Los guardarparques, personajes que se refugian en medio de la vida silvestre o acuática de los diferentes ecosistemas que tiene nuestro país, se han convertido en los principales guardianes o conservacionistas del medio ambiente, una labor que demanda esfuerzo, motivación y sacrificio, pero que también requiere de la certeza en la implementación de políticas públicas para que todas las actividades generen los resultados esperados para la naturaleza y los seres humanos. En Chiapas existen espacios y ejemplos exitosos de protección medioambiental.
Este 31 de julio se celebra el Día Mundial del Guardaparque, que es un reconocimiento al trabajo que realizan en las zonas de conservación, cuyo acceso se limita a caminar en senderos, navegar en embarcaciones un par de horas o esperar por varios meses el avistamiento de innumerables ejemplares.
La participación que tienen estos personajes para la conservación es fundamental, al entender que en Chiapas un millón 189 mil 803.66 hectáreas son sujetas de protección y 34 mil 605.67 más en Oaxaca, sin embargo, en el estado vecino están otras 133 mil hectáreas que fueron destinadas de manera voluntaria a la vigilancia forestal, es decir, son espacios que pertenecen a particulares o que son terrenos ejidales.
Cuarto Poder platicó con tres personas que están en la Comisión Nacional de Áreas Naturalea Protegidas (Conanp) de la Dirección Frontera Sur, Istmo y Pacífico Sur, cuyas labores están centradas en cuidar miles de hectáreas en las entidades antes mencionadas y coinciden en un aspecto esencial: existe una diferencia marcada en las tierras que tienen programas de manejo, en relación con aquellas en las que se han hecho cambios en el uso del suelo.
Participación
Para Norma Lilia Gómez García, guardaparque de la Conanp desde hace 17 años en la reserva La Encrucijada, la acción principal que realizan es la conservación de los recursos naturales; en la zona donde labora, lo más significativo son los manglares y el objetivo es cuidar esa vegetación nativa y de gran importancia para la naturaleza.
No obstante, también se llevan a cabo talleres de educación ambiental, cuyo propósito es sensibilizar a la población de la necesidad de mantener un equilibrio entre el aprovechamiento sustentable de los recursos y la sobreexplotación que puede existir de la flora y fauna y que llevaría a las especies a la extinción.
Para ella, la comunicación con las comunidades es fundamental para conseguir más aliados en el cuidado del ambiente, aunque también la ciudadanía, dijo, es incluida en los proyectos productivos, de vigilancia y hasta monitoreos. Una de las situaciones decepcionantes que se ha encontrado en los 17 años de trabajo, son las políticas contrastantes, es decir, por un lado las autoridades promueven estrategias para mantener los ecosistemas y por el otro, se implementan acciones que contribuyen al cambio en el suelo del suelo.
Vigilancia
A su vez, Dery Jhonathan Pérez Rodas, quien se desempeña como guardaparques en el Parque Nacional de Huatulco, comenzó sus actividades como voluntario, pero con el paso del tiempo fue contratado para cuidar parte del ecosistema del estado de Oaxaca, en este caso con la vida silvestre y acuática.
Una de las experiencias más agradables que ha vivido a lo largo de cuatro años, relató, es el monitoreo de las ballenas jorobadas que utilizan las bahías, desde noviembre hasta marzo, como una ruta de camino en el proceso de migración que realizan. En esas actividades se recogen datos del número de avistamientos, de ejemplares y del estado de salud de las especies.
Dentro de las anécdotas que recuerda como guardián del ecosistema, es el traslado que hizo de un ocelote que llegó a un hotel a buscar comida, para no poner en riesgo a los visitantes, se le reubicó en un lugar adecuado para su desarrollo.
Chiapas
En tanto que Emilio Roldán Velasco, guardaparque en la reserva de la Biosfera de Montes Azules, lleva siete años en el monitoreo biológico de las especies que tienen algún peligro de extinción en la selva Lacandona; para facilitar el trabajo, dice, utilizan las cámaras trampas que se colocan por dos meses, donde después de ese tiempo analizan el artefacto para ver si hay o no presencia de la fauna en riesgo.
En los trabajos han notado la aparición del jaguar, tapir, venados cola blanca y hasta viejos de monte; adicional a ello, brindan apoyo a los investigadores que hacen sus trabajos sobre plantas o animales de la región. En las comunidades han buscado la creación de grupos de jóvenes para vigilar a las aves nativas y las que van de paso.
Aunque no hay una fórmula secreta para determinar hasta cuántas hectáreas puede abarcar una persona en espacios protegidos, dijo que los guardaparques utilizan otras herramientas, como las embarcaciones para abarcar más terreno en zonas acuáticas, también se instalan campamentos y se hacen recorridos a pie a través de senderos, los cuales se extienden hasta por 20 kilómetros.
¿Avances?
En la opinión de los guardaparques, los espacios que están delimitados por una línea de protección tienen marcada una diferencia de conservación tanto de la flora y fauna de aquellos lugares donde no existe ningún tipo de vigilancia; por ejemplo, en La Encrucijada se han realizado innumerables estudios que detallan que en ese espacio existe un mejor manejo de los peces y sucede lo mismo con la permanencia de los manglares; fuera de la reserva el impacto es mayúsculo.
Adicional a ello, remarcó Gómez García, la actividad pesquera se mantiene regulada y con buena producción, contrario a la poca productividad que se genera fuera del área resguardada por la Conanp. Lo que no se ha podido corregir, aclaró, es el crecimiento demográfico que refleja también un impacto en la zona natural.
En el parque nacional de Huatulco, que también es zona resguardada por decreto, el guardarparques Pérez Rodas manifestó que en la zona marina existen brigadas que han notado que el avistamiento de las ballenas jorobadas ha crecido y, normalmente, pasan hasta con crías; en el 2019, cuando llevó a cabo el monitoreo, observó 180 avistamientos en sólo 90 días de los seis meses que comprende el programa.
Una de las buenas noticias, remarcó, es que la pandemia y el cierre generado en espacios recreativos permitieron una recuperación significativa de los arrecifes, espacios que, a veces, son dañados por la presencia del ser humano.
Local
En la selva Lacandona, los reportes de Roldán Velasco detallan que, mediante las imágenes áreas, han notado que en las zonas protegidas la vegetación se mantiene, a diferencia de los espacios cercanos donde la deforestación ha sido notoria.
Lo que ha ganado terreno en esa parte de Chiapas, lamentó, es el cambio de uso de suelo para la ganadería y la introducción de la palma africana, lo que ha significado una destrucción de los bosques tropicales. Afortunadamente, gracias a los trabajos de vigilancia, pueden concluir que las especies que están en riesgo han comenzado una etapa de recuperación y será así siempre que estén en zonas protegidas.
No obstante, también ha sido evidente el daño que han generado algunas comunidades que, al quedarse sin los recursos naturales en espacios libres, buscan ingresar a las zonas de conservación para cometer los ilícitos ambientales con el retiro de la vida silvestre o de las plantas, labores que tienen que frenar los guardaparques.
Por lo menos a nivel mundial, una vez al año, se reconoce el trabajo que realizan estas personas que exponen sus vidas ante tanta actividad criminal en la parte del saqueo de los recursos; la vocación de servicio se antepone a un tema económico, ante una ola de incertidumbre que existe con la generación de políticas públicas y de presupuestos que garanticen la permanencia de ellos en lugares donde aún se aprecia lo maravillo de la naturaleza, de la vida.