer quetzal al Zoomat?

GJCH: A finales de abril de 1992 me hablaron de la finca Santa Cruz donde estaba haciendo los estudios en la reserva del Triunfo. Me habló el dueño de la finca que le dijeron que había un pollo de quetzal con uno de sus empleados. Cuando llegué me dijeron que el nido había sido depredado. Era uno de los que yo observaba. Al llegar nos dimos cuenta que algo estaba mal. Llegamos a las cuatro y media de la mañana. Nos ubicamos para ver el quetzal. Llegaba el quetzal, pero no entraba al nido. Cuando empezó a aclarar, voy viendo que estaba agrandado y tenía rasgadas de uñas marcadas en el tronco. Fue depredado, pero los papás llegaban y no entraban. Dieron las siete y media de la mañana y no entró el quetzal. Llegaba cada 15 minutos, pero no entraba a alimentar el pollo. Cuando vi que pasó el tiempo y no entró, fuimos a ver qué pasaba.

Estábamos del otro lado de una cañada, cuando bajamos escuché el llamado de un pollo y les dije: ‘¡Hay un pollo, aguas porque es igual que la hojarasca, no lo vayan a pisar, así que antes de apoyar el pie se fijan donde lo van a poner porque por ahí puede estar!’. Es una vocalización difícil de ubicar, es tan aguda que lo oyes por todos lados.

Nos fuimos acercando, de pronto volteo hacia el arroyo y veo que está a escasamente siete centímetros del agua, y les dije a los muchachos: ‘¡Ya lo encontré!’. 

Lo fui recoger y lo puse en el transportador. Buscamos fruta para alimentarlo, porque la prioridad era el pollo. Salimos de volada de regreso para traer el pollo, fueron poquito más de cinco horas de viaje hechos la raya. Al rededor de las dos la tarde estábamos llegando al zoológico para ubicar el pollo de quetzal. Ese fue el primer ejemplar, lo fuimos a rescatar del piso. Es el primero de los grandes logros, el haberlo rescatado y traído al zoológico.

Se crió muy bien. Don Miguel lo adoptó, él lo estuvo alimentado. En enero de 1994 nos lo depredó la ronda, que es una hormiga nómada que depreda todo lo que encuentra.

Continuará en nuestra siguiente edición.